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Yo creo en mi dirigencia

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Por más de un año he tenido que oír ese discurso tautológico antipartidista y antidirigencia política, ese discurso que tilda irresponsablemente de “comunistas” a líderes opositores y de “colaboracionistas” a quienes, desde el día uno, han caminado de la mano de los venezolanos en los numerosos intentos para sacar al régimen, intentos que han sido frustrados por la dictadura criminal, no por los partidos de la Unidad.

Y quiero justificar mi aún fuerte creencia en los líderes opositores haciendo un recorrido por todos los momentos en los cuales a pesar de las trabas puestas por la dictadura de Maduro, ellos siguieron enfrentándose a la persecución, represión y ataques no solo por parte del gobierno sino de quienes se hacen llamar “oposición radical”. Todos esos momentos que al parecer se han visto nublados en la memoria de los venezolanos, ¿O es que acaso ya nos olvidamos de las elecciones presidenciales de Henrique Capriles? Cuando el “flaco”, por primera vez en mucho tiempo, despertó un sentimiento de esperanza en todos los venezolanos con aquella frase de “hay un camino”. Pareciera que la memoria colectiva del venezolano olvidó cuando el gobierno, gozando de su ventajismo electoral, solo pudo ganarnos con una diferencia de 50,6% a 49,1%, gracias a la labor de la cada vez más fuerte Unidad.

Pareciera que ya se les olvidó “la manito”, cuando el gobierno, en sus intentos de entorpecer el proceso electoral, creó una tarjeta llamada “MIN Unidad”, pensando que así burlarían a los electores que clamaban por un cambio democrático. Pero los venezolanos en aquel entonces no cayeron en la trampa, con aquella tonada de “abajo, a la izquierda, en la esquina, la de la manito” la Mesa de la Unidad Democrática, por primera vez desde 1998, le quitó al régimen el control del Poder Legislativo de manera aplastante. ¿Ya quedó en el olvido que ese día casi 8 millones de venezolanos salieron a respaldar a nuestra dirigencia política?

Ya nadie pareciera acordarse de cuando el entonces presidente de la Asamblea, Henry Ramos Allup, nos dio aquel bombazo de oxígeno cuando sacó de la sagrada institución los retratos personalistas del “teniente desastre” Hugo Chávez, al igual que los irrespetuosos cromañones que el gobierno pretendía que creyéramos que era nuestro Libertador. O aquellos debates en la Asamblea Nacional, antes de que a la bancada del saboteo y las malas costumbres le diera la malcriadez de no volver a sesionar y montar el parapeto de la ANC, cuando Henry le daba cátedras de derecho a los diputados chavistas y ridiculizaba, de manera elegante, a quienes llevaban años burlándose de manera grosera de nosotros. Se les olvidó cuando luego de años de abuso contra los diputados de oposición y acoso a la prensa del Parlamento, la brillantez de la oratoria de nuestros diputados nos recordó más de una vez que las cosas habían cambiado.

Como que también se olvidaron de que, durante el primer año de la MUD en la Asamblea Nacional, se presentaron diferentes propuestas para sacar a Maduro de manera democrática, entre ellas la renuncia, pero Maduro no la cumplió; no fue que la oposición le dijo que no lo hiciera. Segundo, la enmienda constitucional: la limitada experticia legal del gobierno les llevó a argumentar que a ellos no les aplicaba el recorte de período porque habían sido electos previamente a la aprobación de la enmienda, cuando esta tiene un efecto ex tunc y ex nunc, es decir: “Pa’lante y pa’trás”, como dijo el diputado Ramos Allup cuando el gobierno regresó a sesionar luego de más de un año de ausencia, gracias a la presión interna y de la comunidad internacional. Y por último, el referéndum, el cual los venezolanos salieron a respaldar luego de ser propuesto por nuestros diputados y nuevamente el gobierno, usando tácticas turbias, bloqueó el democrático intento, no fue que a la oposición le dio por no hacerlo.

Parece que el venezolano se ha dejado llevar por la idea de que grupos radicales y “comentaristas políticos” desde Miami organizaron las protestas de 2017, cuando fue el presidente de la AN, Julio Andrés Borges, quien rompió la falaz sentencia del Tribunal Supremo y llamó a que saliéramos a exigir que se realizaran las elecciones regionales que estaban vencidas y a defender el carácter legítimo de nuestro Poder Legislativo, el cual había sido falsamente declarado en desacato por el bufete de Nicolás Maduro.

¿Será que se les olvidó que cuando nuestros dirigentes, que nos acompañaron en las protestas, donde muchos tragaron gas, sufrieron heridas y fueron perseguidos, decidieron participar en las elecciones a gobernador, con el objetivo de recuperar espacios y utilizarlos a favor de los venezolanos, los dejaron solos al dejarse llevar por el discurso de las “salidas express” y le regalaron al gobierno una victoria electoral, la cual, hasta el sol de hoy, nos ha salido caro? ¿O es que tener al menos 18 gobernaciones no sería una gran ayuda para el presidente Guaidó?

¿Nadie se acuerda de que a Guaidó lo juramentamos en enero? ¿Que no ha pasado ni un año desde que el joven diputado asumió el reto de sacar el país del abismo en el cual el gobierno nos metió, insisto, el gobierno de Nicolás Maduro, no la MUD, no los partidos y no la dirigencia política? ¿Acaso cuesta recordar que el apoyo internacional que tenemos, al cual le debemos los avances que se han logrado –y sí han habido avances– es el resultado de una notable labor política por parte de nuestra dirigencia, no un producto de los “guerreros de teclado” y sus tweets o comentarios en shows televisivos de quienes se hacen llamar “opositores de verdad”? ¿Se nos olvidó que quienes quemaron los camiones de la ayuda humanitaria fueron los esbirros de Nicolás Maduro, no el presidente Guaidó?

Además, resulta inconcebible que se acuse a los dirigentes presos o exiliados, de ser parte de un “show político” porque nadie merece estar en esas condiciones, y menos, ser fusilado a través de las redes por el hecho de ser liberado, cuando cada liberación debería ser celebrada por quienes piden una Venezuela democrática y se debe insistir en la liberación de quienes aún siguen secuestrados. Los únicos que le temen a la liberación de los dirigentes detenidos o al regreso de los exiliados son aquellos que tienen miedo a perder la tarima frente a estos dirigentes verdaderos.

Y para cerrar, quiero tocar el tema de la intervención militar. A quienes acusan a Juan Guaidó de no pedir la intervención no me queda más que decirles que nuestro presidente encargado no es el que decide qué medidas deben tomar los militares de Estados Unidos o de cualquier país extranjero. Guaidó no tiene la potestad de decidir en qué y en dónde se van a invertir los dólares que pagan los ciudadanos estadounidenses en impuestos. ¿O es que una intervención extranjera es gratis? Juan Guaidó no tiene autoridad para decidir si se van a poner en riesgo o no la vida de los jóvenes norteamericanos que prestan servicio en las fuerzas armadas. Si nuestro presidente Juan Guaidó no ha pedido una asistencia militar extranjera para sacar a Maduro es porque no se la van a dar. Lo que sí tiene el presidente encargado de la República, Juan Guaidó, es la potestad de pedirle a la legítima Asamblea Nacional que nombre un nuevo Consejo Nacional Electoral y llamar a unas elecciones presidenciales, respaldadas por la comunidad internacional, la cual presione, como lo ha venido haciendo el último año, a fin de que se respete la voluntad popular y se respeten los resultados electorales, los cuales solo podrán estar a nuestro favor si los venezolanos nuevamente depositamos nuestra confianza en nuestra dirigencia y no le volvamos a regalar las elecciones a Nicolás Maduro y compañía.

 

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