Más de una vez hemos dicho que la política venezolana parece una suerte de laberinto elaborado por dioses cínicos, desaforadamente enigmático. Frente al cual no queda sino moverse con prudencia y paciencia, en la expectativa de que a lo mejor aparece alguna vez su hilo de Ariadna.
Recuerdo esto porque el presidente interino Guaidó y el usurpador Maduro (¿es así?) acaban de firmar un acuerdo, tutelado por la Organización Panamericana de la Salud, para manejar los aportes, hasta ahora nada abundantes, que se reciban del exterior para luchar contra el coronavirus. A nadie le escapará que esto es un operativo que, además de sus ventajas sanitarias, tiene una clara incidencia política: una suerte de reconocimiento de la sustantividad de ambas partes. Lo cual para Guaidó es una situación de hecho desde su inicio como presidente de la Asamblea, impuesto pistola en mano. Pero del gobierno es una sorpresa porque apenas ayer el honorabilísimo TSJ había reconocido al diputado Parra, de público prontuario, como legítimo presidente de la Asamblea (ayer desconocido por Europa, según el canciller rojo Borrell); se había perseguido y atropellado a familiares y amigos del autoproclamado jefe del Estado; la primera combatiente lo había amenazado con las rejas; se le acusó de invasor de la patria vía Macuto, jefe de una docena de combatientes; Maduro lo señaló como asilado en una embajada…
Tantos acosos que llevó a algunos opinadores a utilizar el tempo y las estridencias de los dramáticos para darlo prácticamente por muerto políticamente. Y no. Hasta algunos piensan que este recatado apretón de manos -firmaron un ministro y un médico asesor de la Asamblea- pudiese ser el preludio de nuevas y más estrechas aproximaciones, digamos que imprevisibles para no pecar de búsqueda de rating.
Por supuesto, desde Madrid el insobornable Antonio Ledezma condenó acordar lo que hay que ganar a plomo limpio, con el estridente y esperado acompañamiento del coro de insurrectos de las redes. Esto es ya habitual. Lo que sí es una interrogante interesante es el destino en todo esto de la mesita que como que cada vez se hace más chiquita e invisible. Los gringos dijeron que bueno y que malo a la vez o algo parecido. Continuará.
Pero lo que sí se puede afirmar es que el gobierno ha cedido al firmar de igual a igual con el autoproclamado. A lo mejor tuvo que reconocer su estatus en la comunidad internacional. Soy de los que piensa que un paso y hasta un pasito, para donde vaya, es positivo en el desierto en que estamos en que la inmovilidad es lo peor. Pero, voy más allá, creo que esto responde a una realidad posible que puede ser más espantosa que la espantosa que vivimos. Todos leímos los números de la academia, hasta Cabello leyó y dijo una frase para la historia, como aquella de “Muera la inteligencia” contra Unamuno. Esos números y más los han confirmado notables médicos. Por otra parte, la crisis económica sigue su caída vertical, con todo y petróleo y gasolina, y los distantes iraníes que están también para que los ayuden no van a hacer milagros. Una hambruna gigantesca pudiese estar en puertas y en ese extremo la gente sale a comer a como dé lugar; no es política, es biología. Y no lo van a hacer en nombre del materialismo histórico o el liberalismo anglosajón, ni por la Constitución o la democracia, es la sobrevivencia. Eso y la ya despiadada violencia de nuestros compatriotas armados, podría dar lugar a un caos pocas veces visto. Y es un posible bastante probable, un poco más, un poco menos. Yo inscribo el sorprendente acuerdo en ese escenario, en el caos. Es obvio que aquello de que esos tipos nunca van a soltar el coroto y por ende no hay ni que dirigirle ni siquiera la palabra tiene sus límites, todos los dictadores han intentado su perennidad.
Un pacto parecido al aludido ya se había solicitado en un documento hace unos meses, firmado por no pocas honorables personas. Si va a servir para salvar unas miles de vida, potenciando la ayuda exterior y cohesionando los esfuerzos nacionales, contra la amenaza planetaria del virus, valga. Y creo que no debería impedir la continuación de las luchas por la libertad, por unas elecciones presidenciales dignas, por salir del peor gobierno que ha padecido este país.
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