Usualmente hacemos depender el presente del futuro, cuando es justo al revés: el futuro, el mañana, dependen del presente. Cuando vivimos en el ahora, en el hoy, centrados intensamente en lo que tenemos entre manos, la vida fluye más ligeramente hacia el mañana, pues en lugar de angustiarnos por lo que vendrá (que no sabemos nunca si saldrá como lo hemos planeado), acogemos con gratitud lo que ya vino.

En estos tiempos que vivimos dramáticamente lo que sucede, alguien podría refutarme diciéndome que no se ve un horizonte que ilusione. Esto ocurre porque queremos cambios rápidos, determinantes, que nos aseguren un mejor vivir. Es cierto que tenemos muchos años en esta lucha por el cambio. Estamos cansados y tal vez, desesperanzados. Tenemos un gobierno autoritario que parece imposible remover de sus cargos. No vemos, quizás, los focos de vida y esperanza que algunos políticos están haciendo brillar. María Corina ha traído luz a nuestro panorama. Ha sabido jugar limpio superando las artimañas del gobierno que la inhabilitó. Hay una dirigencia confiable que ha entendido las necesidades de los venezolanos. Trabajar arduamente por hacer conocer al nuevo candidato es una tarea que todos tenemos asignada. Hacer esto, por ejemplo, es vivir en el presente: un presente que debe implicarnos a todos cada día, cuando asumimos la tarea cara al 28 de julio.

Hablar con la gente, estimular a cada persona con la que nos encontremos cada día es, sin duda, vivir en un presente del que dependerá nuestro futuro. La esperanza se transmite a cada persona con la que tratamos, cuando la saludamos con alegría. Esta última es contagiosa si está bien fundamentada.

Que esta lucha, que es existencial, espiritual, nos encuentre muy unidos a Dios, de quien provienen todas las cosas buenas. El ve nuestras alegrías, nuestras tristezas y nuestras luchas. Ese vivir día a día me recuerda al caminar del pueblo de Israel por el desierto. Muchos querían guardar el maná que caía del cielo “por si acaso faltaba mañana”. Dios no lo previó así. Cada día traía su maná, pues la esperanza y la confianza en Dios se probaban cada día. Ese Dios que tanto nos ama quiere nuestro bien. Si el mal es abundante, como a veces lo cercioramos, es para que nos apoyemos en El cuando espera nuestra petición de ayuda.

Venezuela será más madura, pues ha sufrido mucho. En el país necesitamos mucha gente buena que trabaje y que ore, pues la remoción de gente tan dura y malvada necesita de la oración de todos nosotros. Dios nos ayudará si sabemos pedirle con insistencia.

 


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