La cercanía de las elecciones argentinas y la celebración del quincuagésimo aniversario de la muerte de Allende llevan la atención al Sur y provocan reflexiones en las que convergen el discurso político con el económico, siempre con una doble perspectiva, la que mira al pasado y la que se proyecta al futuro, con la vista puesta en los grandes propósitos que necesitan plantearse las sociedades cuando están dispuestas a superar las equivocaciones del presente o las ilusiones alimentadas por modelos fracasados.
Dos declaraciones ejemplifican esta preocupación: la suscrita por los expresidentes de Chile en el marco de los 50 años del golpe de Estado, y, segunda, la de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) muy cerca de las elecciones del 22 octubre en ese país.
“Por la democracia, siempre”, la declaración firmada por el presidente chileno Gabriel Boric y los cuatro expresidentes Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, centra su atención en los compromisos de cuidar y defender la democracia, respetar la Constitución, las leyes y el Estado de Derecho, enfrentar los desafíos de la democracia con más democracia, hacer de la defensa y promoción de los derechos humanos un valor compartido por toda la comunidad política y social, y, finalmente, fortalecer los espacios de colaboración entre Estados a través de un multilateralismo maduro y respetuoso de las diferencias.
El espíritu de la declaración se expresa también en las entrevistas concedidas por Boric y los expresidentes chilenos días antes al diario español El País y en las que reflexionan sobre las fortalezas, debilidades y desafíos de Chile. Más allá de observar las dificultades de un estado de crispación política, los entrevistados coinciden en señalar la voluntad mayoritaria de llegar a acuerdos, de avanzar en la construcción de la paz social y de desarrollar una política que enfrente el gran desafío de la desigualdad y la urgencia de convertirse en un Estado de bienestar. Chile, dicen los entrevistados –y es allí donde convergen política y economía– necesita urgentemente volver a crecer y que la economía recupere su capacidad de crear fuentes de trabajo y bienestar.
Si la declaración chilena pone el acento en lo político, la del grupo de empresarios de primera línea integrantes de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) lo pone en lo económico. Recogidas aquí muy resumidamente, sus propuestas expresan un extenso, necesario y complejo programa de acción, válido para Argentina, pero aplicable a muchos otros países, a cada cual en su medida y con su urgencia. Esta es su ambiciosa propuesta: respeto y fortalecimiento de las instituciones, estabilizar la economía y equilibrar las cuentas públicas, garantizar la previsibilidad y estabilidad de las reglas de juego, reducir la muy elevada presión tributaria, reconocer y valorar el sentido de la rentabilidad y la inversión, asegurar la libertad de precios en un marco competitivo, crear y preservar empleos formales, canalizar el ahorro nacional por el sistema financiero y el mercado de capitales, impulsar las exportaciones, establecer marcos regulatorios que promuevan inversiones, garantizar una educación de calidad para todos, promover el diálogo entre la dirigencia política y la dirigencia empresarial.
Como corresponde a una organización de empresarios, el acento no puede sino estar en el papel de los ciudadanos y de los empresarios para la construcción del país, tomando siempre como base el diálogo y el propósito de servir a la sociedad, de asumir los retos permanentes de la productividad simultáneamente con los retos cada vez más exigentes del compromiso ambiental y social y del buen gobierno corporativo. Sirve para recordar al empresariado la obligación de generar valor compartido para la sociedad, de incorporar la sostenibilidad sin sacrificar la competitividad y la rentabilidad, de preservar los valores de la ética, la transparencia y la responsabilidad.
Las voces desde el Sur parecen decir más democracia, más libertades, más voluntad de acuerdos, más racionalidad económica.