“¿Quién es Pearl Harbor?”, dice Sally White, el personaje representado por Mia Farrow en la genial película de Woody Allen de 1987: Radio days, cuando escucha la noticia del ataque japonés aquel domingo 7 de diciembre de 1941. Graciosa pero real forma de representar cómo fue recibida por las mayorías la noticia de que Estados Unidos, su país, entraba en la Segunda Guerra Mundial.
El “aislacionismo” había extendido la ignorancia e indiferencia ante la crisis que tuvo tan terrible final. Después vendría la indignación al escuchar los detalles por la radio y ver las imágenes en los noticieros del cine. Y el “Discurso de la infamia” del presidente uniría a toda la nación en la meta de vencer al Eje.
Documentales y películas han mostrado esta disposición del pueblo: los hombres con edad y capacidad para luchar haciendo largas colas para alistarse e incluso cayendo en depresión o suicidio si no eran reclutados, y muchísimas mujeres asumiendo el trabajo como obreras. Si en lo externo el mundo comenzaría la “americanización”, a lo interno el llamado “melting pot” (comprendido como “crisol de culturas”) junto al “american dream” serían llevados a su máxima expresión, aunque no para 120.000 “nisei” (ciudadanos estadounidenses con ancestros japoneses) ni para los afroamericanos.
Son muchos los historiadores que afirman, en lo referente al tamaño del Ejército de Estados Unidos, que se equiparaba con similares a los países de Europa Oriental. En número de soldados, tanques y artillería; se puede decir que sí, pero la U.S. Navy (la Armada) ya era la primera del mundo a la par que la Royal Navy. El problema con dicha flota era que al dividirse en dos océanos resultaba menos numerosa que la Imperial Japonesa en el Pacífico. Pero todo esto comenzaba a cambiar rápidamente ante las amenazas de la guerra, y entre junio y septiembre de 1940 el Congreso aprobó un programa para ser la más numerosa en cada océano (en comparación al Reino Unido y Japón). Y en ese mismo mes de septiembre también se dictó una ley de reclutamiento que se aplicaría a más de 16 millones de ciudadanos. La Ley de Préstamo y Arriendo (explicada en nuestro artículo respectivo cuando se cumplió el 80 aniversario de su firma en marzo de 2021) demoraba la primera meta y para tener totalmente entrenados a los nuevos soldados en sus primeras promociones se tendría que esperar hasta finales de 1942. Otro objetivo fue incrementar el tamaño de su Fuerza Aérea con el desarrollo de bombardeos estratégicos como el cuatrimotor Boeing B-17 “Fortaleza volante”, la producción se estableció ¡para casi 300.000 aviones en 4 años! En todo caso, después de Pearl Harbor se aprobaron nuevas leyes que aceleraron el incremento de la producción de armas y el alistamiento de todos los hombres entre 20 y 44 años (posteriormente, se eximen muchos trabajadores agrícolas del servicio militar). Para la primera mitad de 1942 era un país movilizado.
El gran cambio interno fue el socioeconómico cuando la nación con el mayor PIB del mundo pero cuyos gastos en defensa no pasaban del 2% del presupuesto anual, estableció por orden ejecutiva el 16 de enero de 1942 la llamada “Junta de Producción de Guerra”. Dicha Junta era la encargada de asignar las prioridades de toda la industria convirtiendo sus objetivos civiles en militares. Se puede decir que el Estado tuvo el control de la economía sin eliminar la propiedad privada, la consecuencia fue que se le dio prioridad a las grandes fábricas que tenían la capacidad de producir armas (las pequeñas cerrarían por no tener acceso a las materias primas). En general el crecimiento se multiplicó por tres, la deuda del Estado Federal por cinco. La consecuencia en la población fue un gran movimiento migratorio que afectó al 15%. Y las universidades más prestigiosas (MIT, etc.) firmaron contratos con el gobierno para desarrollar tecnología militar.
Los estadounidenses se sentían seguros al estar protegidos por dos océanos y la verdad es que nunca padecieron un ataque importante en sus costas y mucho menos el bombardeo de sus hogares. Pero en esas primeras semanas se vivió cierta histeria en algunos puertos o zonas cercanas al mar. El más famoso fue en Los Ángeles durante la noche del 24 al 25 de febrero de 1942 cuando falsas alarmas de ataques aéreos llevaron a la respuesta de las defensas, la consecuencia fue que tres personas murieron por accidentes de tránsito y dos por infartos debido al caos y miedo del ruido que generaron las baterías antiaéreas. Este hecho conocido como “La batalla de Los Ángeles” es recreado de manera ficcional en 1979 por Steven Spielberg en su película 1941, aunque adelantada en los días de diciembre de ese año. Un filme que fue un fracaso para el gran director y la verdad es que bastante mala, pero muestra el ambiente de terror y excesivo patriotismo. Los sucesos, sin duda, fueron estimulados porque el día anterior un submarino japonés atacó instalaciones petroleras cerca de Santa Bárbara, California, pero con daños menores.
El 9 de septiembre de 1942 ocurrió un ataque en los bosques de Oregon, gracias a un avión lanzado desde un submarino japonés que tenía la intención de producir el incendio de los mismos pero no tuvo resultados. Al final, el estado de miedo colectivo produjo una de las mayores vergüenzas para este gran país: el encerrar a los descendientes de japoneses que eran auténticamente patriotas en campos de concentración. El cine una vez más fue el que me permitió conocer esta realidad gracias a Karate Kid (John G. Avildsen, 1984) en una escena que no tiene que ver con las artes marciales y que les contaremos cuando en abril le dediquemos un artículo a tal hecho por cumplirse 80 años de la evacuación a dichos campos. La semana que viene trataremos el impacto de la Segunda Guerra Mundial en Iberoamérica, especialmente en nuestro país porque el 16 de febrero de 1942 submarinos del Tercer Reich hundieron al petrolero Monagas, lo cual costó la vida de tres venezolanos.
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