Mirar al pasado tiene sentido para prevenir el futuro. El regodeo en los sucesos cumplidos será un acto fatuo si no lleva consigo un espíritu visionario y renovador. Volver a los orígenes de la danza escénica surgida a principios del siglo XX, debe contener una mirada indagadora y transformadora. Así lo hizo Libertarios. Precursores de la danza moderna, programa escénico presentado los días 19 y 20 de mayo de 2008 por el Instituto Universitario de Danza en la sala Juana Sujo de la Casa del Artista.
El objetivo del proyecto fue desarrollar una investigación académica alrededor de un período histórico caracterizado por la búsqueda de sintonía de la danza artística con el nuevo hombre que surgía con la centuria. La danza moderna es un concepto si se quiere impreciso, que en forma amplia abarca las experimentaciones realizadas desde finales del siglo XIX hasta los inicios de los años sesenta del siglo pasado.
Danza libre, danza expresionista o danza moderna, han sido términos utilizados en distintas épocas y diferentes ámbitos para identificar los impulsos internos y las rupturas vividas por el movimiento como arte, que determinaron el surgimiento de una danza inédita poseedora de nuevas formas estéticas a partir de conceptos trascendentes. Libertarios buscó propiciar un encuentro con los postulados sorprendentes de los representantes de una corriente que trajo consigo el desarrollo de una danza inédita, menos evasiva y más comprometida con sus contundentes realidades.
Las vanguardias creativas de principios de siglo en Occidente, nacidas en medio de conflictos bélicos y gestas revolucionarias, depresiones económicas, epidemias, auge tecnológico y cambios sociales, tocaron también a la danza con su espíritu deslastrado y trasgresor.
Libertarios reconstruyó los aportes fundamentales encontrados en las obras de Loïe Fuller, Isadora Duncan, Ruth St. Denis, Ted Shawn, Doris Humphrey y Martha Graham, dentro del contexto de los Estados Unidos y Mary Wigman y Kurt Jooss, en el de Alemania.
Lo profundo de los contenidos de estas creaciones logró mantenerse vivo en el proceso de reposición y resolución final de la muestra, que estuvo a cargo de ocho de coreógrafos venezolanos en momentos de su plenitud profesional: Claudia Capriles, Rafael González, Vanessa Lozano, Félix Oropeza, Leyson Ponce, Inés Rojas, Macarena Solórzano y Luz Urdaneta. La concepción audiovisual de José Reinaldo Guédez brindó un adecuado marco contrastante entre pasado lejano e inquietante contemporaneidad.
El proyecto enfrentó un reto aún mayor: trasladar las particulares visiones de la generación pionera de la modernidad en la danza, a los cuerpos y sensibilidades de intérpretes de hace más de una década, en general pragmáticos y dispersos dentro de otras actividades. El desafío fue resuelto por jóvenes bailarines universitarios conocedores de los rigores de las técnicas corporales y también de los complejos procesos históricos de la danza.
Libertarios quiso traer a nuestro tiempo las ansias de rompimiento con el pasado y la asunción de responsabilidad con su presente de los hacedores de la danza moderna. El pensamiento radical de Isadora Duncan sirvió de colofón del recital coreográfico: “Si la danza no puede volver al mundo de hoy como vida, será mejor que permanezca en el polvo de la antigüedad”.
Diez obras históricas, creadas entre 1891 y 1932, representativas de las corrientes de la danza moderna estadounidense y la danza expresionista alemana, fueron especialmente reconstruidas para esta ocasión: Danza del fuego y Danza serpentina, de Loïe Fuller, encontraron en la iluminación un factor propiciador de una experiencia sensorial irrepetible. Fuller abrió paso para la valoración de la danza como una experiencia total y no meramente corporal y del espacio escénico como un ámbito de experimentación sin límites.
Querubín y Revolucionaria, de Isadora Duncan, aproximaron a dos etapas distintas de la contestataria creadora. Una, exaltadora de la naturaleza como generadora de expresión auténtica y a la Grecia clásica como ideal estético, y otra, promotora de los principios de la revolución rusa como personal compromiso político y existencial.
Ruth St. Denis, estadounidense, asumió que debía ser una bailarina oriental, cautivada por las formas de las danzas místicas. Radha, es una acción escénica inspirada en un mito de la India abordado desde el sentir de la danza libre occidental que surgía.
En medio de un universo de mujeres arrojadas, Ted Shawn apostó por la energía del cuerpo masculino como expresión posible para la danza. Polonesa, obra que reunió en esa época y de manera impensable a un grupo de bailarines hombres, aporta la visión viril de Shawn a ese mundo creativo esencialmente femenino.
Aire en sol, de Doris Humphrey, enfatizó en un interés definitivo de la coreógrafa por la composición en el espacio. Cinco mujeres parsimoniosas caminan y se entrecruzan creando una atmósfera espiritual de notables implicaciones esteticistas.
Martha Graham, a su vez, se contrajo por el dolor humano. Lamentación, es un unipersonal emblema de su autora, donde se sintetizó su pensamiento crítico y sus principios técnicos. La tensión y relajación permanente y el rostro crispado de su intérprete, forman parte de la iconografía fundamental de la danza moderna universal.
Danza de la bruja, de la alemana Mary Wigman, llamó la atención por la expresividad de su gesto y su énfasis en explorar las formas del teatro oriental. Acto solista de imperecedero impacto por su hondo sentido ancestral y ritual.
Finalmente, La mesa verde, de Kurt Jooss, representó un histórico y agudo alegato sobre el poder y el belicismo. La carga genuinamente expresionista de su discurso, sorprende todavía hoy por la plena vigencia de su contenido.
Libertarios. Precursores de la danza moderna supuso una minuciosa labor de reconstrucción coreográfica, a cargo de un grupo de creadores venezolanos de excepción. Hace un siglo la danza escénica evadió preciosismos formales e indagó en pensamientos e ideologías en la búsqueda de conexión verdadera con las realidades individuales y sociales de sus creadores. Aún hoy, se hace sentir su legado liberal.