Saber hacer la tarea es menos frecuente de lo que parece. No hay que olvidar que para que un país tenga la posibilidad cierta de generar un premio Nobel hacen falta cientos de millones de dólares dedicados a la investigación, una cantidad muy grande de estudiantes de promedio 20 en las universidades y cientos de profesionales brillantes trabajando en investigación durante largos períodos sostenidos en el tiempo, por mencionar solo unos pocos requisitos.
A estas alturas, creo que todos estamos claros en que no se puede seguir improvisando. Cada vez más hace falta llevar a la práctica aquello de «zapatero a tus zapatos».
En general, cuando las cosas salen bien, casi siempre uno pudo haber anticipado que iban a salir bien, pues las condiciones estaban dadas; pese a que a veces, salen bien por casualidad, o por factores externos a las posibilidades reales (aunque las condiciones no estén dadas). Pero eso puede pasar una, dos y hasta tres veces, aunque la suerte no ayuda tanto. Y para que las cosas salgan bien, el factor suerte debe ser minimizado y cubierta la diferencia por trabajo genuino y responsable.
Casi siempre (y en múltiples casos comprobables, en individuos, empresas, países e instituciones a nivel mundial), las cosas salen bien solo cuando las condiciones están dadas para que salgan bien. No son golpes de suerte, ni tienen un pariente o un amigo que ayudó, ni fue el concepto de la viveza criolla. Eso no existe.
El éxito, el sostenido en el tiempo, el de buena calidad, el que es para enseñar y recordar, casi siempre es producto del trabajo, la especialización, la constancia y, por, sobre todo, la honestidad. Es interesante revisar hacia adentro cada una de nuestras empresas, instituciones (públicas y privadas), gobierno, y país como un todo, y preguntarnos si las condiciones están dadas para ser exitosos. Si será una sorpresa, o si será la consecuencia natural de una combinación de factores tal, que inexorablemente, a la larga o a la corta, conduzcan al éxito.
Hay infinidad de casos para tomar en cuenta como referencia para evaluar el contexto dentro del cual nos estamos moviendo; e identificar cuáles son aquellos factores que nos ayudarán a cambiar (factores habilitantes), así como aquellos que nos dificultarán ser exitosos (factores inhibientes). Debo mencionar que esta técnica debería ser de uso diario de la gerencia, pues de otra forma permanentemente tomaría decisiones equivocadas.
Todos los días un buen gerente se apoya en los factores habilitantes, y trata de combatir los inhibientes.
Para que un país genere un premio Nobel hacen falta cientos de millones de dólares dedicados a la investigación, y una cantidad muy grande de estudiantes de promedio 20 en las universidades, así como cientos de profesionales brillantes trabajando en investigación, durante largos períodos sostenidos en el tiempo. Aun así, puede que no se dé ni se obtenga; pero las condiciones estaban dadas para que así fuera. Si pese a no tener ninguna inversión o esfuerzo, el premio se obtiene igual, es más atribuible a la casualidad, que a la orientación estructural al logro.
¿Si una empresa está interesada en conocer el perfil de sus clientes, en anticipar sus necesidades, y en consecuencia diseñar productos y servicios focalizados, entonces se espera que dedique algunas energías en lograrlo; en otras palabras, que si uno “lee” el organigrama de esta empresa, deberá encontrar un departamento, o task force, con gente preparada y con el presupuesto suficiente como para lograrlo? SI esto no es así, entonces no está estructuralmente orientada al logro. Y sus éxitos serán casuales, y nunca sostenidos en el tiempo (esta afirmación puede no ser cierta en mercados imperfectos o de alto contenido monopólico).
El concepto de orientación estructural al logro no es otra cosa que tener o contar con la infraestructura necesaria para lograr un objetivo concreto. La sola voluntad no tiene sentido si no se tiene con qué.
Para entender mejor este concepto de la preparación interna que debe tener una empresa, debe reflejar lo que se llama orientación estructural al logro, y tener además elementos de autoevaluación. He preparado el cuadro de esta página, el cual quiero complementar con la siguiente explicación: para una empresa, son su visión y su estrategia; para un gobierno es su plan de gobierno o promesas electorales, para un instituto o ente gubernamental son los decretos o leyes de creación.
Todos tienen un «norte estratégico» que lograr y requieren de una organización, unos procesos, una tecnología y, por supuesto, gente adecuada para lograrlo. En cada caso la mezcla es diferente; no hay soluciones lineales. Es más, las soluciones lineales tienden a ser más peligrosas cuanto más grande y dispersa es la empresa, corporación o ente gubernamental. Específicamente en el caso del gobierno debe cuidarse que sea muy focalizado, según los objetivos que tenga.
Para poder integrarnos a los mercados globales en forma consistente en productos distintos al petróleo, deberemos posicionar nuestras empresas de forma tal que seamos capaces de firmar y cumplir contratos de largo plazo, con volúmenes constantes, calidad predecible y uniforme, capacidad de obtención de materias primas globalizadas y focalizadas, consistente, así como acceso a mercados financieros estables.
Para que esto sea posible, nuestras organizaciones deben «mostrar» que pueden; que no es solo la intención y la buena voluntad; que detrás hay investigación y entrenamiento, y que los recursos son sólidos, y duraderos. Tanto a nivel de empresa privada como de gobierno, hay que mostrar que estamos en el camino correcto, que no es el de las marchas y contramarchas, el de la desinformación y la promesa no cumplida o postergada.
Hay que planificar y asegurarse de que el plan es realizable. Y entonces sí comenzar a trabajar sobre seguro. Orientación estructural al logro suena como muy sofisticado, pero no es otra cosa que trabajar con profesionalismo, seriedad y honestidad. Ya es tiempo.
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