OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Una visión industrial para tener en cuenta

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Venezuela se ha caracterizado por industrias intermedias y finales, es decir, basadas en la agregación de valor de otros países -tomando como referencia la Zona Industrial II de Valencia- son industrias de ensamblado, intermedio y casi final; lo cual significa que estábamos dependiendo de materia prima importada y de productos intermedios que veníamos a terminarlos en el país.

El único sector donde, internamente, se arranca de la materia prima propia y se agrega valor nacional hasta que se coloca en el mercado es el de las empresas básicas de Guayana, y también en el sector petroquímico.

Por otra parte, también están las industrias electro intensivas, la cuales se trasladaron hacia la zona de Guayana, creando un polo industrial basado en la energía hidroeléctrica. Eso significa que, para utilizar la electricidad como materia prima en la intensidad que hace falta en esas industrias, podían estar solo en esas zonas.

Las refinerías también son electro intensivas y están lejos de la provisión de energía hidráulica, siendo dependiente de la generación térmica. En ese sentido, en la energía necesaria para la producción petrolera, se dio un proceso de ciclo cerrado donde la misma energía primaria (gas asociado) que se sacaba de los pozos petroleros, era la que se utilizaba para alimentar el mismo pozo petrolero; también se hablaba del gas (gas seco, gas húmedo, gas condensado), el cual era utilizado para mover los generadores eléctricos que servían para la misma producción petrolera; es decir, la autogeneración –la industria petrolera se convirtió en un circuito cerrado en sí mismo, donde ellos mismos generaban la electricidad que allí se consumía para la refinación de petróleo-.

Por eso en paralelo, cuando se hablaba de la energía hidroeléctrica, se consideraba que había que medirla en términos de barriles de petróleo equivalentes, lo cual para la compañía Edelca –quienes eran encargados del proceso- significaba la cantidad de barriles de petróleo que no se utilizaban para generar energía y que, por consiguiente, se podían utilizar para exportar, y eso se lo atribuía como una especie de ingreso referencial a la industria hidroeléctrica.

Tanto la producción petrolera como las empresas básicas eran burbujas que estaban separadas del resto del parque industrial, el cual empezó a convertirse en un cliente más que competía por la energía de la misma fuente. Cuando se produjeron los primeros colapsos de energía hidroeléctrica por problemas estacionales, empezamos a contrastarnos con un modelo de negocios energético que servía para la industria petrolera y para las industrias básicas, pero que no consideró al sector industrial donde, por una parte, hubiera sido importante aislarlo de la parte comercial y residencial; y por la otra, impulsar nueva generación térmica dedicada.

En vez de eso, se obligó a las empresas a la autogeneración que los llevó a comprar sus propios generadores y se creó una ley especial, donde los excedentes de generación que pudiera tener una industria, los tenía que “vender” al sistema interconectado. Esto último finalmente no ocurrió porque las empresas, al darle un plan especial, todas importaron un equipo, pero muy pocas llegaron a utilizarlo porque se siguió dependiendo del sistema interconectado.

El sistema interconectado tenía la fortaleza y la vulnerabilidad de contar con un solo canal de transporte de energía; es decir, cuando cae el sistema interconectado, cae todo en cadena. No existe forma de que sobreviva alguno de los sectores críticos, por ejemplo, el sector industrial.

Hace falta generar una matriz energética, que no solo reconozca la geografía y los centros de carga, sino que, además, pueda especializarse por sectores, evitando los costos de transformación de un tipo de necesidad, como la residencial y la comercial, de otras como la petrolera, empresas básicas y sector industrial en general.

Si uno tuviera que pensar en un modelo industrial para Venezuela, debería tener dos vertientes:

1) la necesidad del mercado, de productos a los que se le agregue valor en el país.

2) la posibilidad de la ventaja comparativa, donde se tenga fortaleza en las materias primas sobre las cuales construir una oferta industrial.

La diferencia que debería haber con el pasado está reflejada en lo que era la industria automotriz en Venezuela, la cual llegó a tener de 10.000 a 12.000 trabajadores y cuyos vehículos (producidos localmente), no tenían la calidad de uno producido en el exterior y fuera hasta 3 veces más costoso; todo por proteger 10.000 empleos y por proteger una industria incipiente.

Ciertamente hay que proteger dicha industria para que se fortalezca, pero solo si en la proyección va a tener ventajas competitivas y podrá ser sustentable en el futuro. La industria automotriz en Venezuela se encontró con que no sería sustentable en el futuro por cuestiones de precios y de mercado, porque solamente abriendo la importación –con impuestos razonables y lineales-, ya perdía competitividad.

El mensaje más importante para la industria es que no debe volverse competitiva solo por tipo de cambio favorable, sino por productividad. Por ejemplo, la dolarización obligaría a ser realmente competitivo porque en términos de dólares se notaría, con toda claridad, que los precios son mucho más altos en Venezuela que en el exterior; y si la única moneda fuera el dólar, automáticamente se preferiría utilizar ese dólar para comprar lo barato y de mejor calidad afuera, que comprarlo adentro.

Ya no podemos seguir pensando en proteger la industria incipiente porque, en realidad, ya estamos en otra etapa y en otra época; eso era razonable cuando Latinoamérica estaba comenzando su proceso de industrialización. En estos momentos, intentar proteger una industria, por ejemplo, automotriz, que es competitiva en Argentina o Brasil, sería ni siquiera figurar en el mercado.

El diseño de la industria debería ser, quizás, donde el país sea importador de productos terminados, y productor y exportador de productos intermedios. Por ejemplo, si nosotros nos especializáramos en puertas y alguna otra parte del vehículo y lo exportáramos, con el producto de esa exportación podríamos importar carros en precios más asequibles para el consumidor interno.

No podemos colocarnos en la liga de producir un carro completo, sino focalizarnos en segmentos específicos, donde tengamos competitividad y diferenciación competitiva para producir y exportar un producto intermedio que va a ser parte de un producto final que vamos a tener que importar.

Entonces, lo que debemos plantearnos es no pensar en el modelo burbuja que hemos venido trabajando en los últimos 70 años, sino trabajar en un esquema de segmentos especializados, es decir, que, si no tenemos la capacidad de producir un bien en su conjunto, sino sólo una parte cuya exportación nos genera los ingresos para importar el bien final que lo estará ensamblando otro país.

Cualquier otra manera de llevar la industria, en este caso automotriz, nos haría retroceder a los años setenta, tener que buscar proteger a la industria y hoy en día sólo se puede proteger a la industria que ya es competitiva, pero que podría perderla por aranceles o por política monetaria (tipo de cambio e inflación). Por ejemplo, lo que hace Estados Unidos es protegerse… No es proteger a su industria para que crezca porque está bien desarrollada, sino proteger su industria vía aranceles para que otros países no le quiten competitividad.

La desinversión industrial que está presentando Venezuela le da la oportunidad al país de volver a arrancar y hacerlo, no con la tecnología con la que salió y abandonó, sino con la que está  en el mercado en ese momento.

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Lo que no fue noticia (y debería serlo)

• Que entre el levantamiento de sanciones y la primaria de la oposición se está configurando un nuevo mapa para las empresas, que requiere actualizar la hoja de ruta y colocar “banderitas” nuevas en el lugar donde no se puede pisar porque hay una mina, y puede explotar. El mapa de la semana pasada ya perdió validez.

• O que de aquí a fin de año no habrá cambios en la deriva económica, con recesión y estancamiento, y con inflación y devaluación crecientes. Los efectos positivos se sentirán recién a mediados del 1er trimestre de 2023.

• Ni que, como era de esperarse, los alacranes y escorpiones se pronunciaron en contra de las primarias. Son personas sin representatividad popular y claramente afectas al gobierno. También desde el chavismo se pronunciaron en contra. De estos últimos era de esperarse… ¿pero de los autollamados opositores de la AN? Cada vez está más claro quién es quién; y se entiende un poco más cómo es que con el desastre de país que tenemos no haya una sola voz en contra que se levante en esa AN. Y uno los reconoce porque atacan y critican más a la oposición que al propio gobierno… atacan más a María Corina, que a Maduro… extraño tipo de oposición.

• Tampoco que la ventana de oportunidad que dan las sanciones levantadas, debería inducir a retornar al esquema de liberalidad que regía hasta el año pasado, y debería formalizarse al dólar como moneda de curso legal, tanto para la banca, como para el mercado de valores, y para el sistema contable y de tesorería de las empresas. Cuanto menos Estado en el sistema empresario, será mejor para todos; especialmente para el gobierno y para el país y su gente. De otra forma, no habrá manera de capitalizar esta oportunidad que nos dan los americanos de operar libremente en el mercado petrolero.

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