Blanca Strepponi
Noticias
Escucho entrecortada la voz de mi amiga a 5098 km de distancia
Dice que está bien que la vida continúa
con interrupciones imprevistas
Que a veces encuentra lo que necesita y muchas veces no
Dice que desplazarse no siempre es posible
Hay que tomarlo con calma
Dice que la niebla todo lo cubre
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Hago una reverencia para agradecer el que pueda encontrarme a mí mismo en silencio
Allí, donde el cielo es más hermoso y la luz más pura, las montañas más verdes y las noches son perfectas y el aire es más liviano, ahora hay guerra.
Veo en la pantalla los rostros de quienes me han acompañado durante más de treinta años, sé sus nombres, el nombre de sus hijos, dónde viven, conozco sus voces, guardo de cada quien un particular recuerdo, detalles, momentos de la vida.
Veo sus rostros extenuados y dignos. Así es la guerra.
Suena el teléfono, es mi amigo del alma, el gran poeta que ha creado un Annapurna digital donde refugiarse.
Me cuenta que le han robado todo. Le quedan sus libros y cuadernos.
Le digo que estoy al tanto de lo que sucede pues escucho algún programa de alguna radio de las que quedan para dar las malas noticias. Las partes de la pequeña guerra, de baja intensidad hay quienes la llaman, provienen de tantos lugares, muchos impensables por poco conocidos.
Me dice mi amigo que se siente solo y dolido. Ya no tiene edad para combatir y el Annapurna se le ha hecho tan lejano.
Le digo que respire hondo, que sienta el aire en su cuerpo.
Le digo que mire las copas de los árboles cuyas hojas resisten la miseria.
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Hago una reverencia para entender que todas las vidas están conectadas
En la pantalla aparece la imagen de su madre
el rostro bondadoso y una sonrisa tímida
Así se despide la hija casi sin palabras
comparte con nosotros que estamos tan lejos
un discreto y triste adiós
Le digo que estará en mis oraciones
escribo su nombre en una pequeña tira de papel para que el sonido de este modesto cuenco tibetano acompañe su viaje
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Hago una reverencia para entender que la vida es objeto de amor y añoranza
La profesora anciana habla con humor y energía de sus proyectos literarios
su cabello gris es abundante y sus ojos miran atentos
lleva con natural elegancia un hermoso collar de perlas.
Cuántas satisfacciones ha recibido en estos, sus últimos años,
tantos lectores que la aprecian, tantas invitaciones, ¡más de las que puede aceptar!
Atesora recuerdos de un país que ama y ahora es destruido. Sin embargo, sonríe serena.
Disfruta de esta visita a una ciudad lejana acompañando a su hijo discapacitado
un hombre ya maduro.
Me dice en voz baja: los hombres son como niños
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Hago una reverencia para liberarme del odio hacia los demás
Los hombres que estuvieron presos injustamente
han sido liberados y están ahora reunidos en un bello jardín.
Envueltos por el aire amable de una noche templada se muestran educados y mundanos
no han perdido su encanto
pero la luz de sus ojos se ha apagado.
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Hago una reverencia para estar siempre preparado,
pero no esperar que las cosas sean fáciles
En mi otra patria
mis amigos los vencidos envejecen
y de a ratos sus bellos corazones se vuelven agrios
Los funcionarios de camisas rojas lucen grandes torsos imponentes
Gritan a toda hora sus victorias amenazadas por tantos enemigos
Agitan sus brazos de manos adornadas y ríen unos con otros, unos de otros
No hay paz para estos elegidos:
la revolución es vulnerable y exigente alerta la mirada opaca, inflama el rostro
¡Tantos de ellos han muerto!
Han padecido enfermedades fulminantes
han sido arrastrados por aguas enfurecidas
han muerto en explosiones
han sido asesinados sin compasión
Cómo gritan sus victorias
para que el ruido de sus voces cubra el silencio de la verdad
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