Por THOMAS CHACÓN
¿Qué implicaciones tiene para la generación de riquezas esta frase mencionada por Adam Smith (1723-1790): “Y nadie ha visto tampoco a un animal indicar a otro, mediante gestos o sonidos naturales: esto es mío, aquello tuyo, y estoy dispuesto a cambiar esto por aquello?».
En el contexto de esta aparente sencilla frase, encontrada en el célebre texto de Adam Smith sobre las riquezas de las naciones (1776), podemos evidenciar tres cosas: 1) el intercambio voluntario es fundamental para la generación de riqueza, 2) el intercambio voluntario se da con un derecho de propiedad en donde se respete “lo mío y lo tuyo”, 3) la propiedad es una diferencia crucial entre humanos y animales, y eso posibilita el progreso, la motivación al logro e invención de cosas nuevas y buenas sin límites; lo contrario sería robo y eso trae miseria, frustración y destrucción.
Aunque algunos consideren que el “análisis económico” de los “derechos de propiedad” fue iniciado por Ronald Coase (1910-2013), Armen Alchian (1914-2013) o Harold Demsetz (1930-2019), en esta frase se sostiene la necesaria importancia que da Adam Smith al derecho de propiedad en la generación de riquezas. Muestra de que no se produce riqueza si de manera explícita o implícita no prevalece el derecho de propiedad, razón por la cual von Mises (1881-18973) llegó a decir que «Todas las civilizaciones, hasta el presente, se han basado en la propiedad privada de los medios de producción. Civilización y propiedad privada fueron siempre de la mano».
Sin duda que, de manera implícita, lo anterior llevó a Adam Smith a considerar tan fundamental defender al derecho de propiedad, que le atribuye eso a una de las pocas funciones que él considera debe tener el Estado, tal como lo demuestra en Lecturas de Jurisprudencia (1763) y/o en su célebre investigación sobre la Riqueza de las Naciones (1776) al sostener cosas como que: “Sólo gracias a la protección del magistrado civil puede dormir tranquilo durante la noche el dueño de propiedades civiles”.
Ahora, manteniendo la atención en la comparación que hace Adam Smith entre humanos y animales, y considerando que aumentamos la riqueza cuando satisfacemos la mayor cantidad de necesidades de la mejor manera, de los libros de Adam Smith: 1) Teoría de los Sentimieeintos Morales (1759), 2) el de la jurisprudencia (1763) y 3) el de las riquezas de las naciones (1776), podemos reconstruir semejanza y diferencia entre animales y humanos en torno a sus necesidades. En cuanto a las semejanzas encontramos que tanto en animales como en humanos las necesidades: 1) son universales, porque la necesidad de una persona en cualquier parte del mundo es la misma que en otra, como por ejemplo comer, hidratarse, distraerse, reposar, etc. De igual manera ocurre con los animales. 2) Son repetitivas y, una vez satisfechas, vuelven a aparecer. Pero una diferencia crucial es que la manera de satisfacer las necesidades es la misma en todo momento en los animales, mientras que en las personas evoluciona y mejora. Por ejemplo, todos tenemos la necesidad de comer, pero la manera a satisfacerla difiere considerablemente de acuerdo con nuestro nivel de riqueza y cultura.
Esto da luces al mundo moderno acerca de que las necesidades en animales y humanos no son creadas, permanecen en todo tiempo y cultura. Lo creado es la manera de satisfacer las necesidades, que en los seres humanos conduce a la búsqueda de la mejora continua con incentivo al progreso porque se le respeta su propiedad. Por ejemplo, quien inventó el teléfono no creó necesidades, puesto que las personas siempre han tenido la necesidad de comunicarse; lo “creado” fue la manera de satisfacer esa forma de comunicarse; mientras que los animales durante siglos se comunican de la misma manera y no aspiran a satisfacer esa necesidad de mejor manera porque ese es un trabajo del llamado “animal racional” que por naturaleza aspira conocer, crear y poseer cosas novedosas.
Es por ello que en el genio de Adam Smith encontramos interés por diferenciar lo humano del resto de las especies, porque es allí donde conseguimos al carácter de la persona que genera riqueza a las naciones, cosa que en la economía lo lleva a la “división del trabajo” para intercambiar de manera libre y voluntaria (con derecho de propiedad) lo que sabe hacer de acuerdo con sus diferencias con el otro. Es decir, esto se da gracias a la especialización que lleva al intercambio voluntario posible en humanos cuando tiene garantizado el derecho de propiedad.
Entonces podemos sostener que el mecanismo para desarrollar las relaciones que generen riquezas es la propieda privada, a diferencia de los animales que usan solo el instinto y por ello no es propietario porque no transforma el recurso, ni crea mecanismos para intercambiarlo de manera libre y voluntaria con otros seres respetando lo que pertenece a los demás. Este mecanismo humano hace que en las sociedades se abandone la conducta salvaje porque la división del trabajo, de manera voluntaria, da mejores frutos respetando las propiedades. Por el contrario, nunca hemos visto a un perro decir a otro perro: “Te cambio este hueso por una casa”; ni preocupado por mejorar su trabajo con innovación para que otro desee lo que ha hecho. Sin embargo, la magia de generar riqueza se sustenta en la garantía dada por el derecho de propiedad para que las personas se especialicen produciendo mejores cosas a los demás y así unos a los otros nos digamos otra famosa frase de Adam Smith: “Dame tú lo que me hace falta, y yo te daré lo que te falta a ti, porque este es el modo de obtener de otro mayor parte en los buenos oficios del comercio”.