OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Restaurar equilibrios económicos

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Se puede hablar de un sistema económico en equilibrio cuando cada componente contribuye, de una forma relativa, para que el conjunto también funcione. Sin embargo, cuando una de esas partes se sale de equilibrio, la estabilidad del propio sistema corrige ese elemento para que vuelva a su sitio de origen.

Cuando tienden a volver a la normalidad se llama equilibrio estable, donde cada variable tiene un peso y al distorsionarse tiende a acomodarse; pero cuando no se acomodan por si solas se le denomina sistema con equilibrio inestable.

Es importante tomar en cuenta el sistema de precios de una economía, que se tiene que parecer a los valores referenciales de trueque. Al tener los conocimientos de los montos equivalentes y los de los precios relativos, por sentido común, los precios deben entrar en una cierta razonabilidad.

Normalmente, los precios de referencia se establecen por la producción de bienes y servicios, considerando los elementos de su propio sistema de costos para llegar al precio final. Sin embargo, cuando todo es importado y con diferentes tipos de cambio, entre el regulado y el libre, no existe una relación horizontal entre los distintos productos, y esto se debe a que no hay un sistema de precios de referencia que los integre.

Para restaurarlo, hay que dejar fluir los precios y los costos y evitar que el Estado intervenga en forma distorsiva. Cuando hay altos niveles de importación, es posible trasladar con ella las referencias de precios que hay en el exterior y así alinear el sistema interno. En ese proceso se deben liberar los aranceles a las importaciones y permitir que los precios del mercado interno alcancen valores relativos. En los casos donde el sistema económico se encuentra distorsionado, la única opción viable es pegarse a los engranajes del exterior.

El impacto de las medidas del párrafo anterior, sobre un nuevo sistema de precios de referencia estable, será con un aumento relativamente grande de los precios, el cual, al principio, será el tope máximo del sistema de precios. Este, además, deberá estar complementado con una oferta amplia de bienes y servicios (que minimice la cartelización), debería presionar a bajarlos hasta alcanzar el nivel definitivo con inflación cero, o muy baja.

Pero los ingresos, especialmente por salarios, no se moverán de la misma forma y presentarán un atraso de tal magnitud que hará que aquellos que estén alrededor del salario mínimo, encuentren, prácticamente inaccesible, los bienes y servicios de esta nueva economía. Ahí es cuando realmente tiene que intervenir el Estado, con un esquema de subsidios directo a las personas por todo el tiempo que dure la transición hacia la estabilización.

Tal vez los planteamientos de los párrafos anteriores no sean tan complejos de completar considerando una economía disminuida que, para el año 2024, representará un 20% del PBI que había en el 2014.

Existe un conjunto de variables que actúan como lubricante sobre el engranaje de precios como lo es el sistema monetario, la liquidez y el tipo de cambio (dólar Big Mac), el dólar oficial, el de equilibro y el referencial. Por lo que corregir las distorsiones dejando fluir la economía, más allá de los precios, dependerá de la libertad del tipo de cambio.

En Latinoamérica, las economías son aisladas y pequeñas con tendencia al oligopolio y más orientado a la cartelización que a la libre competencia. Su tendencia es que no hay muchos productores de un rubro, sino pocos de muchas cosas. Por otra parte, no existe una cultura empresarial monopólica; es decir, el empresario prefiere ganar dinero compitiendo, versus cartelizándose, así la estructura del mercado sea oligopólica.

Participar en uniones aduaneras, como Mercosur, obliga a los países a abrir sus economías y competir con otros -por ejemplo, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, junto a Chile y Bolivia- a partir de unas ciertas reglas de juego.

Por ejemplo, la armonización de políticas macroeconómicas, monetarias y fiscales, de aranceles y tasas, y, en general, lo que se conoce como fair play comercial. El Mercosur, si bien está conformado y regulado por los gobiernos de los países participantes, los que actúan y le dan vida son las empresas. De hecho, no hay empresas del Estado operando en el Mercado Común del Sur, porque significaría romper la competencia.

En este momento, Venezuela se encuentra suspendida institucionalmente del Mercosur, por no haber cumplido con las armonizaciones mencionadas, sin que esto signifique que las empresas venezolanas hayan perdido las ventajas adquiridas. Las distorsiones internas, producto de los controles, terminan afectando, vía contrabando, al resto de las naciones, especialmente a los vecinos cercanos como Colombia.

En nuestro caso, el levantamiento del control de cambio por sí solo, sin una cantidad de elementos complementarios, no tiene tanto impacto positivo como si se tomaran en cuenta otros elementos, tales como control de la liquidez, suficiente oferta de productos y servicios y flexibilización de control de precios, entre otros.

El objetivo es ser transparente, evitar la economía “en negro”, desaparecer la economía informal y retornar a la normalización.

Es importante que Venezuela retorne al Mercosur y que sea parte de todos aquellos acuerdos comerciales que permitan desarrollar una estrategia de complementariedad y mercados intermedios, de forma tal de generar empleos genuinos suficientes, como para sacar de la pobreza, en el menor tiempo posible, a la mayor cantidad de gente posible.

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