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¿Y si estuviera loco?

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«El tiempo es una llanura y mi memoria un caballo» (MANUEL ALTOLAGUIRRE)

Yo confieso que he podido pensar mal. Confieso que pude haberme equivocado al juzgar a esa gente. Mea culpa. Ellos dijeron una cosa hace tiempo y ahora dicen otra que parece la contraria, pero que, si realmente reflexionamos un poco, no parece desdecir del todo lo que habían afirmado antes, presuntamente. 

El tiempo ha mostrado que llevan razón. Ellos han ganado. Dos veces. La primera vez fue en 2019 y la segunda en 2023. Y no se ande molestando en rebuscar los resultados en la prensa, ya que la verdad es evidente. La hemeroteca siempre miente, aparentemente.

El mejor presidente de la democracia española de todos los tiempos ha unido a todos los españoles de bien. No solo a todos los españoles, sino también a los extranjeros que valoran su talla política y su lucha por la paz en el mundo. Su negativa a declarar ante el juez Peinado y la presentación de una querella contra el mismo juez corrobora la integridad del mandatario español y la intención clara y notoria de colaborar con la Justicia, presumiblemente.

Este presidente ha logrado unirnos a todos en un estado de gracia nacional que no habíamos conocido antes. Todas las Comunidades Autónomas postulan la igualdad, y así se demuestra en la Cámara Baja cuyos discursos se suceden en la diversidad de las lenguas autonómicas, desechando el imperialismo de la lengua española. Lingua franca para comunicarnos y entendernos los españoles, ¿qué sentido tiene? Hay otras prioridades. No podemos ignorar la riqueza de nuestros ancestros. Y, sin embargo, últimamente el pinganillo ha sido invisible en el Congreso de los Diputados. En una de las recientes Sesiones de Control al Gobierno no se apreciaba el uso de este dispositivo en los oídos de los diputados, a excepción de la oreja del presidente. Este llevaba el artefacto puesto en todo momento, incluso cuando se hablaba castellano. Yo lo coloco y ella lo quita. 

En el cuadragésimo primer Congreso del PSOE celebrado en Sevilla a finales de noviembre, todos los socialistas invitados aplauden la ruta marcada por la dirección del partido encarnada en el presidente indiscutible Pedro Sánchez. El discurso del líder recuerda sobre todo los logros del gobierno progresista, presume de un quehacer limpio y honesto sin olvidar citar a la máquina del fango, advertir del «peligro de la derecha y la ultraderecha, los bulos, la desinformación y las fake news«. No lo digo yo, lo repite incansablemente el señor Pedro Sánchez Pérez-Castejón. El presidente de Gobierno reclama dimisiones al partido de la oposición, las reclama con vehemencia.  En el Partido Socialista se producen dimisiones -que no ceses- de vez en cuando. A pesar de que a algunos les suene a amenaza, el máximo representante del país habla de su permanencia en el poder hasta el año 2027 en el que cuenta con volver a ganar las Elecciones Generales y lo que le queda. El presidente Sánchez cuando acusa a sus adversarios de crear bulos no habla de sí mismo, supuestamente.

Cada vez que un político mezquino abre la boca para hablar se preocupa de mencionar la mala gestión del adversario. El mentiroso se caracteriza por la repetición de clichés y frases hechas, tartamudea, no mira a la cara de la audiencia y se equivoca mientras articula su discurso. Un presidente de gobierno que gesticula abundantemente con las manos está tratando de reforzar lo que expresa de manera poco convincente con su palabra. 

Resulta amarga la actitud de algunos miembros de su equipo citados por los jueces en condición de imputados o testigos que se acogen a su derecho a no declarar cuando parecen llevar la palabra «culpable» escrita en la frente y el gesto torcido de la boca. Este modo de colaborar con la justicia que defiende el gobierno no acabo de entenderla.  Colaborar con la Justicia es lo que han hecho Víctor de Aldama y Juan Lobato, traidores de la causa progresista, según parece.  

El discurso de la izquierda no se olvida de las mujeres. El lenguaje inclusivo con su doblez redundante no cansa al afiliado ni al votante, acostumbrado a conducir por ciudad con el freno de mano activado. 

¿Sería descabellado exigir a los dirigentes políticos del mundo entero una certificación de su capacidad para el gobierno que ofrezca garantías de no padecer insania? Imagine esos países libres de presidentes inhabilitados por su indecencia y falta de seriedad. 

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Quiero exponer, además, ciertas cuestiones de la política española confusas para mí. No entiendo, aunque sé que forma parte de la euforia socialista y la solidaridad emotiva de esa gran familia, la llegada sorpresiva de Begoña Gómez al Congreso sevillano siendo vitoreada por los asistentes, cuando solo se trata de la mujer del presidente. Gómez está siendo investigada por un presunto delito de corrupción y tráfico de influencias. Precisamente, la mujer del presidente colabora con la Justicia del modo en que colaboran aquellos que deciden no decir nada como si tuviesen cosas que ocultar.

Uno que va conociendo a las personas debido al trabajo que tiene en la escuela, va descubriendo las tácticas empleadas por quienes no dicen la verdad. Una de las más comunes consiste en autoconvertirse en víctimas. La razón para esto -que ellos ni siquiera imaginan- es la fe en la bondad del profesor que no consentiría un abuso.

Asimismo, otra de las estrategias del mentiroso es acusar al otro de lo que él mismo hace. De forma similar, el presidente acusa al líder de Vox, Santiago Abascal, de poco patriota, literalmente afirma «y usted es un traidor a la patria».

Creo que esa polarización de la que hablan tanto algunos españoles no existe. Hoy por hoy en España se dialoga pacíficamente de cualquier asunto. La política es uno de estos temas de los que más nos gusta conversar a los españoles. La democracia es el mejor sistema de gobierno posible sin necesidad de ajustes de ninguna clase, el presidente Pedro Sánchez no miente y yo estoy loco, loco y ella loquita.

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