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A ese grupo maravilloso de mis actuales alumnos

del Doctorado en Derecho en la UCAB

Esta situación mundial ha devuelto al ser humano al Oikos; recordemos que por este se entendía, en la Grecia Antigua, “el conjunto de bienes y personas que constituía la unidad básica de la sociedad en la mayoría de las ciudades-estado (polis)”. Para constituirse las ciudades-Estado se dio un proceso llamado synoikismós, que alude, en el caso griego, a un proceso histórico mediante el cual los Oikos, antes separados, se fusionan constituyendo una ciudad-estado y conseguir, de esta manera, una mejor defensa. Surgen así las polis griegas.

Vale la pena detenerse un momento en el Oikos, puesto que al ser el origen de las ciudades- Estado, adquiere un profundo significado en esta coyuntura mundial, donde hemos regresado, sin aviso y sin protesto, como dirían mis alumnos abogados, a nuestro ancestral modo de vida.

Aristóteles explica (Política 1252b 12-4). que el Oikos es una “comunidad constituida naturalmente para la satisfacción de las necesidades cotidianas” y sus miembros son aquellos “que han sido criados con un mismo alimento”. Podría dilucidar algunas diferencias en la acepción de Oikos, pero solo señalaré dos; para unos, es la casa strictu sensu; en otro sentido, se extiende a las propiedades. Sea una u otra, el Oikos fue, nada más y nada menos, que el pilar de la sociedad antigua.

Algunos autores especializados en las culturas arcaicas señalan que, entre el Oikos y la Polis hay una clara oposición, puesto que el Oikos es el cimiento remoto que nunca se somete a la ley, incluso, en su origen etimológico, se encuentra la palabra “economía”; mientras que la Polis nace de la urgente necesidad de un orden “político”.

Hay un texto maravilloso de Eduardo Grüner, La Tragedia, o el fundamento perdido de lo político, sobre este aspecto y muestra cómo este conflicto entre Oikos y Polis fue representada en el Teatro Trágico Griego. Recomiendo su lectura.

Es importante recordar que la Polis, para los griegos, no era tan solo el centro político, económico, religioso, cultural; constituía su arquetipo de vida, el summum de la sociedad, que hoy llamaríamos sociedad civil. En ella se logra, de manera coherente, armónica, la unión de los intereses de cada individuo con los del Estado; ello se consigue mediante la ley; mientras que la integración de los intereses de la comunidad con los del Estado se alcanza por medio de la cooperación del ciudadano en los asuntos públicos.

La noción de ciudad-Estado tiene una divergencia fundamental con la idea que hoy se maneja de nación: para los griegos la Polis no es un espacio geográfico, un territorio; no; para los griegos, la Polis la constituye el conglomerado de sus ciudadanos. De ahí que, si el espacio territorial se perdía, por alguna circunstancia, pero la ciudadanía había subsistido y le era dado restaurar sus tradiciones en cualquier otro lugar, ¡la Polis se había salvado! ¿Podríamos decir lo mismo hoy?

Hablar sobre la formación del Estado requiere otro artículo, pero me basta recordar aquí que, a pesar de las distintas teorías acerca del surgimiento y constitución del Estado-Nación, hay un cierto consenso en aceptar que, por Estado-Nación se entiende “una forma de organización política, que se caracteriza por tener un territorio claramente delimitado, una población relativamente constante y un gobierno”. ​

Si juntamos todos estos conceptos, Oikos, Polis, Estado-Nación, dando pasos gigantes en la historia, ¿podemos mantener que, en estas circunstancias mundiales y, en especial, locales, aún conservamos los Estados-Nación? ¿Algunos los tuvimos en algún momento de nuestras historias? Cerramos las fronteras, volvimos a las murallas, desalojamos los espacios públicos, y ya no es la ciudadanía quien decide sobre los asuntos de la comunidad.

Pasamos del Estado-Nación al Oikos, sin ni siquiera pasar por la Polis. Aún más, es un Oikos más primitivo, porque el antiguo Oikos no era solo la familia, era todo el personal de la casa y sus bienes; y, hoy, ni familia, ni personal, y mucho menos bienes.

Hemos quedado reducidos a un espacio más arcaico que el de la Edad Oscura (1200 a. C. – 700 a. C.). ¿Será posible que hagamos valer la ciudadanía y con ella rehacer no solo la Polis, sino un verdadero Estado- Nación? ¿Hay ciudadanía?

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