Es intensa la campaña de la hegemonía para hacer creer que Venezuela se está «arreglando», o incluso, más allá: que ya se «arregló».
Para tratar de darle alguna credibilidad a la referida campaña, en la misma participan figuras que no provienen de las entrañas de la hegemonía original.
¿Y qué se arregló? La crisis humanitaria sigue igual o peor. La situación de los derechos humanos, también. El control del poder por parte de Maduro y los suyos, es cada vez más arbitrario y despótico. Siguen haciendo lo que les da la gana.
Hay burbujas comerciales que pueden dar la impresión de un mejoramiento económico. Pero la realidad demuestra que los cambios reales en la economía productiva son una ilusión. Comenzando por la economía petrolera. La dolarización a las patadas no arregla la profunda crisis social.
¿Han habido «arreglos» en la educación, en la salud, en los servicios públicos? La respuesta es negativa. El caso del colapso universitario público es una expresión terrible de que las cosas vitales para el desarrollo no se arreglan sino que se destruyen.
No obstante, sí existe una cuestión que luce más «arreglada»: el continuismo del poder establecido. Ya la hegemonía no es exclusivamente roja sino que tiene dimensiones multicolor, así sean periféricas. Es notorio que una parte de la oposición política y de ámbitos económicos se «arreglaron» con el poder.
Venezuela no tiene que arreglarse sino ser reconstruida desde los cimientos. Para ello es indispensable superar a la hegemonía. No nos dejemos engatusar con la campaña del «arreglo».