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Vivir en el exterior

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Tuve la suerte de poder viajar a Europa para visitar a mis hermanos y tíos que hacía tiempo que no veía. El asombro siempre se apodera de uno en esas ciudades que llevan siglos formándose. Son sociedades que han trabajado por ser como son y por eso tienen lo que vemos hoy. No es suerte, ni magia: es trabajo y sacrificio de siglos. Nosotros somos jóvenes y arrastramos defectos y vacíos de años y con estas autocracias que implican un retroceso, los esfuerzos más sanos tardan en lograr sus objetivos.

Lo primero que se impone cuando uno admira esas ciudades es la belleza de una arquitectura de siglos muy bien conservada. Otra cosa que asombra es el maravilloso sistema de transporte público. Podría decirse que uno no necesita el carro. El sistema de salud, el cual pudimos vivir desde dentro, puesto que un familiar se cayó y se fracturó el fémur y fue atendido de maravilla gracias al seguro de viaje que cubrió todo en un Hospital público, es admirable.

La educación es fabulosa. Hay escuelas públicas y privadas, como en todas partes, pero las públicas, como las que conocí, no tienen nada que envidiar a las privadas. Es difícil hacer una lista de todas las bondades que ofrece un país europeo. Uno siente que estamos a años luz de esos estándares de vida que exigen ciertamente mucho al ciudadano, pues los impuestos son altos y suponen esfuerzo. Lo que ahora vemos es el resultado de muchos siglos de formación, de crisis y guerras, de críticas implacables a su sistema y organización. La historia y la cultura se aprecia en cada rincón. Estas ciudades son tacitas de plata muy bien cuidadas a lo largo de los años.

Nos topamos con muchos venezolanos que nos reconocieron por el acento. Los había en los más mínimos pueblos como en las grandes ciudades. Todos manifestaron que no querían volver. Conocimos a uno que había sido funcionario del Cicpc. Nos contó que varios de sus amigos estaban escondidos por Europa, porque habían sentido que eran perseguidos. Nos contó que él formaba parte de un grupo de oposición del Cicpc. Este es uno de los tantos que no quiere volver.

Da mucha tristeza encontrarse con tantos venezolanos que dejaron el país y no quieren volver. Da dolor, también, los que ahora mismo están pensando en irse. Los próximos meses, sin duda, serán un detonante para que muchos jóvenes quieran buscar nuevos rumbos afuera, pues dependiendo de lo que suceda tras las elecciones, muchos querrán encontrar un futuro en otras latitudes.

A los que estamos aquí nos toca generar una reflexión acerca de nuestra situación, con el fin de aprender a resolver nuestros problemas, así como han hecho todas las sociedades que hoy vemos con admiración. Tenemos que autoconocernos, estudiarnos a nosotros mismos, criticar todo lo criticable, para luego enrumbarnos por nuevos derroteros que puedan hacernos más prósperos y felices. Lo importante, también, es que reconozcamos nuestras virtudes, pues apoyándonos en lo bueno podremos superar lo malo. Que aprendamos a unirnos, a reencontrarnos, a superar los personalismos y egoísmos: ¡a eso estamos llamados hoy!

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