Por GILBERT KEITH CHESTERTON
En el momento en que nos ponemos de acuerdo para hacer algo es cuando empezamos a estar en desacuerdo.
Dickens reclamaba su dinero en un tono valeroso y vibrante, como un hombre que reclama su honor.
Las clases altas están siempre felicitándose a sí mismas por el hecho de no ser arrogantes.
Exageración: la definición de arte.
La arquitectura se aproxima más que ningún otro arte al estado de lo irrevocable, por lo difícil que es desembarazarse de sus obras.
Cualquier cosa hermosa siempre significa más de lo que dice.
Cuando la obra ha pasado de una mente a otra es cuando se convierte en una obra de arte.
Hasta el ateísmo es demasiado teológico para nosotros en estos días.
Es ridícula la postura del ateo que no sabe más que hablar de Dios con irritación.
El salvajismo tiene la virtud de la ineficiencia.
Adán perdió toda caballerosidad después de la caída.
El único modo de obligar a un caballero es diciéndole que es libre.
Demasiado capitalismo no significa demasiados capitalistas, sino demasiados pocos capitalistas.
Hay dos maneras de llegar a casa, y una es quedarse en ella.
La fascinación por la lucha la entiende cualquier hombre que no ha sido esclavizado.
La Biblia nos dice que amemos a nuestros vecinos y también a nuestros enemigos; es probable que nos lo diga porque, generalmente, son los mismos.
Solo a un crítico muy superficial le sería imposible ver al eterno rebelde que hay en el corazón del conservador.
La manera de aliviar la pena es exagerarla.
El silencio es la réplica insoportable.
Un debate sin digresiones es imposible.
El peor argumento del mundo es una fecha.
Convertirse en católico no es dejar de pensar, sino aprender a pensar.
No hay en la tierra nada que pueda considerarse sin interés: lo único que puede haber es una persona que no se interesa.
Acaso la vida de un hombre ordinario contenga el verdadero misterio: el secreto de los pecados evitados.
Lo más increíble de los milagros es que ocurren.
La crítica moderna, como todo lo débil, está sobrecargada de palabras.
No digo que los nuevos escritores no deban probar nuevos estilos. Digo que deben resistirse a la prohibición de probar viejos estilos.
Un clásico es un autor al que se cita antes de leerlo.
No se puede ser excéntrico sin que haya un centro.
Lo más interesante de cada generación son las cosas en las que nunca pensaron.
Que la excepción llegue a ser la regla es la peor de las tiranías.
La propiedad es, escuetamente, el arte de la democracia.
Toda educación es religiosa y lo es especialmente si es una educación irreligiosa.
El escéptico es demasiado crédulo.
No puede haber ninguna controversia clara en una época escéptica.
El verdadero reverso de un escéptico: el pensador.
*Copiados de Un buen puñado de ideas. Edición de Enrique García-Máiquez y Luis Daniel González. Editorial Renacimiento, España, 2018.