Una caricatura de mi amigo y colega Roberto Weil causó polémica. La misma mostraba tres barras verticales distintas: una azul grande con María Corina Machado y el pueblo bien arriba, una más abajo con el régimen inhabilitando a la candidata del partido Vente Venezuela y una tercera, más pequeña, en la que se representaban a varios candidatos conocidos de oposición mostrándoles enchufados a la barra del régimen. La imagen que compartió Roberto en sus redes sociales fue retuiteada por la propia María Corina desatando un vendaval de comentarios, algunos a favor y otros en contra.
Entiendo perfectamente ambas posiciones antagónicas, los que apoyan la caricatura y los que no, las cuales no se deben analizar con ligereza o de manera superflua; por el contrario, son un llamado de atención y análisis más allá de pasiones y fanatismos.
¿María Corina cometió un error al compartir dicha caricatura? En la ambigüedad que vive Venezuela, puede que sí, puede que no; lo más seguro es que quizás, como solemos decir de manera jocosa. Es un hecho que dicha caricatura refleja un tema que para los venezolanos es determinante y no hablamos simplemente de si María Corina es el nuevo mesías que hemos adoptado en nuestra desesperación y lo colocamos en un sitial del imaginario popular casi impoluta y al resto de la oposición se les rebaja a simples “enchufados”, metiendo a varios actores políticos en el mismo saco. Existe una realidad que no se puede ocultar y es que, en ese hermetismo y casi cúmulo de secretos e intereses que es la política venezolana, en esa sucesión de decepciones y mentiras descubiertas; es entendible la desconfianza que se tiene por algunos personajes políticos quienes en el pasado, de una u otra manera, han decepcionado al pueblo venezolano. Esta es una verdad innegable o hablemos, en este caso, de Brito, Parra, Rosales y otros seudoopositores en pleno ejercicio de sus cargos sospechosamente obtenidos y hasta tuiteando hace unos meses para agradecer a Nicolás por alguna dádiva recibida. ¡Pena ajena!
Roberto está en todo el derecho de manifestar su opinión con respecto a lo que piense de la política venezolana, se llama libertad de expresión y eso se respeta, siendo esta la esencia de la caricatura política de opinión. Queda de parte de los involucrados demostrar que dicha matriz está errada, pero a esta altura, es complejo. Es obvio que pagan justos por pecadores y esto es parte del resultado de más de dos décadas de decepciones, fracasos y un comportamiento errático, voluntario o involuntario.
¿Es inteligente la postura de María Corina con miras al resultado de la primaria y la necesidad de negociar con algunos de los caricaturizados de llegar a salir victoriosa? Ciertamente se debe aceptar que fue una acción polémica, pero es parte del empastelamiento que demuestra ser dicha primaria en la que los candidatos con mayor oportunidad parten inhabilitados y es obvio que el régimen no cambiará esa realidad. De por sí esta situación ya empaña cualquier acción y decisión que se tome en este camino que han decidido recorrer y la primaria termina pareciendo más un intento desesperado por no dejar de decir que se intentó algo, que otra cosa. Dicho proceso se asemeja más a una pugna de egos entre varios políticos, algunos con cierta credibilidad, otros de pasados sospechosos, un grupito sin la mística ni el liderazgo para aspirar y otros por simplemente echar vaina. Finalmente, el régimen, aunque a priori, pareciera en los papeles careciendo de los números para sustentarse en el poder (La popularidad de Maduro apenas llega a los 20 puntos porcentuales, de acuerdo con las más recientes encuestas de Datanálisis y Datincorp), sigue siendo gobierno, partido de gobierno, dueño de los principales feudos políticos del país, con estructuras y presencia en todo el territorio, además de ser dueño y señor del CNE, FANB, TSJ y todos los poderes del país, además de contar con los recursos necesarios, los cuáles no los posee ningún otro precandidato de la oposición, para comprar simpatías y conciencias.
El problema no es la caricatura de Weil, ni si María Corina, sabiendo el contexto que vive, se juega todas las cartas posibles y hasta puede que cometa errores en su afán por desafiar al régimen; el verdadero problema es entender que la división existe dentro de la oposición, motivo por el cual es más cuesta arriba pensar en capitalizar una victoria presidencial y dicha división permeó a los electores y a aquellos que se mantienen al margen del tema político, por decepción, hastío o porque sencillamente son parte del éxodo masivo de venezolanos que, seguramente, no harán parte de estas elecciones.
Solamente con transparencia, hechos palpables, unidad real, en bloque, determinación y un proyecto claro a seguir que no sea parte de la modalidad veleta que han mantenido varios políticos y partidos por años, no existe manera de derrotar al régimen en su propio juego y con sus propias reglas.
¿Será que lo entendemos algún día?
Tw y IG @fmpinilla
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