OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Venezuela es una sola

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Y tenemos que ponernos de acuerdo en una única premisa: la Venezuela que tenemos y la que queremos. Si todos compartimos el punto de partida, será más sencillo compartir también el sentido de dirección: ¿dónde estamos y hacia dónde hay que ir?

La Planificación Estratégica precisamente permite, a partir de un entendimiento común, tomar conciencia de que hay que hacer las cosas bien, posibilitando visualizar el futuro e identificando los recursos, principios y valores requeridos para transitar desde el presente hacia el futuro. Queremos proponer un camino que no solo nos saque de la trampa/crisis en la que estamos, sino acompañarlo con un mapa de ruta preestablecido para alcanzar los resultados, que nos ayuden a romper paradigmas. Engancharnos más al futuro como fuerza atractora, que al pasado –sin por eso olvidarlo– como fuerza retardadora.

El “qué” es la visualización, la Venezuela que imaginamos; pero no solo se debe saber hacia dónde ir, sino cómo dirigirse hacia ese lugar. La gerencia es el “cómo” y es lo que a veces resulta más importante que el “qué”.

El rol de la gerencia es cada vez más relevante y es la causa visible del éxito. Se trata del arte de manejar recursos y orientarlos al logro de objetivos, el balance entre método y el resultado, entre el esfuerzo y el logro, y entre la eficiencia y la eficacia. Por primera vez, habrá que pensar gerencialmente, a través de la elaboración de un plan estratégico que ayude a Venezuela a transitar estos ajustes hacia el futuro. El país ya está preparado para una nueva etapa en la que se hable de un cambio y de un plan gerencial ejecutable.

Para lograrlo, quien lleve las riendas del país deberá mantener una visión y una mirada estratégica que lo mantenga a “37.000 pies de altura”, lo que en gerencia se conoce como visión satelital; porque mirar desde arriba sigue siendo la mejor manera de no perder la visión de conjunto, y conocer la posición relativa y la trayectoria de cada una de las variables involucradas, con el fin de poder cambiar las prioridades sobre la marcha.

Sin perder de vista el contexto, para ciertas decisiones se podría bajar a lo que se conoce como visión de helicóptero, a “1.200 pies de altura”, donde, si bien no se está “en tierra” todavía, es posible observar con mayor detalle. Se planifica a “37.000 pies de altura”, y se reconfirma con visión de helicóptero.

En otros casos deberá bajar necesariamente a “tierra”, completando lo que se denomina el componente bottom-up (de abajo hacia arriba) de la estrategia, que significa tomar en cuenta lo que hay abajo, a nivel de detalle, para equilibrar la estrategia del avión, conservándola fresca todo el tiempo. Teniendo en mente la mirada desde arriba, del bosque en su conjunto, entonces hay que bajar y apreciar en esa perspectiva lo que vayamos encontrando.

Los planificadores deben tener capacidad predictiva para aplicar los cambios necesarios y mantener la agilidad para moverse en el peor ciclo recesivo e inflacionario de la historia del país, con reglas de juego variables y con un entorno hostil. Siempre haciendo lecturas para tratar de interpretar el impacto de sus decisiones –las que se toman y las que no–, porque cada vez el plazo de acción se va haciendo más corto.

No quisiera perder de vista la visión satelital, desde la cual se observa la posición relativa del país con respecto a la geopolítica mundial. Eso nos coloca, necesariamente, en el ámbito geopolítico americano y europeo, el cual debe privilegiarse, y tomar distancia del resto del mundo sin por eso ni ignorarlo, ni dejarlo fuera de las relaciones internacionales.

Pero bueno… “esto es lo que hay”.

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