OPINIÓN

Vivir y morir en el destierro                                                                 

por Luis González Del Castillo Luis González Del Castillo

Dedico el presente artículo a la memoria del coronel Julio del Valle Rodriguez Salas. Integrante de la Promoción General en Jefe “José Ignacio Pulido”. Egresado de la Academia Militar de Venezuela el 5 de julio de 1974, falleció el pasado sábado 14 de noviembre en la Florida, Estados Unidos de América.

“Que veinte años no es nada” reza el tango. ¡Pero no es cierto no lo creamos! Han sido suficientes para destruir más de cuarenta. Destruir siempre ha sido más fácil que construir. La que se creía sería la definitiva etapa democrática venezolana fue transformada en esta pesadilla que ha arrojado a casi seis millones de venezolanas y venezolanos por el mundo, desde su pequeño espacio inicial de llano, costa, andes, selvas o ciudad de Venezuela, hasta otros cualquiera en esta Madre Pachamama que, según la cultura ancestral boliviana sería la madre de todos para vivir en armonía. ¿No es así primo?, como nos preguntaba Alí Primera en su canción al lago de Maracaibo.

Si, imagino que ustedes están tan asustados por todos los crímenes y robos que han cometido en la patria de Miranda y de Bolívar que, sintiendo que no tienen escapatoria a los juicios que vendrán y correspondiente prisión, no hacen más que huir hacia adelante, involucrando e importando desde el Medio Oriente, no solo cohetes, sino cada vez más la  cultura del enfrentamiento y el odio del tipo “sunitas versus chiitas”. Esa división del pueblo árabe que se remonta al siglo siete a la muerte de Mahoma. Ustedes se entienden como shiitas que representan el alrededor de 10% de los musulmanes y a nosotros ( según como ustedes nos conciben y dominan por armas) nos miran como a sunitas que representamos el 90% restante. Ustedes imponen y manipulan procesos divisionistas, con gran habilidad tengo que reconocerlo, dentro de los cuales está la convocatoria a un proceso electoral de ratificación del “eso no es lo que nos importa realmente” a una elección de Asamblea Nacional que no representará la verdadera soberanía venezolana.

De otro lado está una dirigencia partidista, que no podemos considerarla dirigencia política, porque lastimosamente no sabe interpretar la “voz” que debe salir de la realidad de las calles y de los hechos que, día a día, nos secuestran el presente, y marcan el devenir de los días, semanas, meses y años, transformándose en décadas de tiranía y destierro para la mayoría, dentro y fuera del territorio. El convocar contra esas elecciones era, y aún es el más fácil elemento cohesionador de la protesta que, no solo ausente al pueblo de la misma sino que la denuncie, desobedezca y se rebela contra una elección que sólo acentuará la dominación dictatorial, sobre la libertad. Pelearse internamente para pulsear contra los que ya cansados de errores y traiciones a anteriores luchas se mantienen distantes. Como si se tratara de una burla, se les intenta nuevamente preguntar, como en el jueguito del “gallo pelón”: ¡no, no es que si, es que si tú quieres que organice y ejecute una verdadera estrategia y acción de lucha de liberación de Venezuela!

El tiempo inexorablemente nos va marcando a todos, para bien o para mal. Se van despidiendo compañeros de lucha y momentos estelares que nos exigieron lealtad, claridad y consecuencia para, corajuda e inteligentemente, jugar nuestras barajas dentro de esta vida que, como juego de póker se puede fingir en apariencias, como cada juego tiene su término y resultado.

Este domingo 22 de noviembre 2020 hicimos una oración para despedir a ese luchador por la libertad, que tomó renuncia a Hugo Chávez a la presidencia de la República aquel abril de 2002; el consecuente compañero coronel Julio Rodríguez Salas. Desde el destierro y a su memoria pedimos al arquitecto del universo porque la cobardía del Alto Mando Militar existente en Venezuela quede atrás, a ver si se entienden y ponen de acuerdo para tomar la renuncia total a los poderes pusilánimes existentes actualmente, para reunificar la República en la Casa de Miranda y de Bolívar, que debería ser entonces y para siempre la casa de todos.

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