OPINIÓN

Yo soy sociólogo

por Ignacio Ávalos Ignacio Ávalos

El Día del Sociólogo fue la semana pasada. Lo celebré, a pesar de la pandemia pero, sobre todo, de la propuesta del gobierno, en la que indica que lo que estudié no es útil para el país, que poco o nada tiene que ver con sus necesidades y prioridades, opinión que se extiende, en general, a filósofos, historiadores, psicólogos, en fin, a todo aquel que se le haya ocurrido pisar el territorio académico marcado por las ciencias sociales y humanas.

Tal propuesta ha recibido no pocas críticas, pero en este caso reiterar hasta el fastidio no es pecado, es una obligación. Y yo cumplo con ella, aunque llueva sobre mojado

El gobierno dice lo que se debe estudiar

Hago, pues, referencia a un documento titulado “Redimensión del Sistema Nacional de Ingreso Universitario” que el gobierno se sacó de la manga, sin que mediara diálogo alguno con las numerosas instituciones involucradas y violando, por cierto, algunos artículos de la Constitución Nacional.  En el referido informe se muestra una lista en la que se definen cuales son las Carreras Prioritarias, las Carreras Derivadas y las Carreras Complementarias (en total 145) y si bien es cierto que en ninguna de sus páginas deja ver la  eliminación  de las ciencias sociales y humanas, dentro del contexto de su redacción uno entiende que se trata de disciplinas de las que puede prescindir el país.

La anterior me parece, entonces, una iniciativa que, bajo el propósito de “contribuir a resolver las necesidades del país”, le pasa por encima a las claves que rigen estos tiempos, marcados por numerosos cambios originados primordialmente a partir de un conjunto de nuevas tecnologías que no en balde han sido calificadas como “disruptivas”.

Así las cosas, palabras tales como inteligencia artificial, impresora 3D, robótica, energías renovables, “machine learning”, computación cuántica, Internet de las Cosas, redes neuronales, big data, pasan a formar parte de una serie interminable de nuevos vocablos, mediante los que se dibuja la época actual, obligando a cambiar los anteojos desde los que se observa y calibra, en todos sus ámbitos, la vida de los terrícolas, incluso, quizá sea necesario advertirlo por si acaso, la de los venezolanos.

El historiador Yuval Harari llega a preguntarse en uno de sus libros “… qué sucedería si lo humano, tal como lo concebimos, comenzara a tornarse obsoleto y nos encontráramos en la antesala de una redefinición radical de las nociones” de individuo, libertad, mente, conciencia, espíritu, emoción, sentimiento, organismo, vida. En síntesis, una redefinición de la propia condición humana… ”.  Vistas las nuevas realidades que están asomando, nadie diría, creo, que esta pregunta no es pertinente.

Se achica el horizonte del país

El ritmo de desarrollo del conocimiento ha llegado a ser exponencial, afectando a todas (subrayo: a todas) las disciplinas.  En este sentido, se plantea en varios documentos, una concepción distinta, más realista de la ciencia, a fin de darle respuesta a las múltiples y difíciles interrogantes envuelven a un planeta que transcurre en medio de niveles crecientes de complejidad, incertidumbre y riesgo. Un enfoque, reza en su contenido, que le dé base a una política que permita institucionalizar un diálogo fluido entre especialistas de distinta procedencia académica, que desvanezca la frontera entre humanidad y naturaleza, que coloque el acento en lo complejo, temporal e inestable y que maneje la tensión entre lo universal y lo particular, lo global y lo local.

En virtud de lo arriba indicado se le abre la puerta a intensos procesos de “hibridación”. La interdisciplinariedad se ha vuelto un criterio esencial en la producción de conocimientos, estrechándose los vínculos entre las ingenierías, las ciencias naturales, las ciencias sociales, las humanidades, ampliando de manera antes inimaginable su espectro, pensando y analizando no única ni principalmente lo real, sino también lo posible, buscando mirar cuál civilización es la que presagia.

Obviamente, todas las consideraciones apuntadas a lo largo de estas líneas entrañan la modificación los enfoques que determinan en el presente la organización de los estudios universitarios.

En suma, proyectos como el comentado le achican el horizonte a la sociedad venezolana.  Sobre a todo a sus jóvenes.