Hace 60 años, en agosto de 1963, Martin Luther King reveló la fuerza transformadora de los sueños cargados de verdades humanas fundamentales. En una marcha multitudinaria en Washington contra las cadenas seculares de la discriminación racista, el líder negro liberador invitó a compartir su sueño y convertirlo en una fuerza espiritual indetenible: I have a dream, “Yo tengo un sueño, sueño que mis cuatro hijos vivan un día en una nación donde no sean juzgados por el color de su piel”. Ese sueño, portador de la más radical verdad, prendió el fuego inapagable en millones decididos a afirmar su humanidad sin fronteras y construir el mundo soñado.
Con el nacimiento del año nuevo en cada venezolano despierta un sueño. Tal vez no nos atrevemos a volar con él, pero soñamos un 2024 de CAMBIO. Cambio de la muerte que arrastra Venezuela a la vida que necesitamos y podemos. No importa el color político, los venezolanos más diversos y enfrentados amanecemos unidos en el silencioso clamor por el cambio.
No dudo de la buena fe de muchos que hace un cuarto de siglo sacudieron la política reinante, porque querían que Venezuela se abriera a quienes sufrían la exclusión. Pero luego de 25 años de “revolucionario” disfrute y manoseo del poder, es terrible el resultado: destruido el servicio público de salud, maltratada la educación pública en todos los niveles, con millones de niños con solo dos días de clase a la semana y educadores que no reciben sino 10% de lo necesario para vivir y con más de la mitad de los centros educativos en condiciones físicas lamentables. Miles de empresas cerradas y en fuga por el irresponsable “exprópiese”, otras arrebatadas por el Estado y no pocas en quiebra. En 8 años el producto nacional perdió el 70% y la hambreadora inflación venezolana alcanzó en el 2023 el primer puesto mundial. Millones de desempleados y subempleados rebuscando para sobrevivir y 7 millones de venezolanos obligados a buscar su vida en países extraños, porque aquí no hay lugar para ellos. La Venezuela, antes considerada“rica”, está en la indigencia con el salario mínimo más bajo de toda América Latina,con el debate público silenciado por imposición del monopolio excluyente del partido “socialista”, con persecución y presos políticos y la libertad de los medios de comunicación social secuestrada por la sola y única verdad oficial. Hasta la gasolina, el agua y la luz se nos esconden…
No voy a seguir con esta letanía de desastres, pues tengo la convicción de que los venezolanos, militares y civiles, conocemos y sufrimos este cuadro de destrucción catastrófico que solo se da en las peores postguerras. Por eso todos queremos CAMBIO. Nadie (ni de un lado ni de otro) se resigna a que sus hijos queden condenados a la “no vida” actual. Todos tenemos un sueño de nueva vida, aunque nos parezca casi irrealizable.
Al comienzo del año lo importante y necesario es descubrir que ese sueño mío es de todos, y que treinta millones de venezolanos estamos unidos en el mismo sueño. La oportunidad y el reto de este año es hacerlo realidad, pasando de “yo tengo un sueño” a “nosotros tenemos un sueño”.
Este año 2024 es privilegiado para la vida política y para el CAMBIO que toda Venezuela necesita y anhela. Basta con que tomemos en serio la Constitución (unos y otros, los que la hicieron y los que se opusieron) y que renazcan liderazgos políticos renovados y centrados en el único y difícil reto: el Cambio Democrático. Millones de venezolanos nos encontramos en la encrucijada electoral, esperanzados y dispuestos a hacer valer el voto unido en la candidatura de cambio, como expresión de la voluntad soberana de su sufrimiento.
Elecciones libres y competitivas y al mismo tiempo acuerdos por encima de las locuras vividas en las últimas tres décadas en las que nos excluimos unos a otros. Nosotros tenemos un sueño. Este paso del “yo” al “nosotros” es la clave del resurgir nacional y es lo que tenemos que defender los civiles y los militares por encima de pequeñeces partidistas que nos han traído a la ruina.
No es solo un buen deseo, es la esperanza y la responsabilidad común luego de escoger entre la muerte continuada y la vida que rebrota con vigor. Al fracaso reinante que nos despoja en la quiebra, lo derrotaremos unidos con el gran acuerdo de salvación nacional guiados por la Constitución.
Ya destacan liderazgos que son novedosos en la medida en que su propuesta de cambio está centrada en el dolor de millones de víctimas hoy carentes de educación, empleo, ingreso, salud, libertades, democracia… Esa es la condición indispensable para que el Acuerdo de Salvación Nacional tenga raíces fuertes en toda la población. Quienes dirijan esta novedad y este CAMBIO encarnan la esperanza inclusiva y activarán en toda la población las energías necesarias para la reconstrucción. Este sueño de todos los venezolanos necesita también una gran solidaridad mundial, para la muy ardua tarea de renovación nacional, a partir de las actuales ruinas.
En esta dirección tenemos que ir unidos todos los demócratas para la elección presidencial de 2024 y todas las otras renovaciones político-electorales que están previstas en la Constitución. Si tomamos en serio este sueño de Año Nuevo, se convertirá en una fuerza indetenible para rescatar y reconstruir el país.