Papel Literario

A caballo sobre fantasmas: la cabalgata de Kaira

por Avatar Papel Literario

Por MANUEL LLORENS

Citando a Marguerite Duras, Cynthia Cruz, poeta norteamericana, escribe en su Guidebook for the Dead, algo así como “guía de viajeros para los muertos”, que “escribir también significa no hablar. Quedarse en silencio.” Cynthia Cruz convoca a una bandada de pájaros-escritoras —Duras, Lispector, Bachmann— de la que Duras es la sacerdotisa mayor, pero en la que todas van arriba y todas van abajo y ella, con su pintura de labios regado, sus morados y cicatrices, en la habitación de cerámicas en que todo está roto y todo es hermoso, busca su lugar al final de la fila para unirse a ellas. Así Kaira Vanessa Gámez, y este hermoso poemario Lo demás es voz, que hoy generosamente me ha invitado a celebrar.

Kaira, psicóloga, psicoanalista y ganadora del Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas, presenta hoy, a través de La Poeteca su primer libro de poesía. Agradezco la oportunidad de estar desde lejos acompañando a Kaira y participando virtualmente en La Poeteca, que, para los que estamos fuera del país, es de los lugares a los que viajamos con nuestra imaginación, añorando las personas y los espacios que han construido, un pequeño templo de las cosas buenas que persisten en Venezuela.

Así pues, hablo de un libro sobre la nostalgia de los lugares que se quedan atrás y que rellenamos con nuestra imaginación para intentar darles forma.

En la primera lectura, algunas imágenes y frases enigmáticas fueron sembrando en mí cierta inquietud. De alguna manera, que no es explícito en el texto, los poemas evocan cierta aura de novela de Agatha Christie, me condujeron a pensar en una detective privada inglesa en Valera, Trujillo, a comienzos del siglo XX. Unas pistas regadas en algunos versos, entre sombras. Una poeta buscando las migajas que dejaron Hansel y Gretel por los caminos que los llevaron de Valera a Caracas, mucho tiempo atrás.

Un nombre o un lenguaje, una manera de decir se ha perdido y Kaira intenta encontrarlo. En su búsqueda interroga recuerdos de mujeres fantasmales que guardaban, más que secretos, cosas no dichas, ausencias, acontecimientos irremediables. También aparecen hombres, o quizás las cosas que no les permitieron llegar a serlo. “En algún momento fueron hombres/ ya dejarán de intentarlo”, advierte Kaira. A ratos va a caballo sobre sus fantasmas, a rato va sobre un diván que hace de embarcación, el lenguaje es en todo momento un recipiente, una vasija rota con que les da de beber a esos fantasmas cabalgados.

Es un poemario que indaga sobre la nostalgia, mientras retrata el tránsito de un país que en el siglo pasado pasó de lo rural a las grandes ciudades y en que, sobre todo, la vida de las mujeres sufrió una transformación radical. Retrata algo de esos grandes cambios culturales que enriquecieron el acceso de las mujeres a la palabra, a poder exponer su propia voz. En el poemario intuimos un linaje femenino que poco a poco, tentativamente, se va nombrando y al nombrarse intenta regresar al pasado para descifrar cómo habrán sido las ausencias mudas padecidas.

Me trajo al recuerdo dos trabajos de Blanca Strepponi, uno, supongo, por su aura misteriosa que indagaba en lo femenino a través de la figura de las vacas. “Escucho todo lo que dicen/ hablan de cosas que conozco/ de huesos de pezuñas/ de rumores bajo el agua/ ¿qué esperan de mí?”, escribe Blanca. Pero sobre todo me recordó un libro objeto que ella misma nos presentó hace muchos años en un taller en el que compartía imágenes y fragmentos de algo como un diario. En particular me vino a la mente la cita de Walter Benjamin con que arrancaba ese trabajo: “El arte no sirve para ilustrar una idea, sino para revelar un secreto”.

Hay un secreto en la punta de la lengua que no termina de decirse en el poemario de Kaira; en el rodear eso no dicho está parte de su encanto. Y al final aguarda una última sorpresa. En unas palabras garabateadas se resignifica todo el libro. Me resultó una jugarreta original que me obligó a releer. No deja de ser un intento, ahora sí, de nombrar lo que buscaba. Pero el regreso es más para disfrutar el paisaje mientras se vuelve sobre el camino. Es lo que hay.

El poemario está lleno de ese unheimlich freudiano que se refiere a la extrañeza que se puede sentir en medio de lo familiar. Es un bonito ejemplar de aquello que Freud denominó “lo siniestro”. No en vano es psicoanalista Kaira.

La recuerdo en clases de psicología observando con unos ojos grandes que contrastan con su silencio, dejando en suspenso la pregunta de qué estaría pensando, cómo sería su voz. Me alegra mucho que haya decidido compartirla. Que hoy, mucho tiempo después hayamos tenido la oportunidad de conocer algo de lo que ha pensado. Menuda voz que se venía cultivando en ese silencio. Es un poemario articulado con pausa y cuidado, sin prisas ni estridencias. Avanzado el libro, interroga, como para advertir que va a romper en escena: “Madre/ me estoy convirtiendo en poeta/ ¿no piensas detenerme?”.

Me alegra que no se hayan atrevido a detenerla, que no se haya detenido. Bienvenida, Kaira, toma tu lugar en esa fila de la habitación de cerámicas, donde todo está roto y todo es hermoso, entre las Duras y las Lispector y las Bachmann y las Palacios y las Ossot y las Pantin y las Goldberg y las Strepponi y las Requena que vuelan en esa bandada de mujeres poetas, en la que, me parece, te sientes reconfortada.