A propósito de un tuit o trino que coloqué en mi cuenta de Twitter, más o menos así: “Volvería a votar por CAP mil veces. Mil veces, dije”, la cascada de respuestas no se hizo esperar. Algunas favorables y otras no, como era lógico imaginar. Más no los agravios al aludido político venezolano, Carlos Andrés Pérez, ni a mí mismo; improperios de toda naturaleza, groserías irrepetibles y abundantes galimatías sin sustento de ninguna índole.
Puedo entender que eso es parte de la dinámica de las redes sociales; pero no al punto de tener que soportar denuestos y estupideces de necios que no solo escriben en las paredes, sino en las redes también. Escriben como Remedios la Bella, que dibujaba animalitos en las paredes con una varita embadurnada de sus heces.
Por dicha me refugio en un estupendo aforismo del profesor Luis Yslas: “Si el insulto no es arte, es un bumerán”.
Quizá mi travesura haya generado esas reacciones, porque el aludido personaje tiene y tendrá siempre sus detractores, a ello se someten cuando incursionan en la política. No obstante, pude observar que mucha gente entendió mi propósito y no se calló toda clase de elogios y reconocimientos al Gocho.
Ahora quiero invitarlos a hacer memoria, y a la conveniencia de describir todos los actos contra CAP desde el Caracazo, su condena, las siniestras barbas del sátrapa Fidel Castro, el ascenso del golpista como conspiración.
CAP había descabezado las 2 intentonas militares y aunque algunos filibusteros le soplaban desconocer las instituciones, aceptó ser enjuiciado y el 8 de noviembre de 1992, el inmortal José Vicente Rangel denunció la supuesta malversación de 250 millones de bolívares de la partida secreta del Ministerio del Interior.
El fiscal general, entonces Ramón Escovar Salom, inició el antejuicio de mérito y el 20 de mayo de 1993 aquella cortesana corte suprema de justicia, comprometida hasta las vísceras en la conspiración para defenestrar al legítimo presidente Carlos Andrés Pérez, encontró méritos para el enjuiciamiento.
CAP aceptó la sentencia de una corte metida hasta los tuétanos en la trastada antidemocrática. El presidente CAP se sometió a los designios de la misma corte que después rechazó inhabilitar al golpista. CAP aceptó la espuria sentencia de una corte que le regaló al golpista la constituyente inconstitucional para que se cogiera el poder.
Por cierto, no olvidemos, y en mi caso con profundo respeto y devota admiración, la defensa de CAP dirigida por el eminente doctor Alberto Arteaga Sánchez, un magnífico tratado de derecho.
Querían un cambio, jugaban a la antipolítica, olvidaban la conveniencia de reivindicar la política como el deporte, el amor, la cortesía y las buenas costumbres.
Enfrascados en un loco cambio, apoyados en una supuesta épica de un desquiciado milico golpista, ruin, mediocre, resentido y delirante. Un uniformado de muy bajas calificaciones. Por cierto, por ahí pululan viudas y adoradores de una cachucha.
Conviene recurrir a la memoria, al estudio de la historia reciente, de lo favorable que ello resulta para no incurrir en los mismos o peores errores del pasado. Insisto, el 20 de mayo de 1993, la sumisa csj consideró que existían méritos suficientes para culpar a los involucrados en el supuesto caso de corrupción. Al día siguiente, suspendían al presidente CAP del ejercicio de sus funciones.
El 30 de mayo de 1996 la sentencia del magistrado Luis Manuel Palís condenaba a CAP a dos años y cuatro meses de arresto domiciliario.
Por si fuera poco, el 19 de enero de 1999 la extinta y cómplice corte suprema de justicia (minúsculas ex profeso) decidió que sí era posible consultarle al pueblo sobre convocar una asamblea constituyente. “Una asamblea nacional constituyente que elaborara una nueva carta magna acorde con los nuevos tiempos que le tocaría vivir a la República”. Así decía la inolvidable sentencia.
Imposible olvidar a aquella inefable exmagistrada y su peregrina tesis de la “supraconstitucionalidad”. Allí tienen, pues, cojan su “supraconstitucionalidad”.
En su momento, sin ser adivino, a mi entorno hablé del peligro que encarnaba el golpista al postularse como candidato a Miraflores. En casos similares y con cierta experiencia, uno podría atreverse a vaticinar los daños que pueden causar unos golpistas que llegaron al poder con sus ideas explosivas y planes diabólicos, con marcado resentimiento, y la infame intención de destruir a Venezuela, no sin antes llenar sus bolsillos con recursos del erario.
Caldera II sobreseyó al golpista y su combo, quien nunca fue a juicio por no confiar en la justicia. De allí que no fuera sentenciado. El difunto golpista nunca fue indultado, pues nunca fue a juicio, ergo, nunca fue sentenciado. Caldera II lo sobreseyó.
No es como algunos dicen por ignorancia jurídica y de los hechos. Chávez y su combo golpista fueron sobreseídos, no indultados. Hugo Chávez y 200 de su grupete incurrieron en el delito de rebelión militar en el año 1992, cuando insurgieron en contra de CAP.
En dos años Chávez y su grupete de golpistas nunca fueron sentenciados, por lo que no podían ser indultados. Recibieron sobreseimiento. Caldera no podía inhabilitar al golpista Hugo Chávez y su combo, porque la Constitución de 1961 no lo permitía. ¡Tremendo cambio!
También el expresidente CAP, en 1998 al enterarse del triunfo del golpista, exclamó su preocupación, advirtiendo sobre lo que nos esperaba, la destrucción de todo un país, sus instituciones y sus gentes.
Más que comprobado el gravísimo error de haber elegido a un enemigo de la democracia que consiguió destruirla desde su interior, un pésimo administrador con suerte que desperdició una posibilidad inédita de desarrollar a Venezuela. Socialmente, un militarista desquiciado que quiso pergeñar un Estado policíaco en permanente paranoia. Un delirante que acabó fragmentando a toda una sociedad que ahora, sin el muerto, como nunca fanatizada, espera por tiempos más violentos.
Parafraseando al Gabo: «Muchos años después, veinticinco y algo más, para ser exactos, frente a las urnas del enterramiento, el pueblo venezolano habría de recordar aquel día de diciembre en que una decisión desacertada lo llevó a conocer el duelo».
Réquiem por el presidente Carlos Andrés Pérez, defenestrado injustamente del poder por un gentío hasta las tripas metido en la cochinada que dio al traste con la democracia en mi país.
La memoria es de los demócratas, del autócrata el olvido.