Por equipo editorial
Ciertamente nada se puede validar con el régimen de Nicolás Maduro, pero el ver cómo ha sido destruida la educación bajo la gestión de Yelitze Santaella es algo que supera la mediocridad, la ramplonería y la indolencia como triángulo de anomia en nuestra sociedad.
En efecto, con diversas investigaciones que señalan que más de 73% de la infraestructura educativa está en ruinas, tenemos una deserción educativa que luego del covid-19 tuvo un aumento que ronda más de 62% en relación con lo que fue el año escolar 2012-2013; es decir, que luego de una década, cuando deberíamos haber tenido un incremento de la matrícula estudiantil de alrededor de 35%, no sólo se vio disminuida tal proporcionalidad de estudiantes en las aulas, sino que ya hemos perdido casi un tercio de lo que teníamos, o sea, un daño de formación educativa y humana que sólo puede ser considerado de catastrófico, lo cual vinculado con la pérdida de la matrícula universitaria, sobre todo hasta el cierre de la carrera de Educación en varias instituciones, sin obviar la migración de profesionales en áreas de las ciencias sociales, salud, ingeniería y arquitectura, pues colocan al país en una sima de desgracias sociales.
Igualmente, Yelitze Santaella ha tenido como política la liquidación de la carrera docente. En la actualidad, si apenas la población docente supera los 400.000 educadores, o sea, apenas si superamos el 1% de toda la población -asumiendo como cierto que somos 30 millones de habitantes- cuando debería haber una media de maestras y profesores de 2,5%-3% del total demográfico; y cuya situación se agrava, pues si vamos hacia lo específico, prácticamente en el país hemos quedado sin docentes de matemática, física, química, inglés, castellano, y por supuesto, docentes universitarios, ¡claro! Qué puede importarle a Yelitze Santaella la educación y la profesión docente, cuando los salarios de los educadores apenas promedian los 20 dólares al mes; y ella ha fortalecido el mal llamado programa «Chamba juvenil», que forma «educadores» en cuatro semanas después de recibir la ideologización madurista; «egresados» que no reúnen el mínimo de competencias pedagógicas y de conocimientos en las áreas descritas.
La actual ministra, además con su lenguaje vacilante, es la responsable de construir una sociedad de ilotismo, porque esas son las órdenes casquivanas que desde Miraflores son impartidas con el propósito de encontrar la mejor vía para perpetuarse en el poder, empleando la ignorancia y la sumisión al actual régimen de empobrecimiento nacional que ha llevado, según la Organización de Naciones Unidas, a unza migración de más de 7 millones de personas, siendo hoy Venezuela la nación del mundo con el mayor éxodo, incluso sobre naciones como Siria o Afganistán. Esto nos marcará por varias generaciones, como el neototalitarismo madurista, combinado con sus prefacios fascistas, nazistas, estalinistas y hasta talibanistas, sin menoscabar la importación de conductas religiosas como la iraní que coloca a las mujeres en condición falocrática, lo que demuestra que la educación solo es bazofia para ellos como estructura neodictatorial.
Yelitze Santaella es una ministra sin condición pedagógica y técnica para dirigir la educación del país. Aún no ha presentado algún informe sobre las condiciones escolares y del conocimiento de Venezuela, y mientras Suecia buscará volver a los textos escritos en sus clases, debido a la comprobación que el exceso de tecnología ha generado un retroceso en las áreas de la comprensión escrita; nosotros, además de que nunca hemos llegado al área tecnológica, ni siquiera nos quedan bibliotecas en los planteles e instituciones educativas, porque simplemente el régimen nunca ha invertido un dólar en la educación.
Yelitze Santaella dejará en los registros la degradación educativa y social que ha hecho con su desaforada negligencia, y contra los estudiantes, docentes y la sociedad. Ella ha sido, más que una circe, el apocalipsis de esta proterva etapa política. Ella saldrá por el uzo posterior de esta historia.