La actriz Anna Kendrick hizo su debut en la silla de dirección con una cinta tensa y angustiosa, en la que narra una historia real que todavía desconcierta. Lo que le permitió a su primer proyecto mostrar la capacidad de la realizadora en ciernes para narrar historias complicadas y sobre todo, profundizar en el dolor de forma generosa y sensible.
En 1978, ocurrió un suceso que, todavía a la distancia, parece una combinación entre lo monstruoso y lo absurdo. En 1978 y en medio del terror causado por una sucesión de asesinatos idénticos en Norteamérica, The Dating Game era una de las islas de alivio para la asustada población. Lo que nadie podía imaginar era que, uno de sus primeros participantes, Rodney Alcala, era el asesino en serie que las autoridades de todo el país intentaban dar caza. Mucho más, que el despiadado criminal, conocido por su crueldad y habilidad para escapar a todas las pesquisas a su alrededor, tuviera la osadía presentarse en un programa de alcance nacional.
La directora Anna Kendrick, que debuta en la silla del director, tomó la historia y la convirtió en una forma de analizar la relación de la cultura estadounidense con la violencia. Mucho más que el horror que encarna un homicida serial es también, en cierta forma, una interpretación de la oscuridad del estilo de vida norteamericano. El resultado es Woman of the Hour, thriller con tintes dramáticos, que explora acerca del dolor social, pero también, la forma como la concepción acerca del mal contemporáneo se manifiesta. Con un sobrio sentido del sufrimiento, la directora logra plasmar una atmósfera de terror sin abusar de ella. Mucho menos, sin analizar la violencia y el sufrimiento desde lo sensacionalista.
Antes que eso, logra crear la sensación que hay una inevitable inclinación en occidente por la codicia de ser reconocido. Lo que el asesino, centro de la trama, encarna en toda su retorcida frialdad. Woman of the Hour es mucho más que un relato acerca de un suceso inexplicable. Es, también, una manera de replantear la cuestión acerca del mal contemporáneo, desde un punto de vista sutil que asombra por su buen hacer. Más allá de la violencia — que se muestra — o sus inmediatas consecuencias, está la perversidad de la impunidad, el horror del asombro por el hecho maligno máximo. Perspectivas que Kendrick maneja y reflexiona con elegancia.
Los terrores de una Norteamérica inocente
Uno de los puntos que más sorprenden de la película es que Kendrick no está interesada en la violencia por la violencia. Lo que queda claro en los tensos primeros minutos de la cinta. En 1977, la ola de homicidios de Rodney Alcala (Daniel Zovatto) no ha hecho más que comenzar. Por lo que la cinta lo muestra como un, en apariencia, inofensivo fotógrafo. Kendrick analiza el comportamiento depredador de su personaje y de hecho, uno de los elementos más interesantes de la película — que se repetirá varias veces en adelante — es la forma en que compromete su análisis sobre la crueldad, con el sufrimiento del que lo sufre.
La directora muestra entonces el método para asesinar de su tétrica figura central con una rigurosidad evidentemente aprendida de David Fincher. Pero allí acaban las posibles similitudes. Con un atrevimiento que sorprende, la cineasta explora en paralelismos entre las vidas de las víctimas y las brutales acciones del homicida. Paso a paso, Rodney Alcala abandona su lustre de lúgubre anécdota de la cultura de masas, para convertirse en algo peor. Kendrick no abusa de recursos para analizar el miedo ni, tampoco, tiene necesidad de hacerlo. Su tono maduro se enfoca en la idea que la muerte de cualquier víctima, tiene, además, una estela de consecuencias invisible. Lo que hace de la cinta una colección cada vez más articulada acerca del sufrimiento, de lo que queda después de un acto criminal total.
Para cuando la película comienza su tránsito hacia la anécdota centro de su premisa, la atención del guion se enfoca en Cheryl (también Kendrick), una jovencísima aspirante a actriz que intenta abrirse camino en el mundo del espectáculo. Es ella, la que lleva el peso de narrar lo que ocurre detrás de la cámara de un Hollywood misógino y sexista impensable en la actualidad. Pero también, la forma en que la violencia contra las mujeres, está en todas partes y se manifiesta de todas las maneras. Kendrick tiene cuidado al plantear la idea que las acciones de Alcala, es una expresión — de tantas — de la deshumanización que sufren sus personajes en diferentes estratos.
El dolor y el temor en Woman of the Hour
Tan hábil resulta esa metáfora, que para cuando el momento cumbre de la película llega, la percepción sobre la angustia total es adecuado y brillante. La cinta muestra los asesinatos de Alcala, al tiempo que a Cheryl aceptando un papel que no desea y de hecho, la pequeña oportunidad en un programa de citas, solo para encontrar su lugar entre sus ambiciones. El contrapunto es inteligente y aunque la directora falla en algunas de sus ambiciosas propuestas, es tan elegante como para que incluso, en sus momentos más bajos, dotar a la película de una enorme personalidad.
Cuando el momento llega para que víctima y agresor estén en el mismo espacio, Woman of the Hour muestra sus mejores puntos y analiza lo más sutil de su subtexto. Su final puede ser un poco anticlimático — lo es, en cierta forma — pero sin duda, no deja de brindar interés y capas de significado a la película. Un logro para celebrar en este deslumbrante debut de Anna Kendrick.