Por Equipo Editorial
Recientemente la ministra Yelitze Santaella reconoció a través de un video que fue filmado en una de las sedes del PSUV, que solamente se están impartiendo clases a los niños y adolescentes dos días a la semana, y lo más grave es que designan otro grupo de «docentes supervisores» para que determinen las maestras y profesores faltantes, y tal como lo señala la cuenta de X de Andrés Izarra, tengan que ir trabajar todos los días por 0,075 dólares la hora (1).
Lamentablemente, una de las principales causas de la destrucción de la educación, ha sido cómo el régimen no solo liquidó la carrera docente, al colocar a los educadores en condiciones de indigencia, sino que además aquellos que por distintas razones se mantienen en sus planteles por razones de vocación, son perseguidos por un régimen que hasta los califica de antipatriotas o desestabilizadores, si no cumplen funciones todos los días, cuando el salario mensual, apenas si alcanza los 10 dólares mensuales.
Ante una situación de tal magnitud resultaría obvio que en cualquier otro país la máxima autoridad del Ministerio de Educación ya habría sido removida de semejantes funciones, pero en Venezuela cualquiera de tales figuras solo cumplen funciones de mandaderos políticos del jefe, en este caso de Nicolás Maduro, quien ha generado esta terrible e interminable crisis económica y social, y lo peor, sin signos de poder cambiar esta realidad en corto, mediano y largo plazo, mientras se aferre al poder «por las malas», es decir, sin elecciones libres.
La educación en Venezuela, más allá de que se impartan clases dos días a la semana, o incluso si llegara a haber actividades educativas de lunes a viernes, la realidad es que no hay condiciones pedagógicas y menos de estructuras educativas para tal cometido, porque con planteles prácticamente en ruinas, sin agua sin electricidad, sin adecuadas aulas, canchas, laboratorios, y menos de instalaciones sanitarias, es posible cumplir con un calendario escolar en sus 180 días hábiles.
Por si fuera poco, la asistencia de niños y adolescentes es dramática, en virtud de que estos y sus familias no son ajenos ante la crisis económica y social. Incluso muchos de ellos quienes deberían estar recibiendo educación en sus respectivas instituciones, tienen que salir a trabajar con sus padres, so pena de no poder ingerir alimentos ese día, por razones que no se justificarían en la Venezuela petrolera.
Tampoco podemos obviar que la mayoría de los bachilleres están emigrando porque están convencidos de que estudiando en Venezuela, con el hambre y los pésimos salarios, no hay posibilidad de avanzar en el país, lo que equivale a decir que las universidades también se han quedado sin estudiantes. Y más triste, nos estamos quedando sin población económicamente activa, la cual se complementa con la fuga de profesionales en todas las áreas, y quienes, en la misma medida, después de que obtienen sus títulos universitarios, terminan diciendo adiós a la patria del Libertador.
Venezuela está hundida en la desgracia educativa más terrible de su historia, pero a la ministra Yelitze Santaella solo le preocupa saber quiénes asisten solo dos días a la semana, a una escuela o liceo.
(1) https://x.com/AgIzarra/status/1762368802149347584?s=20
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