Se la podrá criticar, estar o no de acuerdo, pero nadie negará que la mayoría la reconoce y respeta, admiran su comprobada honestidad, aprecian su férreo empeño y severa perseverancia, valoran su envergadura en la coherencia y coraje sin límite; no miente, la ciudadanía lo sabe, no dudan de su autenticidad, seguros que planteará –gústele a quien le guste, disgústele a quien le disguste– lo que siente, piensa y reflexiona, por eso a veces incomoda.
Lo que plantea es difícil, no imposible, no manifiesta falsas esperanzas, y de ningún modo promete primaveras ni vacaciones. No es la frase de Churchill, pero es lo que propone. No tanto la sangre, de eso se encarga el régimen represor castrista-comunista, ni lágrimas que hoy se derraman en abundancia. Proyecta trabajo, esfuerzo, sacrificio, asumir al país como lo que es, una ruina sobre la cual debemos construir, levantarla ladrillo a ladrillo, con nuestras propias manos. De allí, su visión de país que dio a conocer en un magnífico documento: Operación de Paz y Estabilización (OPE).
Mezquino negar la existencia de otros dirigentes que se oponen frontales, incluso en demasía y con valor, al régimen represor, armado, dirigido por tramposos, amparados por forajidos de baja ralea, crueles y desalmados de implacables prácticas. La oposición venezolana tiene años de lucha, toma de calles, encarcelamiento, tortura, mujeres y hombres que han batallado sin parar, con errores y deserciones. Han modificado muchas veces estrategias, objetivos, propuestas y métodos, sin éxito. En cambio, María Corina es la única que estableció doctrina, convicción y camino, que mantiene sin alteraciones; el tiempo le ha dado la razón. Le dijo a Chávez en su mayor esplendor popular lo que ninguno se atrevió, lo que pensaba de él en su cara sin recurrir a intermediarios ni comunicadores.
La señora Machado es una estadista líder de la democracia, no piensa en las próximas elecciones sino en el futuro y nuevas generaciones; no se interpone en el camino ni se cuelga de las manos del interinato. Juan Guaidó, fue electo presidente de la Asamblea Nacional y cumpliendo su deber constitucional, asumió la presidencia encargada de Venezuela. María Corina fue de las más entusiastas promotoras del juramento; dejó campo libre de acción, ofreció ayudar, pero sin doblegar su derecho irrenunciable de pensamiento y parecer.
El régimen sacó del olvido a políticos atascados en rincones y oscuridades, creó una oposición sin gente, pero con altavoces pagados, con ellos y sus propios activistas trata de levantar un parapeto que busca oxigenar la legitimidad que perdió entre fraudes, mentiras, errores, torpezas, e incompetencia reiterada; funcionarios escogidos por sumisos obedientes y no capacidad profesional. Situación que desnuda al castrismo, pero coloca a la oposición en entredicho, cuando dialogantes insensibles en tono guasón y despreciativo susurran «hay Guaidó para rato», insultando al decoro, sin importarles tiempo y situación de los que soportan y resisten espantosas realidades: enfermedad, hambre, represión y muerte.
La oposición chapotea en defensa de sus propiedades, aunque se saboteen a sí mismos por no saber cómo planificar tiempos, calibrar al adversario y no entender el primer capítulo, sin el cual el resto de la novela no se vislumbra. La unidad sincera, no interesada ni conveniente. Existen perspicaces, incluso en el interinazgo acosado, sin embargo, maltrecho, acumulando descrédito abismal y comprometido en demasía, que enfrenta con pedanterías y esperanza a un totalitarismo brutal que por morder es capaz de morderse a sí mismo.
Cambiar la oposición es urgente, han fracasado, está demostrado, no están a la altura de los acontecimientos, así se comenta abiertamente en reuniones internacionales. En Estados Unidos, el malestar es innegable, los colaboradores que rodean al interinato están conformados en su mayoría por socialistas simpatizantes de Soros, el Che Guevara, Fidel y Allende, partidarios demócratas de Obama y Biden. Realidad que genera suspicacia, desagrado y erosiona el ánimo de la Casa Blanca a tomar riesgos. Es vital rescatarla, refrescarla, desechar intenciones y propuestas colaboracionistas, coqueteos con la Internacional Socialista y Foro de Sao Paulo, ambos dañinos y peligrosos. Se debe rechazar contundente la corrupción, el negociado como estrategia, promoviendo rendición de cuentas, aprendiendo de los errores y fracasos, demostrando intención de remordimiento y contrición, no empeñándose en continuar ejecutando las mismas tonterías, cargando en el morral cachivaches de viejos deslices que favorecieron la debacle y propiciaron la arremetida de un chavismo que mintió descarado a un pueblo harto, necesitado y ávido de sueños.
Lo hemos ensayado casi todo, se han perdido oportunidades grandiosas, pero si algo nos ha enseñado la perversión, inmoralidad y calamidad chavista, es que la solución no está en La Habana ni en Teherán, sino en tomar la verdad de que es nuestro país, hay que darse una nueva oportunidad, construyámosla; el ciudadano está unido, más de 90% rechaza esta ignominia comunista cubana madurista. Sigamos adelante, es un reto civil, un desafío ciudadano, ético, moral y por qué no, de la comunidad internacional. Y en esa vía ya tenemos una guía confiable a carta cabal. María Corina Machado.
@ArmandoMartini