OPINIÓN

…Y no era el cambio climático

por Ramón Pérez-Maura Ramón Pérez-Maura
España

Foto EFE

No me cansaré de repetir que vivimos asolados por la mentira. Como bien decía el gran Jean François Revel en su magna obra La connaissance inutil (Grasset, 1988) «la mentira es la fuerza más grande de las que mueven el mundo». Cuando Revel sostenía esto hace 35 años, él hablaba de una explosión de la información disponible. Aquella cantidad de conocimiento que teníamos a nuestro alcance entonces era una verdadera marea frente a lo que el ciudadano medio podía disponer un siglo antes. A finales del siglo XIX la principal fuente de información eran los periódicos impresos. Y el conocimiento científico se difundía por las universidades presenciales a las que acudía una muestra simbólica de la población, una verdadera élite privilegiada.

Para 1988 teníamos radios y televisiones además de muchas más universidades. La información de la que hablaba Revel se había multiplicado en cien años. Pero en los últimos 35 se ha producido un incremento exponencial de la información disponible. Y de la desinformación, basada en la mentira las más de las veces. Desinformación también puede ser ofrecer algo de buena fe basado en un error. Pero el mentiroso no tiene buena fe.

En España hemos llegado a un punto, como hemos comentado muchas veces, en que Pedro Sánchez cree que la mentira es un instrumento legítimo que puede emplearse sin desdoro cuando la opinión pública se da cuenta de que le has mentido para tu propio beneficio. Las mentiras se pueden llevar por delante a Boris Johnson, pero no a Pedro Sánchez.

El Debate ofrecía ayer una entrevista con el portavoz de la plataforma Amigos de Monfragüe, Paco Castañares, cuyo titular era muy contundente: «No, señor Sánchez, el cambio climático no mata; mata la falta de gestión». Cuando eres un pobre hombre lleno de ti mismo, crees que todo lo haces bien y puedes echar la culpa siempre a alguien. Para Sánchez todas nuestras desgracias económicas de los últimos años se han debido a factores externos. Primero la covid y después Vladímir Putin. Sólo le falta decir que si no llega a ser por ambas, la economía española lideraría a las de todo Occidente.

Quienes tenemos una vinculación con el campo, promovemos explotaciones agrarias y cuidamos de especies salvajes, tenemos un conocimiento bastante más exacto que el que tienen Sánchez y sus ecolojetas de salón de cuál es la realidad del cambio climático en nuestras tierras. Toledo sin ir más lejos. Sabemos cuál es la clave: el mantenimiento y la limpieza de espacios forestales. Eso no quiere decir que no pueda haber fuegos esporádicos que surgen en la naturaleza espontáneamente desde que existe el mundo. Por supuesto. Pero la gestión de esos terrenos (¿para qué hay un Ministerio de Medio Ambiente?) debe permitir acabar con los incendios de forma rápida y eficaz.

Y hay otro factor del que nunca se habla: los pirómanos. Sánchez podría muy bien haberles echado un poco la culpa a ellos, pero se cuidó muy mucho de hacerlo, como no lo hace casi ningún político. Cual muy bien recuerda el marqués de Tamarón en «El calor y la mala sangre», la última entrada de su blog , la obligación de nuestros gobernantes sería contestar a estas ocho preguntas:

Mientras tanto, seguiremos hablando del cambio climático aunque el 11 de agosto de 1957 se registrasen 50 grados en Los Yébenes, Toledo. Y entonces nadie decía que el hombre estuviera provocando un cambio climático con los gases de los aires acondicionados y otros aparatos que todavía no existían. El cambio climático existe. El problema es que algunos lo quieren convertir en una causa política y es en realidad un hecho natural del que se ha apoderado una izquierda que se ha quedado sin discurso en su defensa de la ciudadanía. Igualito que la Memoria Democrática.

Artículo publicado en el medio español El Debate