OPINIÓN

¡Ya basta del «lenguaje inclusivo» para hacer política!

por Adolfo P. Salgueiro Adolfo P. Salgueiro

El político argentino Javier Milei rechaza el «marxismo cultural» en el uso del lenguaje

Mientras esperamos el día de mañana cuando se decidirá la suerte de Colombia y la consecuencia que ella arrojará sobre nosotros, tal vez sea bueno abordar un tema que no esté tan conexo con la elección en casa de nuestro vecino. Trataremos un tema polémico en el cual nuestra propia posición, cualquiera que ella sea, tendrá quienes estén de acuerdo y quienes no.

Se trata del asunto de la bendita inclusión que hoy día asume no solo el protagonismo que su importancia amerita sino que también, en bastantes casos, alcanza niveles de exageración rayanos en la contradicción y hasta la estupidez. Veamos.

Recientemente parece que se ha dictado una resolución para la Ciudad de México -la más populosa de nuestro continente-  según la cual todos los estudiantes de su sistema educativo podrán asistir a clase ya sea en falda o pantalones según se sientan más identificados o cómodos. Nada menos que en la capital del país cuya cultura machista se refleja en su música, su cine, sus personajes míticos etc. ¿Se imagina usted amigo lector los inconvenientes de fondo y prácticos que tal criterio pueda causar?

Otra gran urbe latinoamericana, Buenos Aires, donde su jefe de gobierno, Horacio Rodriguez Larreta, aspira a ser candidato de la oposición en la próximas elecciones presidenciales argentinas, acaba de dictar una resolución -acertada a juicio de este articulista- por medio de la cual se prohíbe en las escuelas de la ciudad el uso de “lenguaje inclusivo” y se señala que siendo el idioma español el único idioma oficial de Argentina, la educación pública debe brindarse en esa lengua, tal como la misma se define en las directrices de la Real Academia Española, con las particularidades y localismos propios de la nación argentina. Quedan abolidos, pues, los giros de “los y las” “ciudadanos y ciudadanas”, “presidente y presidenta” y demás pleonasmos que resultan de una moda actual que pretende que la inclusión tenga relación con inventar o redundar vocablos que más bien provienen de posiciones ideológicas que del deseo de trato igualitario. De más está decir que ya la movilización ciudadana (¿o ciudadano?) se ha hecho sentir con bastante ruido.

Un tribunal de algún estado sureño de Estados Unidos ha sentenciado que en las escuelas los alumnos podrán hacer uso del baño de mujeres u hombres según se sientan con mayor identificación. Entendemos que la sentencia no aborda la posibilidad de que un día alguien se sienta mejor alternativamente en uno u otro sanitario.

En Argentina, uno de los políticos de nombre Javier Milei, quien -para sorpresa de todos- logró una de las mejores votaciones en las recientes elecciones legislativas, apoyado fundamentalmente por jóvenes, ha declarado que de llegar a gobernar no permitiría “marxismo cultural” en el uso del lenguaje y además expresó enfáticamente que no se avergüenza de tener pene ni ser rubio con ojos azules, lo cual -en este mundo loco- parecen atributos por los que hay que pedir perdón.

En Miami la policía local –con uso de fondos públicos- acaba de poner en servicio un vehículo patrullero pintado con los colores del arco iris que distingue la preferencia sexual gay la cual, obviamente, es una elección personal respetable, igual como lo es la parcialidad de este escribidor que es fanático del equipo de pelota de los Leones y de la Vinotinto pero jamás ha soñado con sugerir que un vehículo público sea decorado con el logo de esos colectivos. Igual ha pasado en estos mismos días cuando la prestigiosa empresa aérea alemana Lufthansa (estatal) acaba de poner en servicio un nuevo avión cuyos asientos vienen tapizados con el susodicho arco iris.

De la misma manera alguna de las cadenas de tiendas más famosas del “imperio» (Macy’s) ofrece descuentos especiales durante este mes del “gay pride” (orgullo gay) siendo imitada por negocios del mismo y otros ramos.

Ejemplos de ese tipo sobran y cada día se multiplican en número y ridiculez.

Reiteramos nuestro verdadero y genuino respeto además de convencida tolerancia por las opciones de vida que cada quien desee elegir. De la misma manera este articulista proclama su propia identidad y solicita igual respeto haciendo constar  “urbi et orbi” que es masculino, blanco, heterosexual, casado, ingresa solo a los baños para caballeros, latinoamericano, venezolano, caraqueño adoptado, con posgrado, fan de la reina pepiada y se enorgullece de todo ello. El día en que cualquiera de esos colectivos convoque a una marcha llámenme  para asistir y el político que ofrezca igual inclusión a esas identidades, avíseme para darle el voto.

@apsalgueiro1