Conozco bien Yare. Por razones familiares. Mi abuelo, en lo que consideró su retiro, pautado con la familia, abandonó la bodega ya muy viejo para esas lides, pero no tan cansado, como nunca dijo que estuvo, por cierto. Se compró una parcela en Yare. Su deseo era cultivar la tierra al final de sus días. Producir alimentos.
Por allá consiguió trabajadores y amistades a las que con frecuencia visitábamos. Seis a seis, como mentaban a otro ser un poco menor que mi abuelo, no tanto, dolido con una úlcera en una pierna. Pero trabajador como su alias indicaba. Casi semanalmente íbamos a la visita obligada a Yare. Gente, como somos los venezolanos tradicionales: amable, sincera, colaboradora.
Yare fue siempre una población famosa, muy conocida, por sus celebraciones religiosas en el Corpus Christi. Las máscaras, los Diablos Danzantes. Entronizada en el Tuy. Yare siempre, cuando niños, era referencia obligada al colorido, la vistosidad, la tradición eclesiástica en la calle.
De un tiempo para acá la imagen de la población tuyera ha cambiado mucho. En Yare instalaron los centros penitenciarios esos, macabros, como todos los recintos de su estirpe en el país. Inhumanos, hasta más no poder. Entonces la referencia para cualquiera al escuchar ese nombre es crueldad, alejamiento, escoria.
En Yare contuvieron a Chávez. Alguien que venía, nada menos, de una fracasada intentona golpista. Allí era atendido por sus abogados y me consta, porque conocí a algunos actores que lo visitaban, familiares y amigos o cualquiera que quisiera conversar apenas con él podía hacerlo. Como ocurrió generalmente en la llamada cuarta república. Yo mismo estuve de visita en el Cuartel San Carlos, conociendo a un famoso preso mucho antes. Uno que murió en muy extrañas circunstancias, en este tiempo, no del todo develadas hoy.
Me contaba, por ejemplo, un exguerrillero de los años sesenta, muy amigo mío, cuyo alias era Rasputín, que en la Isla del Burro, donde los tenían confinados a algunos de los presos políticos en los años sesenta/setenta no les prohibieron nunca las visitas. Es más, me decía, los jueves iban «las visitadoras», comían muy bien, hacían deporte y eran muy bien atendidos. Por cierto, almorzamos en la visita del Cuartel San Carlos, invitados por el otrora preso.
¿Por cierto, ya soltaron a los niños/adolescentes? En Yare hay hoy también presos políticos. Pero en muy distintas condiciones.