Desde el punto de vista etimológico Vladimir es un nombre propio interesante, común y silvestre en casi toda la Europa oriental. Vlad es un sustantivo que significa dueño y se complementa con el sufijo verbal que implica la acción de subyugar, el derecho al poder. Es raro pero no hubo Vladimires en la milenaria historia de los aristocráticos zares ni en su entorno inmediato. Lenin lo asumió como inicial revancha justiciera comunista donde el camarada es rey sin dios ni corona.
Vladimir Putin es el primero de los gobernantes del Kremlin en el siglo XXI que aparece en la lista imperial soviética de sus gobernantes ungidos como emperadores absolutos para dictaminar el destino de cada ruso y sus oponentes bajo bendición cristiana ortodoxa. Curioso detalle.
A diez días de la criminal invasión que implementa en la todavía libre e independiente Ucrania , este obsesivo soldado del espionaje en Alemania occidental -desde hace veinte años jefe presidencial- persiste en su proyecto de eliminar como y donde sea a quien se le oponga. Por sus órdenes han sido envenados a cercana y larga distancia funcionarios y periodistas que se atrevieron a cuestionarlo. Su actual adversario público, Alexéi Navalni, los representa, milagrosamente a salvo del mismo procedimiento y ahora de nuevo encarcelado luego de una larga huelga de hambre.
Por eso es normal que proyecte su delincuencial anormalidad psiquiátrica de pretexto ideológico y lo aplique como sistema genocida expansivo para recuperar el imperio zarsovietista ocupando el suelo ucraniano. Le dio triunfos en otros territorios ajenos como el sirio, donde en Duma (abril, 2018), utilizando químicos gases tóxicos, mató a decenas de niños y así garantizó el poder de su aliado, el tirano Bashar al-Assad.
¿Y la ONU con su Consejo de Seguridad y la OTAN? Bien, gracias. Saben redactar discursos, reclamos, proclamas, lamentos, pero sus estatutos no les permiten más. Entonces ¿para qué sirven? Hoy, por vergüenza, debido a que la tercera guerra mundial ya iniciada es cibernética y las imágenes impiden alegar el “no sabíamos” como lo hicieron anteriores organismos equivalentes durante la Segunda Guerra, bueno sí, mandan armamento y ayuda humanitaria para justificar su parasitaria existencia.
Allí no concluye la gesta del Stalin-Führer Vladimir. Sus ensangrentadas manos consagran a un tocayo nacido en Venezuela. Padrino López, su hombre en el Fuerte Tiuna Miraflores adornado con los títeres Maduro y Cabello. Pues tal como la definió su militar libertador y pensador político en su hora más negra, el padre de la patria: ”Venezuela es un cuartel”.
Sí, tuvo cuarenta años democráticos gracias a militares civilistas, constitucionales, dirigidos por cultos y honestos estadistas forjados en el duro exilio y la clandestinidad. Pero la bestia uniformada regresó, persigue, apresa, tortura, suicida, ejecuta y asesina bien afincada por su modelo más preciado, el ruso Vladimir.
Ah , pero de la casi nada que puede ser un actor comediante, surge otro Vladimir que por fin reivindica éticamente ese nombre de raíz popular en versión ucraniana, Volodimir, de apellido judío Zelinski. Electo presidente por mayoría del 73% de votantes que sí eligen y por eso ahora dirige con honor la valiente resistencia contra Putin, el asesino de individuos y masas.
Algunos psicoanalistas recomiendan aliviar angustias y tensiones a través de distracciones lúdicas. Esta del juego con nombres iguales en su aspecto, pero de repente con dos actuales diametralmente opuestos en la práctica, resulta un tanto aliviador, al menos por una breve pausa.
Sí, muy corta, porque se informa sobre el incendio y toma de posesión de la central nuclear ucraniana Zaporiyia, cerca de Chernóbil, lo que ya sin dudas indica que el destino europeo y del llamado mundo libre depende de un ejército robotizado cuyo jefe supremo es un demente cavernario.
alifrei@hotmail.com