Haciendo honor a su costumbre, esta semana Putin, el neo Zar del imperialismo ruso, amenaza con usar su arsenal de armas atómicas contra Occidente si sus enemigos -OTAN y Estados Unidos- se atreven a enviar su actualizado armamento defensivo a la debilitada Ucrania. Ya despachó como de paseo turístico a Cuba un submarino nuclear con fragatas armadas para advertir que no juega con las palabras. Tiene poco pueblo pero sus soldados del aire, tierra y mar son obedientes. Carecen de opciones y de un mínimo derecho a cuestionar las órdenes del Kremlin. Nunca hubo democracia en su historia y la autocracia sube a su máxima potencia, siempre con el aval de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.
Su discurso contiene múltiples vocablos de fobia vengativa contra quienes permitieron la caída del Muro y en un elevado tono de represalia. La sociedad rusa calla mientras los escasos disidentes individuales y grupales, uno tras otro, desaparecen. Es el infierno tan deseado por izquierdas de salón, aula y guerrilla.
Sistema contagiado a la por ahora mayoría estadounidense que en noviembre elige nuevo presidente. Su ídolo es Donald Trump, quien también esta semana avisó el tamaño de su desquite cuando recupere la Casa Blanca. Sacará de la cárcel a todos los culpables del fatídico episodio “6 de Enero” porque son heroicos y auténticos patriotas martirizados por los demócratas traidores, el presidente Biden a la cabeza. Hará la reforma judicial de la Constitución original (1787), cuya premisa es “Nadie puede estar por encima de la ley” y él, Donald Yo el Supremo, podrá garantizar inmunidad a todo autócrata presidencial presente y futuro.
Acusa como delincuentes a todos los venezolanos que huyen de la dictadura y logran traspasar fronteras o esperan permisos para ingresar legalmente. Así, este nieto de migrados alemanes enfatiza su odio letal en un país fundado por inmigrantes y abierto a quienes buscan trabajo digno en libertad. A su favor políticos de estilo “bananero” matizado con toques raciales de los WASP -el blanco, anglosajón y protestante- sin mezclas, secundados por el habitante rural o pueblerino promedio de poca o nula educación mediana ni superior. Al igual que su admirado Putin, requiere de masas ignorantes porque son fácil presa para la sumisión absoluta.
Delcy Eloína Rodríguez Gómez, vicepresidenta del autoelegido régimen castrochavimadurista, es la representante de todos sus mandatarios y funcionarios militares y civiles. Ella y su hermano Jorge Jesús, presidente de su Asamblea Nacional, confiesan sin ambages el motivo de su odio incurable al sistema democrático. El asesinato de su padre José Antonio, de comprobado prontuario, fue líder fundador de la marxista Liga Socialista y secuestrador del empresario William Niehous. Murió infartado bajo tortura ejecutada por cuatro policías de la Disip condenados a prisión.
El conjunto de esa mafia empoderada se proyecta por la misma vía de la vendetta. En un sector por su lógica elemental del cobro: “Tú robaste, yo también y nada tienes que reclamar”, apoyado en su dirigencia radicalmente anticonstitucional que acude al ajuste desde soborno, amenaza, espionaje, desaparición, secuestro, tortura, cárcel y asesinato de quien protesta, difiere y se organiza para recuperar el Estado de Derecho. Necesitan un pueblo analfabeta, desnutrido y mendicante. Lo sostiene el corrupto militarismo revolucionario.
Hay un agregado porque hace siete días un profesor de bachillerato confesó que hambreado dejó su oficio para sobrevivir en un puesto como fabricante y vendedor de chicha. Delcy Eloína, muy excitada, lo felicitó públicamente por su “emprendimiento”, un llamado a imitar el “resuelve” castrocubano.
Los tres que titulan esta nota -guion para una clase cuyos alumnos son de la cibergeneración ultrazeta- lucen diferentes pero son el mismo musiú con diferente cachimbo.
Para profundizar en el tema desde un nivel académico impecable, Moisés Naím entrega su investigación en La revancha de los poderosos (Editorial Debate, 2022), donde al detalle documentado explica los mecanismos tramposos que sirven a las autocracias tradicionales y populistas para revertir y destruir el ordenamiento de las democracias en el siglo XXI.
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