OPINIÓN

We the People

por Luis Beltrán Guerra Luis Beltrán Guerra

A la Constitución de Estados Unidos, hasta ahora una de las más prestigiosas del mundo, para identificársele es suficiente con escribir o pronunciar el título de este ensayo. Y para aquellos más inquietos meditar con respecto a lo que el pueblo se propuso estatuir a partir del 17 de septiembre de 1787 y lo cual ratificó el 21 de junio de 1788. Esto es, una Unión lo más perfecta posible, establecer Justicia, asegurar la tranquilidad interior, proveer para la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la Libertad”. En esa lucha se ha mantenido una de las democracias más sólidas del mundo durante ya casi 2 siglos y medio. Y la pregunta que surge es ¿lo habrá logrado? La contestación, obvia, ¡Y bastante!

Durante nuestra estadía en la Escuela de Leyes de Harvard tuvimos la ocasión, como aspirante a un poco más que un doctorado, de hacer amistad con Richard Parker, profesor de Derecho Constitucional y autor del libro Here, the People Rule: A Constitutional Populist Manifesto. Los otros dos maestros de un estudiante bastante más allá de los 40 fueron Roberto Unger, de ascendencia alemana y brasileña, y Stephen Marlign, del Departamento de Economía. La vetusta, pero siempre joven Cambridge, el escenario.

Los análisis que se han hecho del libro de Parker puntualizan con respecto a “la democracia, sus aspiraciones, sus peligros, aspectos a los cuales se contrae fundamentalmente la carta magna”. Para algunos “el manifiesto de Parker” conduce a calificar como ortodoxa “la idea de que el constitucionalismo y la democracia populista son opuestos”. Sostiene el académico, más bien, que “la misión de las leyes constitucionales, incluyendo, por supuesto, a la carta magna, es promover, no limitar, la expresión de “la energía política ordinaria”. Por tanto, ampliar, en lugar de limitar, el gobierno de la mayoría ha de ser la máxima. Las ideas expuestas revelan que el docente de Harvard no se refiere en su libro al “popularismo (Tendencia o afición a lo popular en

formas de vida, arte, literatura, etc. DRAE)”. Las fuentes revelan diversas apreciaciones con respecto al populismo y la que más nos atrae es aquella conforme a la cual es “una amenaza para la democracia”.  Con seguridad no es al “popularismo” al cual se refiere el profesor de Harvard. Más bien, a “la dimensión participativa en la democracia” y tanto en la integración de los poderes públicos, como en una determinante participación de la gente en los derechos y deberes que como sistema político ella supone, pero, también demanda. La apreciación del constitucionalista no guarda relación alguna con los debates entre populismo y democracia, para el investigador uruguayo Pablo Castaño, cada día más frecuentes en la literatura.

Parker pone de relieve “la energía política de la gente común y corriente”, puntualizando que ha de tomársele en cuenta, tanto en la hechura, como en la puesta en práctica de la Constitución. La propuesta constitucional será más seria en la medida de la amplitud en lo relativo a la participación del pueblo. Y esa es la pauta que insuflará más fuerza en lo atinente a la observación de sus preceptos. Se lee que aborda esta sensibilidad de una manera novedosa, a través de una obra de ficción sobre política, Mario y el mago de Thomas Mann. Y evoca nuestras actitudes más profundas y problemáticas sobre la energía política popular en nuestra propia democracia. El análisis concluye en que el libro Here the people rule propone la necesidad de una reimaginación del potencial populista del derecho constitucional. Desorientará –y luego reorientará– el pensamiento de todos los que se preocupan por la democracia y la Constitución. Sembrará una revolución intelectual basada en la experiencia y la sensibilidad de los ciudadanos. Oligarcas, plutócratas, sofistas y practicantes de la nobleza obligan a tener cuidado: sus procesos de control quedan expuestos por una mente profundamente iluminadora. Así está escrito y lo copiamos.

El lector que nos permita, por favor, recordar uno de nuestro viejos ensayos ¿El defensor de Biden?, en el cual anotamos: “En Paul Krugman se advierte con respecto a Biden, ‘valoraciones económicas negativas’, a juicio del académico resultado del ‘partidismo extremo alimentado por “the media de derecha”. Se refiere (Krugman) al “elefante”, capaz inclusive, de afirmar que la economía hoy es peor que la de l980, con un desempleo doble y la inflación en el 14%. También, hay una tendencia dirigida a “condenar toda idea progresista en marxista”. Preguntaríamos al profesor Parker, si este entuerto, en la sumatoria de unos cuantos más, con ocasión de esa especie de guerra fratricida en la cual se ha convertido la campaña electoral en la democracia mas desarrollada del mundo, revela un abuso, por no decir, un desconocimiento, a la máxima “Here the people rule”. Y cómo deberíamos interpretar la apreciación del profesor de la Universidad de Hamburgo, Peter Sloterdijk, para quien, como afirma en “las epidemias políticas” que “el populismo es la fase actual del malestar en la cultura”. Y consecuencialmente que ha de evitarse que “el cinismo de arriba se encuentre con el de abajo».

Por cuanto la palabra populismo, por supuesto, no en el sentido conforme al cual la utiliza nuestro profesor de Harvard, como venezolano no nos sentiríamos bien si no copiamos algunas de las consideraciones del académico David da Silva Pereira en lo relacionado con Caracas: 1. La revisión de algunos elementos del itinerario histórico contemporáneo para identificar los rasgos de movimientos populistas en cada realidad, 2. Desvelar las razones que los posibilita y 3. En qué medida se trata de una historia local en cuanto a las lógicas y a los intereses externos. La idea es que esos factores nos induzcan a comprender que sólo el contexto es capaz de iluminar el fenómeno identificado como populismo. La investigación de David da Silva Pereira, en su introito, no deja de preocupar: “Venezuela vive en medio de lo que a priori podríamos llamar una crisis socio política e institucional, con ciertas características propias. En el escenario externo, hay mucha discusión sobre la necesidad de mediación o incluso de intervención de fuerzas externas. En el plano interno, la sucesión del presidente Hugo Chávez por Nicolás Maduro, asumió nuevas formas y protagonismos. La economía, una vez más, fragiliza uno de los gobiernos latinoamericanos más prósperos del siglo XX, en medio de una caída acentuada del precio del barril del petróleo. No deja de ser importante en las cercanías de un proceso electoral presidencial a realizarse el próximo mes de julio.

Convencidos de que el libro de Parker no plantea, ni remotamente, que se está refiriendo al populismo. Y que su apreciación ha de entenderse más bien como la perentoriedad de que una de las razones para la existencia de la Carta Magna, es promover, no limitar, la expresión de “la energía política ordinaria”. Estimamos como necesarias brindar al lector algunas consideraciones de Jorge Bergoglio, no del todo imprudentes: “En Papa lamenta «el avance del liberalismo, que pretende explicar y conducir toda la realidad» pero también rechaza unas lecturas de la realidad que «utilizan como pauta interpretativa la del setentismo», que «viene del París del 68 o de cierta teología alemana extrapolada». Dice que «popular» es «quien logra interpretar el sentir de un pueblo» lo que «puede ser la base para un proyecto transformador y duradero», y que con frecuencia se tilda eso de «populismo», para descalificarlo. Aunque es cierto que existe «un sentido negativo cuando expresa la habilidad de alguien para instrumentalizar» al pueblo, últimamente el calificativo se ha vuelto «un ‘caballito de batalla’ de los proyectos ultraliberales al servicio de los grandes intereses», para descalificar a «cualquiera que intente defender los derechos de los más débiles».

Un encuentro entre el profesor Parker y Mario Bergoglio nos aclararía muchas cosas, pertinentes en este mundo convulso.

La sugerencia puede pasar por concluir repitiendo la frase “We the people”, a fin de proseguir pensando cómo nos entendemos. Y de pronto acompañados con el Antiguo y Nuevo Testamento.

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@LuisBGuerra