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Y puede seguir empeorando… o sanar

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Al toparme hace unos días, por «casualidad», con un artículo de mi autoría intitulado «Lecciones aprendidas y tareas para el 2015», que se publicó en este mismo diario hace exactamente seis años, no pude dejar de lamentar el que lo allí señalado como necesario para salir del oscuro túnel en el que a la sazón se encontraba atrapada la sociedad venezolana, y que con el tiempo devino en una más infame prisión y en causa de mayor angustia, siga constituyendo hoy un conjunto de cruciales tareas pendientes de la nación.

El problema de que estas lo sigan siendo no estriba, sin duda, en una falta de comprensión de lo que Venezuela requiere para su auténtico desarrollo, puesto que ya entonces, como ahora, existía absoluta claridad acerca de ello, o como lo indiqué en el citado artículo, sobre lo que, por un lado, «en 1998 parecía una lección aprendida» pero que luego tuvo que ser innecesaria y costosamente confirmada por el devastador totalitarismo chavista para serlo en verdad, a saber, «que es la producción nacional —a gran escala— de bienes y servicios de diversa índole, la llave que puede abrir las puertas» de tal desarrollo, y lo que, por otro, es la mayor de las certezas que estos años de opresión dejarán como histórico legado —no solo a los venezolanos, sino también al resto de la humanidad—, esto es, que «sin libertades plenas no hay manera de impulsar dicha producción», o en otras palabras, una propicia para la mejora de la calidad de vida de quienes participen en ella, como de hecho lo demuestra de igual modo aquella China en la que una aparente prosperidad material, de la que no disfrutan las mayorías que la generan con el trabajo que realizan en condiciones de cuasiesclavitud, encubre la miseria espiritual que conlleva el vivir dentro de un sistema que constriñe la capacidad de elección en el día a día y que, por este motivo, impide una producción basada en el libre despliegue y mejor aprovechamiento del potencial humano, y la traducción de la llevada a cabo, de indeseada forma, en verdadero bienestar para ese importante segmento de la población mundial.

El problema, pese a tenerse claro en Venezuela que sin libertad no hay posibilidad de desarrollo y que con el chavismo u otro grupo autoritario en el poder no hay posibilidad de libertad, es la falta de compromiso en lo que a la asunción de una común estrategia para eliminar el escollo de la tiranía en el país se refiere; una falta de unidad —no de empatía o mutuo «amor», que nada tiene que ver con ella— dentro de un único camino cuyo resuelto tránsito sea la decisión de la mayoría que, como lo advertí aquel no tan lejano 1.º de enero de 2015, ha hecho que las agendas de mezquinas minorías prevalezcan sobre un deseo de cambio que la mayoría —carente además de un inteligente liderazgo— no ha sabido transformar en acciones efectivas para la recuperación de la libertad en la nación.

En ese momento expresé, respecto a tal compromiso, «que de no ser debidamente asumido […], será el doloroso recuerdo de una oportunidad perdida para desgracia de futuras generaciones»; justo lo que tiempo ha que comenzó a ocurrir y es cada segundo un presente en el que la desgracia se torna mayor que la del segundo anterior sin que se termine de tocar fondo, pues este no existe, lo que para millones convierte ese lugar común que tanto se repite, el «siempre se puede estar peor», en rampante dolor dentro de una inimaginable sucesión de situaciones que hacen lamentar el «¡no vale, yo no creo!» que se resiste a desaparecer de innumerables mentes dispuestas a creer a cada instante que lo peor pasó.

Ya el marco opresivo para el nuevo año puede distinguirse de manera diáfana. Ya pueden adivinarse todos sus detalles en el libreto de la farsa de Año Nuevo preparada por el régimen y cuyo rocambolesco nombre, «Operación Boicot», no aminora su perversidad. Más de lo mismo, pero aderezado con mayor violencia, crueldad y desparpajo.

Cosas cada vez peores, de seguirse la tendencia de de ese «más de lo mismo» de los dos últimos decenios, están por venir, y lo que mayor preocupación genera es ver también más de lo mismo en las propuestas del «interinato», aun cuando se esté planteando de un modo un poco más abierto desde esa instancia la necesidad de aquello en lo que muchos hemos venido insistiendo, a saber, la del respaldo de una fuerza de paz internacional que, dentro del territorio nacional, facilite el accionar emancipador de la ciudadanía venezolana.

Ante este contexto de lo que luce como más de lo mismo, luego de una consulta ciudadana que no se aprovechó para realizar planteamientos y enviar mensajes claros —y orientados a la pronta conformación de tal fuerza—, es difícil no preguntarse si se podrán obtener resultados distintos de los estrepitosos fracasos de los 22 años previos con iguales o similares estrategias.

En este turbulento inicio de año solo se puede tener la certeza de que, en Venezuela, las mencionadas tareas no son las únicas de crucial importancia que están pendientes y de que de lo que se haga o se deje de hacer en este 2021 dependerá, ora su sanación, ora la multiplicación de sus años de adversidad.

Espero no tener que escribir algo similar en 2027.

@MiguelCardozoM

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