El objetivo de la participación de un candidato en un debate electoral, además de llegarle al mayor número posible de votantes, es capturar indecisos, y al mismo tiempo, reforzar el entusiasmo de partidarios y simpatizantes. ¿Qué logró el debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden? No mucho.
La polarización política estadounidense ha sobreestimulado el interés por votar por uno u otro candidato. 90% de los electores norteamericanos ya decidió por quién votar. Según las encuestas, 5% se pronuncia como indeciso y ello aumenta a alrededor de 11% solo cuando se pregunta si de repente, por alguna circunstancia, pudieran cambiar de opinión.
Más de 57 millones de personas votaron ya, sea por correo o en persona, en anticipo al día de las elecciones, que es el 3 de noviembre. Esto es 42% del total de sufragios que hubo en la elección presidencial de 2016. Las preferencias políticas están incidiendo en el modo y cuándo votar. Casi 50% de quienes han votado se declaran demócratas y cerca de 28% se dice republicano. La mayoría de quienes votan por correo son demócratas o pro Biden. Los republicanos y pro Trump votan mayormente en persona (38% vs 40%) y generalmente lo hacen a última hora.
Los demócratas han hecho campaña no solo por Biden, sino también porque se vote temprano. El escaso margen por el que Trump ganó la presidencia en 2016 fue en buena medida por la abstención de votantes que tradicionalmente sufragaban por los demócratas en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, además de unos que antes habían favorecido a Obama y se voltearon por Trump. Las minorías raciales y los muy jóvenes tienden históricamente a abstenerse. Para evitar el escaso margen y asegurar el voto negro y juvenil, que tiende a ser demócrata, los demócratas han insistido por todos los medios en que se debe votar temprano y han estimulado el voto por correo, debido a la pandemia.
Trump ha hecho una fuerte campaña contra el voto por correo. Desde 2016 viene diciendo que si él no gana es porque las elecciones están amañadas, que hay trampa institucional. Lo cual alimentó la campaña demócrata de que se vote temprano. Y los republicanos han intentado procesos judiciales en varios estados para anular ciertas formas del ejercicio al voto y de su conteo, algunas de las cuales han llegado a la Corte Suprema y las han perdido, como fue el caso de Pensilvania, donde la Corte decidió que allí se podrán contar las boletas que lleguen por correo hasta después del 3 de noviembre, si se enviaron antes o en esa fecha.
El debate, entonces, no tuvo mayor efecto en buscar simpatías, porque la inmensa mayoría había tomado su decisión. El efecto buscado entonces fue ganar el ínfimo porcentaje de indecisos y, sobre todo, que los simpatizantes de cada quien salgan a votar. Por eso, aun después del debate del jueves, los dos candidatos, sus compañeros de fórmula y sus equipos siguen visitando estados claves, mayormente aquellos que se consideran oscilantes, que pueden darle el triunfo a uno u otro candidato.
Trump le ganó a Hillary Clinton por escaso margen. Perdió en el voto popular, pero ganó en los colegios electorales. Clinton iba incluso adelante en las encuestas nacionales y en las de la mayoría de los estados, incluidos Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Pero estos tres estados, que habían votado por Obama en las dos elecciones previas, se volcaron hacia Trump por unos 77.000 votos, y le añadieron al empresario inmobiliario 46 boletas de los colegios electorales que le hacían falta para contrarrestar estados grandes seguros para los demócratas, como Nueva York y California (84 votos entre los dos) y medianos como Virginia, Maryland, Nueva Jersey y Massachussets (48 en total).
Actualmente, Biden le lleva ventaja a Trump en los tres estados que Hillary Clinton perdió y es muy probable que la mantenga. Los encuestadores dicen que han corregido errores cometidos en sus encuestas de 2016, porque subestimaron a los trabajadores blancos sin título universitario, que votaron por Trump. Ahora, la ventaja de Trump en ese segmento ha disminuido frente a Biden. La población negra a quien Clinton no entusiasmó tanto se siente atraída también por Biden. Biden, además, tuvo un importante papel en el programa de recuperación de las empresas automotrices ubicadas en esos estados, que Obama ayudó durante los años de crisis financiera y recesión que heredó de la anterior administración. Biden, también, nació en Pensilvania, a lo cual no deja de aludir en sus discursos de campaña esté donde esté. Por todo eso, es muy probable que el exvicepresidente recupere los tres estados que fueron clave en el triunfo de Trump.
A diferencia de la elección presidencial de 2016, el presidente tiene ahora la circunstancia de que no es el novel candidato que competía por primera vez por un cargo político de elección. Trump tiene que rendir cuentas de su gestión. La situación de hoy en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, más la polarización y la rendición de cuentas han obligado a los candidatos a volcar su atención hacia otros estados, hacia los oscilantes como Ohio (18 votos) y Florida (29), y hacia otros que han estado por un tiempo en la columna republicana, pero que las encuestas indican que se han tornado competitivos, como Texas (38 votos), Georgia (16) y Arizona (11). Los dos candidatos y sus equipos no abandonan a los tres estados del centro norte industrial, pero no pueden perder de vista a estos otros cinco mencionados. En cada uno de ellos hay que tratar de cautivar los indecisos, pero, sobre todo, entusiasmar a los que han optado por una u otra opción a que salgan a votar.
El impulso que la polarización ha dado al entusiasmo por votar vuelve un tanto impredecible quién va a ganar el 3 de noviembre, a pesar de lo que dicen las encuestas hoy. El número de votantes de quienes ya lo hicieron por correo y los que han estado haciendo colas de hasta 8 horas por votar es impresionante. Han votado muchos entusiasmados demócratas, pero muchos entusiasmados republicanos faltan por votar.
Los números favorecen a Biden en muchos sentidos. Ha subido su puntuación entre la población blanca (clase trabajadora, de 34% a 43% y adultos mayores, 51%) comparado con las ganancias de Hillary Clinton. Y la mayoría de las mujeres, de todas las razas, aborrece a Trump.
Entretanto, el coronavirus sigue haciendo estragos en la población y en la campaña electoral de Trump. El mal manejo de la pandemia se está manifestando ahora en los estados del centro y de vastas regiones rurales -territorio esencialmente trumpista-, y en estos días infectó a los principales asesores del vicepresidente Pence. De no ser por la pandemia, hubiera sido más difícil para Biden lograr lo alcanzado hasta ahora.
Nuevamente, con Yogi Berra, el histórico gerente de los Yanquis de Nueva York: el juego no termina hasta que termina.
@LaresFermin
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