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¿Y por qué tendría que ser de otra manera?

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María Corina

Foto EFE/ Miguel Gutiérrez

Hace poco, en un debate con buenos amigos en un chat de WhatsApp, hablábamos sobre el hecho de que la mayoría de los venezolanos en la inmigración se terminaban inclinando por apoyar opciones como las de Milei, Bolsonaro, Trump y un largo etcétera de liderazgos de este tipo. Algunos de los participantes decían no entender por qué ocurría ese fenómeno.

La explicación es más que simple. Se encuentra en el principio físico de la “impenetrabilidad de los sólidos”, que nos explica que dos cosas no pueden estar en el mismo sitio al mismo tiempo. Dicho en latín vulgar, si en un espacio no están los de izquierda, pues estarán los de la derecha y viceversa.

¿Qué pasa con el venezolano promedio que mira el mundo de los oponentes y de los aliados o los indiferentes con Maduro? Pues que sencillamente ve que en el espacio de los que se oponen consistentemente a Maduro están esos líderes de la llamada derecha mundial y en el espacio de los que coquetean con él, o se hacen los policías de Valera, están los de la izquierda.

Si Bolsonaro increpa duramente a Maduro y Lula dice que las violaciones de los derechos humanos del gobierno de Venezuela son “un relato creado por los medios de comunicación”, pues el venezolano promedio -85% rechaza a Maduro- sentirá más simpatías por Bolsonaro.

Si hasta hace nada Podemos estaba en el gobierno español y era su claro defensor porque le financiaba y Errejón (que aún está en el gobierno) hasta hace poco subía a tribunas con los ojitos de Chávez en su camiseta, mientras Cayetana Álvarez de Toledo, García Ayuso y voceros de Vox denunciaban los abusos del chavismo, ¿qué podemos pedir a este venezolano promedio?

Quienes hemos llegado a la política por el complejo camino de la lectura, la reflexión, la lucha estudiantil y universitaria y nos tragamos unos bodrios de manuales escritos por la Academia de Ciencias de la URSS y el librito rojo de Mao, que distribuían los Ochoa en la librería Viento del Este, deberíamos tener la humildad de entender que algunas exquisiteces ideológicas y políticas no son del interés de las grandes mayorías.

Con esa misma óptica “ideologizada”, muchos de los amigos que opinan “desde cierta izquierda” hacen la lectura de lo que significa la candidatura de María Corina Machado.

Así, es difícil comprender que ella está donde está precisamente porque se ubica en las antípodas de un gobierno que es rechazado por 85% de los venezolanos. Desde el púlpito de intelectual es muy difícil comprender a los cientos de miles de compatriotas (sobre todo los más humildes) en quienes despierta esperanzas y que le piden que llegue hasta el final; que no les decepcione y que les traiga a sus hijos de vuelta.

Desde estas tarimas del “pescueceo” teórico no se escucha lo que dice la gente cuando Machado habla de enterrar el socialismo. Para la mayoría de los compatriotas, el socialismo es una consigna dominguera que sirvió de coartada para que un puñito se convirtiera en millonarios, mientras la mayoría de los venezolanos vivimos en esta pesadilla.

La percepción del mundo y de las ideas ha cambiado y mucho, pero sigue siendo cierto que “el ser social determina la conciencia”. Si los que están arriba, no importa cómo se autodefinan, si de izquierda o de derecha, defienden sus intereses, su estatus, su nivel de vida, se encontrarán, tarde o temprano, con los de abajo tratando de sobrevivir arrancando los privilegios a los de arriba.

Las nuevas mayorías, la Gran Alianza Nacional que necesita Venezuela, deben brincar por encima de los prejuicios y las ideologías.

Comprender a la gente de a pie, con humildad, es un primer paso para lograrlo.

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