Una de las principales funciones de un partido, que se considere como tal, es la búsqueda de vocación de poder, la cual está en la formación técnica posible de los cuadros que le permitan ser gobierno, o la captación de los ya formados. No es tarea fácil y requiere de muchos años de organizarse en términos de burós o fracciones de profesionales del más variado nivel y especialización. No se requiere ser un genio para saber que, históricamente, y ante las elecciones gremiales, hubo abogados, médicos, enfermeros, economistas, periodistas, psicólogos, entre muchas otras profesiones, partidistamente organizados con sus equivalentes de técnicos medios y superiores. Era más difícil reclutar, por existir muy pocos, a matemáticos, físicos, químicos u otros profesionales afines con la rama más científica, pues se encontraban a tiempo completo en las instituciones académicas. Se consideraba como partido a aquel que podía montar, así fuese parcialmente, un gobierno con sus ministros, viceministros, directores generales y de línea, por ejemplo, o todos los altos funcionarios de gobernaciones y municipalidades.
Por supuesto que esto no ocurre en la actualidad. Se ha de creer que el partido es un club de fans de su jefe superior, vedette o candidato. Y como el PSUV es el único que ha gobernado en lo que va de siglo y saboteado las elecciones de los colegios profesionales para impedir su renovación, con la ayuda de los altos tribunales o cualquier artilugio legal, la oposición no se ve forzada a trabajar tan importante terreno. Además, si fuere poder, ahora, lo sería por instantes con la colocación de las viejas figuras y la improvisación de aquellos que fueren, simplemente, amigos. Para muestra, un botón: con las muy contadas excepciones del caso, el servicio exterior, diplomático o las representaciones del ya desaparecido interinato de Guaidó resultaron un fiasco, repartido entre cuatro partidos aliados. Y los técnicos petroleros son los que ellos dicen, así de simple, a objeto de rellenar las empresas del ramo en el extranjero y cuadrar las cuotas partidistas, lleno de algún amigo o conocido, en resumen, más de los que hemos criticado en 20 años de régimen.
No es que el PSUV haya formado, cuidadosamente, grandes cuadros para gobernar. En verdad, tampoco lo ha hecho. Por el contrario, se ha visto obligado por más de dos décadas a sacarlos de la Fuerza Armada Nacional, para a su vez repartir cuotas a un sector que es parte de su entramado gubernamental. Parece comprensible, por ejemplo, que la almirante en jefe y ahora alcalde de Caracas tenga un personal militar activo o retirado de confianza para su desempeño, porque no es otro el ámbito en el que ella se formó, pero no luce lógico que Jorge Rodríguez, al presidir la Asamblea Nacional, confíe casi, exclusivamente, en los oficiales militares designados, ya que no fue ese ámbito natural de su formación personal, y chavistas ha habido como arroz en los predios parlamentarios de los que se presume la especialización legislativa.
Insistir en recuperar la institucionalidad de los partidos políticos es parte del reto que debemos enfrentar en estos últimos años y, más aún, previo a las elecciones presidenciales del 2024. Porque los partidos dejaron de ser una maquinaria diseñada para participar en la competición electoral, para convertirse en partidos de cuadros que están solo sobreviviendo y sin una clara vocación de poder muy parecida a los que permiten a otros la toma de decisiones que deberán acatar todos sus miembros, sin excepción.
Ese poder de decisiones nos pertenece a todos y cada uno de nosotros los ciudadanos, ello si se trata de un régimen político democrático, conviene advertir; advertencia obligada para aquellos que solo responsabilizan a los políticos, que sin negarlo, son parte de la catástrofe en la cual estamos metidos. Por esa misma razón, conviene reflexionar que la vocación de poder debiera ir acompañada de la vocación por el derecho o el respeto a las leyes, puesto que solamente dentro de este respeto es posible la paz social, la libertad, la justicia y la igualdad de oportunidades y condiciones humanas iniciales básicas, la dignidad y los derechos fundamentales de las personas, entre otros valores.
Es obligación de todos los que hemos insistido, resistido y persistido en el trabajo por la democracia en estos dos últimos decenios, continuar en la búsqueda y el fortalecimiento de aquellos valores (entre ellos, el deseo de acceder al poder como la posibilidad de servir a los ciudadanos y al país) que harán de Venezuela un país al que todos deseen regresar y donde todos deseemos permanecer. ¿Quién se anota?
@freddyamarcano
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