Por FRÉDÉRIQUE LANGUE*
Vista desde el exterior, la historia de Venezuela antes de la llegada al poder de Chávez y de la extrema mediatización del proceso bolivariano a nivel internacional no es sino una incógnita, desvelada ocasionalmente gracias al protagonismo de algunos mandatarios. En este caso, de Carlos Andrés Pérez, quien llegó a figurar junto al presidente galo François Mitterrand en la Internacional Socialista, representando a su partido, Acción Democrática, y a encarnar un populismo sui generis. Por lo tanto, no carece de interés volver al itinerario del partido que representó en esa oportunidad, AD, cuya creación en 1941 participó de la reformulación del sistema político criollo después del ocaso del «tirano liberal» Juan Vicente Gómez, de la creación de los partidos modernos, y que se afianzaría luego de la «Revolución de Octubre» (1945). Esta «revolución democrática», cuyos términos fueron debidamente recordados por analistas en los primeros años del chavismo, se plasmó no solo en una Asamblea Constituyente (1946) y en una Carta magna (1947) sino en una experiencia peculiar de la democracia en contexto autoritario, en la clandestinidad y en el exilio de los principales protagonistas y militantes.
La dictadura de Pérez Jiménez (1948 a 1958) afectaría el funcionamiento de la joven democracia hasta la fecha clave del 18 de enero de 1958, cuando cayó la «dictablanda». De tal forma que en el itinerario fundacional de AD la lucha contra la dictadura y su persecución corren parejas con una palabra mayor: el exilio. No dejó de influir en la evolución política e ideológica del partido, y especialmente en lo que a relaciones con el marxismo leninismo se refiere. No se debe olvidar que la palabra «adeco» fue inicialmente un término polémico, contracción de «adecomunista», forjado por la oposición de derechas al régimen surgido a raíz del 18 de octubre de 1945. En el primer exilio, y bajo la persecución de la dictadura, se formaron en efecto quienes liderarían la vida política criolla a raíz del Pacto de Puntofijo (1958), o sea una generación intelectual y política a la vez. El periodo 1948-58 fue además un período clave para la historia de las ideas políticas, en la medida en que se publicaron escritos políticos y proclamas fundadoras de la democracia representativa, así como de una doctrina original en el continente latinoamericano en términos de política exterior y derechos humanos, la doctrina Betancourt, una doctrina forjada en la larga experiencia del exilio y promovida por el presidente de Venezuela Rómulo Betancourt, considerado uno de los fundadores de la democracia en América Latina.
Un periodo formativo y una palabra mayor: el exilio
Con el fin del gomecismo se abrió un periodo fausto para la creación de los partidos políticos modernos del siglo XX. Entre los partidos nuevos (PRD, ORVE, ARDI…), que se hicieron portavoces de ideas progresistas, de la modernización del Estado y de la defensa de la democracia, la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI, 1931), fundada en Barranquilla por Rómulo Betancourt junto a otros exiliados venezolanos, fue un antecedente de Acción Democrática. Rómulo Betancourt fue de entrada uno de los personajes influyentes en esta dinámica que se originó en la Generación estudiantil del 28 que había emprendido la lucha contra Juan Vicente Gómez y llegó a formarse en las filas de la izquierda latinoamericana e incluso de la militancia comunista. No se puede entender el desarrollo de AD y el proyecto político de su líder en la década 1948-1958 sin valorar este periodo formativo de la figura de Betancourt, un primer exilio (1928-1936) que lo llevó incluso a participar en la fundación del Partido Comunista de Costa Rica y a acercarse a varios marxistas venezolanos refugiados en México (Salvador de la Plaza, Carlos León y Gustavo Machado). A raíz de la represión desencadenada por López Contreras contra los movimientos de izquierdas y el decreto de expulsión de 47 líderes de oposición, entre ellos Betancourt, este permaneció en la clandestinidad antes de ser detenido y expulsado a finales de 1939. El segundo exilio (hacia Chile, donde gobernada una coalición formada por los partidos radical, comunista y socialista) fue distinto, no solo por el tipo de gobierno que el activista político Betancourt dejó en Venezuela (un militar civilista) sino por la experiencia política que había ido granjeando desde la izquierda democrática, tanto en el exilio como en la clandestinidad con el Partido Democrático Nacional. En aquel entonces, quien era ya un dirigente reconocido en el continente latinoamericano apuntaba no a la remoción del gobernante por la fuerza sino por la vía de la legalización de su partido y elecciones democráticas.
La paradoja del golpe
En 1941 se fundó Acción Democrática (AD) en torno a la candidatura presidencial del escritor Rómulo Gallegos. Entre sus fundadores: Rómulo Betancourt (de regreso en 1940), Andrés Eloy Blanco, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Gonzalo Barrios… Así culmina el proceso de reflexión política pero también de estructuración ideológica iniciada desde el exilio. La dinámica partidista creada después del Trienio 1945-48 (con la creación de los partidos socialcristiano o nacionalista y democrático, Copei y URD) y de su dilema inicial (¿una alianza civiles-militares «nacional revolucionaria» o «nacional reformista»?) vio el auge de AD que ganó las elecciones presidenciales de 1947 con Rómulo Gallegos. En este preciso momento se afianzó el poder civil y se forjó la ciudadanía, se impulsó la educación para el pueblo, la política se volvió asunto de todos, y en la vida política se fueron incorporando las mujeres mientras se combatía el analfabetismo. Asimismo se estableció el sufragio universal, directo y secreto. Después de entregarle el poder al presidente electo, Rómulo Gallegos (1948), Betancourt participó en la IX Conferencia de los Estados Americanos (abril de 1948) en Bogotá, reclamando un «enfoque realista de los problemas americanos» y siendo co-redactor de la Carta constitutiva de la OEA.
De AD se puede decir sin embargo que uno de los partidos más representativos de la democracia representativa del siglo XX criollo se había fundado en una paradoja, la de haber llegado inicialmente al poder a raíz de un golpe de Estado cívico-militar (18 de octubre de 1945) que acabó con el gobierno del presidente Isaías Medina Angarita. Esta insurrección cívico-militar protagonizada por Acción Democrática tuvo como principales cabecillas a Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez. AD participó en la formación de una Junta Revolucionaria de Gobierno el 19 de octubre, junta presidida por Rómulo Betancourt, e integrada por cuatro personajes de mayor protagonismo en la historia del partido: junto a Betancourt, Raúl Leoni, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Gonzalo Barrios. De tal forma que el llamado Trienio Adeco (1945-1948) adquirió el significado de un período histórico que inauguró la democracia de Venezuela, acabó con el gomecismo y promovió Acción Democrática (AD) como primera fuerza política venezolana. Ahora, las divergencias entre Acción Democrática y los militares se hicieron notables: el 24 de noviembre de 1948, un alzamiento militar derrocó al presidente democráticamente electo, mientras el partido pasaba a la clandestinidad luego del decreto de disolución de los partidos por la Junta militar el 7 de diciembre de 1948.
En la clandestinidad, AD, Copei, URD y el Partido Comunista conformarían la Junta Patriótica en contra de la dictadura de Pérez Jiménez. Otra vez iba a hacer AD vida política desde la clandestinidad y desde el exilio (junto al PCV, generando alguna que otra forma de acercamiento y radicalización de la juventud adeca la misma que formaria el MIR en 1961) mientras se iba abriendo un periodo azaroso para los partidos políticos que dominarían el escenario político a partir de 1958 (AD, Copei, PCV, URD). Don Rómulo se asiló en la embajada colombiana antes de exiliarse por tercera vez, de 1948 a 1958, luego de una controversia ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la ruptura de relaciones diplomáticas con Chile. Desde ya, la historia de AD no se puede desligar de la figura del «político de nación» (según la expresión de Manuel Caballero) que encontraría en este nuevo exilio otra tribuna para denunciar la situación de su país, otra fuente de inspiración política — la Resistencia a la Junta militar de gobierno — y un escenario internacional para el presidente de un partido con miles de militantes.
La dimensión internacional del líder y los escritos del exilio
En este tercer y largo exilio, que fue en realidad el exilio colectivo de cientos de dirigentes y militantes adecos, Betancourt viajaría a Cuba, Bolivia, Chile, Costa Rica, Uruguay, Estados Unidos (allí coincidió este admirador de Roosevelt con Rafael Caldera y Jóvito Villalba), y Puerto Rico (1951-1958). Nunca dejó de denunciar la dictadura perezjimenista, dando conferencias, manteniendo correspondencia con los principales líderes políticos, intelectuales, sindicalistas o parlamentarios, con diplomáticos o estudiantes, haciéndose omnipresente en muchos medios de comunicación (radio, periódicos, revistas, libros). El afamado líder se dedicó al periodismo en varios periódicos y revistas, así en Bohemia (Cuba), en los diarios El Mercurio (Chile) y El Tiempo (Bogotá), pidiendo la democratización de América. Fue durante este exilio cuando el Fondo de Cultura Económica publicó su libro Venezuela: política y petróleo (1956), análisis de las etapas más importantes de la historia nacional desde finales del siglo XIX, cuando se inicia la explotación petrolera, hasta la década de los 50 y la dictadura de Pérez Jiménez. En esta obra documentada y polémica a la vez, Betancourt puso de relieve el papel clave del petróleo, su importancia no solo económica sino también política con vistas a la modernización del país, pero también a la hora de sustentar regímenes dictatoriales como el de Pérez Jiménez. También resaltó la capacidad de movilización del pueblo venezolano, su búsqueda de libertad y aspiración a la democracia, convencido de que su país iniciaría el retorno a la democracia en el continente latinoamericano dominado entonces por regímenes autoritarios.
Su actividad opositora le convirtió para el régimen militar en un enemigo al que había que eliminar. Hubo varios atentados en su contra en Cuba, México, Costa Rica y Puerto Rico. Betancourt apoyó en efecto desde el exterior las conspiraciones que la dirección clandestina de Acción Democrática estaba urdiendo en Venezuela. Asimismo se dedicó a obtener recursos y armas, aprovechando sus relaciones con los gobiernos de Cuba, Bolivia y Costa Rica. Sin embargo, descartó cualquier intento de rebelión armada y conspiración con militares. Partidario de la «tesis electoralista» (resaltada en su mensaje para el XVI aniversario de AD, 1957), siguió promoviendo la formación de un frente opositor con los otros partidos venezolanos con exclusión del Partido Comunista (PCV), insistiendo no solo en la importancia del liderazgo colectivo sino también en la formación de los militantes adecos. De regreso en 1958 después de la caída de Pérez Jiménez el 23 de enero, lee su discurso «reencuentro con el pueblo» (9 de febrero). Electo presidente de la República para el período constitucional 1959-1964, asumió la transición hacia la democracia reformista en medio de huelgas, atentados y asonadas militares, lucha armada y crisis económica. Pero esto es otra historia.
*Instituto de Historia del Tiempo presente – CNRS.
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