17 metales considerados tierras raras son los que están en el centro de la disputa entre Donald Trump y Volodímir Zelenski en medio de la guerra de Ucrania.
De un tiempo a esta parte el mundo ha comenzado a estar atento a lo que ocurre en este singular mercado. Estos elementos son utilizados para producir insumos tecnológicos de la industria de defensa y seguridad como tanques, misiles y comunicaciones militares. En igual medida, ellos forman parte esencial de la cadena de producción de computadoras, televisores, teléfonos inteligentes, al igual que de aquellos equipos vinculados con las tecnologías de punta en energías limpias y de descarbonización. Hoy es claro que la disponibilidad de estos elementos es crucial para la industria de baterías y similares.
Aunque el Pentágono desde 2017 ha dedicado centenares de millones de dólares para conseguir establecer una cadena de suministro confiable de tierras raras para su propio mercado, los resultados obtenidos han sido precarios. Para diciembre de 2023 China ostentaba una posición cuasi monopólica en el manejo de estos materiales: producía 60% de las tierras raras, pero procesaba y separaba cerca de 90% del mercado global a partir de materias primas importadas.
Fue en ese momento, a inicios de 2024, cuando el Comité de Competencia Estratégica entre Estados Unidos y China publicó un informe en el que llamaba la atención sobre acciones urgentes para promover la manufactura de elementos a partir de tierras raras tales como magnetos usados en la producción de vehículos eléctricos, turbinas de viento, teléfonos inteligentes y otra gran cantidad de productos. La razón es que Pekín acababa de restringir las exportaciones a Estados Unidos de tecnologías de uso dual para fines civiles y militares.
Cerca de 50% de las reservas globales de tierras raras están ubicadas fuera de China: Vietnam 19%, Brasil 16%, la India y Australia 10%, países todos con vínculos importantes con las dos mayores potencias mundiales, pero el elemento diferenciador entre estos dos gigantes está ligado a su capacidad de procesamiento. Es allí donde China le lleva un largo trecho de ventaja a Estados Unidos, provocándole una vulnerabilidad perniciosa en extremo. No solo Estados Unidos enfrenta un retraso tecnológico difícil de revertir con la celeridad que se necesita. China cuenta con la ventaja de poder ignorar olímpicamente las regulaciones ambientales que otras naciones respetan en los procesos altamente contaminantes de extracción de solventes inherentes a las tierras raras.
Hay que preguntarse si todo este intrincado laberinto geopolítico explica la avasallante política enarbolada por Washington en torno a la guerra de Ucrania y la determinación del Pentágono de hacerse de una posición privilegiada en torno a las tierras raras allí ubicadas. La respuesta es no: Ucrania cuenta con poco menos de 5% de las reservas mundiales.
Lo que sí está presente en el ideario de Donald Trump es que es preciso acortar la ventaja que Pekín ha construido a su favor en este estratégico segmento de actividad. La construcción de emporios en este terreno toma tiempo y la demanda mundial no espera: ella crecerá 40% en las dos próximas décadas. Para Donald Trump es indispensable cubrir el gigantesco gap de know-how que se ha producido con la China de Xi Jinping.
Veremos a Norteamérica, entonces, empeñarse en poner piedras en el camino de Pekín, armando alianzas poderosas con Brasil, la India y Australia en el terreno de provisión de tierras raras, al tiempo que desarrolla, puertas adentro, una capacidad doméstica sólida de procesamiento de estos insumos.