Hoy, en Escandinopla, un hombre sabio me hizo un regalo… tan oportuno y tan bueno.
Mi amigo Gonzalo H. me contó este relato y lo quiero compartir:
Una vez, un niño se encontró en el jardín del balcón de su casa con una crisálida
y se maravilló al descubrir que algo se movía adentro.
Era la mariposa afanándose en salir de allí. Pero, él no lo sabía.
Buscó unas tijeras y cortó la crisálida que cayó sin más hasta estrellarse allá abajo.
Por supuesto, no hubo más crisálida, ni tampoco hubo mariposa.
Dejemos a la crisálida que siga su curso, pues.
Su solo nombre despierta encanto y curiosidades.
Aceptémosla,
accedamos a ese sortilegio suyo que nos habita.
Permitamos que su fuerza nos haga casa y nos levante
Vayamos al encuentro oportuno con las mariposas
Volemos
Estás ahí, ¿verdad que sí?