Nuestra Venezuela reclama integración, nos exige que juntos nos pongamos de acuerdo para construir una alternativa que nos motive a movilizarnos para acabar definitivamente con la desgracia que ha sido el gobierno de Maduro y la banda de corruptos que lo acompaña.
Hoy Venezuela necesita demócratas comprometidos con los principios constitucionales capaces de entender que lo importante ahora es la patria y todo aquel que tenga algo que aportar debe ser incorporado a esa gran causa.
A diario vemos en el escenario político a la mayoría de las distintas tendencias políticas hablando de unidad, sin embargo, siguen desordenados. Hablan de sociedad, pero ninguno acompaña con un compromiso diario y permanente las luchas del ciudadano que sufre las penurias de un régimen cruel y despiadado. Nadie le está hablando al pueblo de los postulados que hacen falta para desarrollar una idea que se conecte con la esperanza popular. Todos dicen tener las condiciones para reunificar el país, pero no logran ni siquiera crear consenso acerca de un candidato único.
Así que, ¿cómo esperamos ofrecer alternativas al país si actuamos de ese modo? No se puede pretender gobernar Venezuela si un reducido grupo muestra tal nivel de desinterés para construir un rumbo compartido. Lo que se ve es que la mayoría de esas personas, más que devolverle la expectativa de la democracia a Venezuela solo pretenden “ser presidentes”, olvidando lo esencial y lo importante.
Muchos de los que hoy hacen política en Venezuela creen, equivocadamente, que nuestro país lo que necesita es un presidente nuevo. Reproducen el atávico vicio del presidencialismo, el caudillismo o del salvador divino. Sorprende que ese desvío sea igualmente tan acentuado entre los políticos jóvenes, que muestran ese deseo tan intenso y vehemente. Creer en esa solución mágica es no tomar en cuenta la realidad del país. Es cierto que tenemos una larga tradición presidencialista, pero también es cierto que esa tradición ha demostrado ser nefasta para nuestra democracia. Debido a ello, entre otros males, no hemos sido capaces de desarrollar el sano y productivo hábito del diálogo, la concertación, la cooperación, los proyectos de Estado a largo plazo, planes imprescindibles para que el país desarrolle objetivos y propósitos compartidos, más allá de los planes particulares del presidente de turno, cuyo plazo o consenso nacional no necesariamente coinciden con lo que necesita el desarrollo estructural del país en sus planes de largo aliento.
Así que, la prioridad en este momento no es convertir a Venezuela en una multiplicidad de pequeños grupos desunidos, alejados o incluso enfrentados, la prioridad tiene que ser siempre la integración. No se puede construir una fuerza política unificadora si somos excluyentes. La desintegración política ha sido algo a lo que ha jugado muy exitosamente Maduro, es una estrategia que puede hundirnos nuevamente en el fracaso. No podemos alimentar la dispersión ni el alejamiento político, sino construir un movimiento capaz de reunir todo el descontento, toda esta desilusión y convertirla en energía electoral, en energía política victoriosa.
Imponerse, someter y destruir al otro, apartarlo, evitar que avance, esas, y otras prácticas de ese mismo tipo excluyente, pareciera que son las motivaciones de quienes hoy hacen política en el país. Y debo decirlo, tal como ha sido planteado y de la forma en que se ha desarrollado, no veo en las primarias el proceso más idóneo para elegir un candidato capaz de representar la unidad de propósito que hoy requiere Venezuela.
Las encuestas muestran que esos políticos carecen por completo de arraigo y aceptación popular. Ninguno de ellos logra reunir el apoyo mayoritario de los venezolanos. Eso es así porque ninguno representa los anhelos y los deseos de un pueblo que tiene varias décadas padeciendo el más despiadado y brutal ataque desde el gobierno.
Si no se rectifica, será el pueblo quien, cansado de la arbitrariedad de un gobierno y la incapacidad de la dirigencia política, nos dé una lección histórica para enseñarnos cómo organizarnos correctamente para derrocar una tiranía e iniciar el nuevo camino de renacimiento de la nación.
El ciudadano organizado sabrá identificar la vía democrática como el camino más seguro y efectivo para devolverle al país su institucionalidad. En las comunidades se están organizando para crear consensos, para establecer una ruta de recuperación institucional, para darle paso a nuevos liderazgos y con ellos movilizarse para ejercer el derecho al voto y cuidar de ese voto. Están organizándose para que cada venezolano tenga un comportamiento firme y cívico en cada mesa de votación, convencidos de que la organización social, una causa política integradora y el poder del voto serán el muro de contención más firme para derrotar la desesperanza, el dolor y las tristezas. Organizarnos para conseguir una victoria que permita que en Venezuela resplandezca la esperanza, la democracia y la libertad.
Ese es el trabajo que está haciendo nuestra gente con vocación de patria, y yo estoy entre ellos.
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