Por SERGIO RAMÍREZ
El nombre de Adriano González León (1931) llega a gran literatura latinoamericana con la novela País portátil, que obtuvo en 1968 el premio “Biblioteca Breve” de la Editorial Seix Barral. Con País portátil, se produce la incorporación de Venezuela a la gran literatura contemporánea.
La novela se desarrolla en tres planos bien delimitados estilística y estructuralmente, pero que se armonizan para presentarse como los cortes de un mismo estrato, tres ríos que fluyen hacia un personaje por tres cauces diferentes: su propia vida del momento, un viaje por Caracas para entregar un arma a una célula guerrillera, viaje contado en un lenguaje dinámico, de colores, olores, movimientos, apresuramiento, de gentes que van por las calles, el ojo del narrador colocado en el lente de una cámara cinematográfica que recorre y cuenta sin detenerse, aprehensión sensorial de la ciudad, el viaje de un día. Caracas está allí tal como es, la ciudad vívida y bullente. La cámara recorre las calles, los barrios, pero fotografía también en negativo al personaje, el muchacho que cumple la misión y resulta entonces una cinematografía visceral de su angustia, de su miedo, y mientras afuera todo pasa desapercibido y veloz, indiferente, su propia realidad va quemándole por dentro.
El segundo plano de la novela va a dar directamente a la vida contemporánea del personaje, días, meses atrás, amigos, novias, fiestas, sus primeros contactos con la guerrilla, la formación de su compromiso con el movimiento armado; es aquí donde se elaboran las pistas del libro, se dan los motivos y el autor se coloca de cara abierta a la realidad, con lo que la narración cobra la categoría de un eje central, destinando a este plano para gobernar a los demás; el lenguaje cambia también su función y entrega los diálogos de la manera más simple posible, sin complicaciones. Y aquí está la realidad de la ciudad, del país: los mítines estudiantiles en la plaza de El Silencio, la policía cargando contra los manifestantes, las huidas por los barrios míseros, el nacimiento del amor, como un fruto también clandestino.
El tercer plano es el cimiento, donde el libro hunde sus raíces en la historia y adquiere un tono épico; es la narración de las guerras de los abuelos, la ciudad de Trujillo entre el polvo dorado de la leyenda, los fundadores, raíces que ascienden hasta la vida del muchacho que cumple su misión atravesando la ciudad y que conmemora y rememora a sus antepasados, extrayéndolos del vasto mundo rural y colonial del que se levantan como fantasmas y están con él hasta la hora de su muerte, hasta que queda disparando contra la policía secreta su ametralladora, por toda la eternidad, y cuando ya lo tres ríos mágicos de la narración han confluido y desembocado.
País portátil tiene la virtud de enlazar dos mundos distintos y hacerlos posibles, el uno engendrando al otro: desde los orígenes, la familia y sus historias épicas no solamente sirven para recrearse a sí mismas dentro de una aura mágica, sino que su fuerza las hace llegar hasta lo que es una realidad contemporánea definida; la de unos jóvenes que luchan, y que tratan de hacerse posibles a sí mismos, al querer vindicar a su país. Así las hazañas del abuelo del muchacho guerrillero, que ha sido un general de leyenda, son igualadas por este, aunque es un plano menos epopéyico; libra también su batalla, pero sin tanta gloria, solo, acorralado en un edificio de apartamentos, rodeado por la policía secreta, sin fusiladas, sin retumbos de cañones, sin cargas de caballería. La historia se paga a sí misma su deuda y la sangre continúa fluyendo.
Y es allí donde reside la importancia de este libro: en su apertura hacia la historia, como en un buceo en la magia del tiempo, lo cual resucita al país tal como ha sido y lo abre en un panorama de fundaciones y guerras civiles; pero sobre todo en la ilación ascendente de la tradición, hacia los otros dos planos actuales, hacia la agonía presente: lo que Trujillo fue como “ciudad portátil”, fundada varias veces en distintos sitios, es Venezuela ahora,
“Venezuela is rolling. And it is rolling in cars an trucks made in Venezuela”, dice el anuncio de la Chrysler Corp., citado como epígrafe del libro: ahora país portátil.
No es pues la historia como imagen estática y deslumbrante lo que preocupa al autor, ni recrearla tan solo, tal como ha sido; más bien intenta y logra desencadenar las fuerzas de la historia, imantarlas y deshacerlas en el tiempo, y si se recuerda a los generales de mil combates y si se trae al pasado de miriñaques y holanes, no es por pura nostalgia, sino porque los antepasados se recobran en la mente de un hombre que, recorriendo la ciudad, va hacia su muerte o hacia su compromiso final.
Y cuando se cierra sobre él el destino y va a comenzar a disparar su ametralladora, es porque no lo asustan los fantasmas.
González León, Adriano: País Portátil. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1969. Premio “Biblioteca Breve” 1968.
San José, Costa Rica, enero 1971.