Después de que el terremoto acabó con El Charaima y con varios edificios de Altamira y de Los Palos Grandes, mal construidos y sin culpa alguna para sus constructores, dijimos que nunca más volveríamos a ser los mismos necios de siempre y no fue así. Seguimos siendo los mismos necios y atrasados de siempre. Después de la catástrofe de Vargas volvimos a decir lo mismo y seguimos siendo los mismos necios de siempre. Peor: sometidos a una nueva y feroz dictadura militar narcótica. Esta vez ni siquiera pudimos festejar el 19 de Abril porque el país y con nosotros el mundo entero permaneció mudo con tapaboca y distanciamiento social, tocándonos afectuosa y mariconamente con los codos, lavándonos las manos y presos en nuestras casas sin saber cuánto tiempo estaremos confinados preguntándonos si después de esta comunista peste china volveremos a ser los mismos necios de siempre.
No celebramos el 19 de Abril y no nos pasó nada ni para bien ni para mal. Es de pensar que si dejáramos de festejar el 5 de Julio, las carnestolendas o de sufrir durante la Semana Santa y de lamentarnos por la muerte de Simón Bolívar en Santa Marta y no en Caracas, tal vez nos sentiríamos mejores personas imaginando que el general Gómez continúa vivo en Maracay y no tendríamos que soportar a los militares bolivarianos. Juan Vicente era déspota, pero un patriarca bondadoso con sus nietos; no tuvo sobrinos narcotraficantes y tampoco tuvo necesidad de multiplicar sus penes porque le bastaba decir que hombre que amanece con mujer se le debilita el carácter.
Al menos, mientras seguimos en cuarentena, siguen apareciendo reflexiones alarmantes: habrá que aceptar que nuestras rutinas familiares y laborales han sufrido sensibles alteraciones; no nos abrazamos como antes y mantenemos distancias sociales unos de otros como si fuésemos británicos (¡Penélope, dice la estirada abuela a la nieta adolescente: ¡solo acariciamos a los perros y a los caballos!). Aprenderemos a ser frugales, nos convertiremos en maestros de nuestros hijos en edad escolar; los obreros permanecerán más tiempo en sus casas clavándole nuevos hijos a sus mujeres; las computadoras eliminarán a los burócratas y obligarán a clausurar las oficinas y todo lo resolveremos desde nuestras propias casas, se multiplicarán los servicios a domicilio, obligaremos al sol y al viento a que resuelvan la falta crónica de gasolina y cultivaremos un sordo rencor hacia China y no descansaremos hasta no ver al chino de la esquina lavando la ropa convertido de nuevo en chino malico y lalón.
¡Pero es mucha la tarea que nos aguarda! Y la pereza no ayuda. Por eso creo que más bien seguiremos siendo los mismos necios y atrasados de siempre sin gasolina, sin agua, sin electricidad, pero con Nicolás Maduro al frente y con Maracaibo vuelto pedazos y Mérida fea y sin nada que comer.
Pero siempre habrá algún iluso o tenaz trepador político que en todo tiempo y lugar prefiere la Cosiata porque en Venezuela todo irá mejor, que Páez es más criollo que el grancolombiano Bolívar; que Antonio Guzmán Blanco no era tan codicioso y altanero como se dice y que los 115 millones de bolívares que tenía Gómez al morir en 1935, hoy, con Maduro, serían 4 piches dólares catastróficos. Te acordarás de mí: la peste china se olvidará pronto y te servirá de consuelo saber que nuestros muertos fueron pocos comparados con los de España, Italia o Guayaquil. ¿Que qué le vamos a hacer? ¡Es la misma vaina de siempre! ¡Échale la culpa primero al gobierno, después a los chinos y de último a la vieja que acaricia a los perros y a los caballos. ¡Y acuéstate a dormir, que amanecerá y veremos! Te lo digo yo, que tengo 90 años ¡y he visto a mucho muerto cargando basura!
Sí. ¡Lo mejor será que sigamos siendo los necios de siempre!
Veamos lo que tiene de positivo la nueva rutina. Daremos por aceptable la distancia social. Nada de efusiones ni besuqueos. Codo con codo y si no eres de mi mismo color olvídate del codo. Aumentará la distancia. Veré nuevamente al viejo oligarca estremecerse al escuchar a Federico Brito Figueroa en Pro Venezuela decir que José Tadeo Monagas concedió la libertad a los esclavos. El viejo se removió en su asiento y al oír al conferencista, murmuró: “¡Grave error!”.
¡No tendremos que esforzarnos mucho! Buena parte del trabajo lo han hecho Nicolás y su combo. Sin gasolina no hay autos rodando, luego hay menos contaminación. Con el azúcar excesivamente costosa la diabetes se detiene. Las prolongadas cuarentenas acabaron por acostumbrarnos a estar presos en nuestras casas. Pero con un aliciente: ¡Somos nuestros propios pranes! Si escribes que ha muerto alguien por la peste china vas preso; si no cierras la panadería que nos contamina también vas. Si toses, comienza a arrepentirte; si rezas dentro de la iglesia ¡que Dios te ayude! Si vas a la playa lo mejor que puede pasarte es que te ahogues. Si se te ocurre almacenar gasolina en tu propia casa, saca de ella todos los automóviles.
¡Ahorra todo el dinero que puedas y disfruta tus vacaciones yendo a China, pero llévate a Nicolás!