OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Reorganización política para cambiar paradigmas

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

La experiencia por prueba y error que ha tenido Venezuela (y podría extenderse a Latinoamérica), desde mediados del siglo XIX hasta esta fecha, nos ha mostrado que hay ciertos aspectos de fondo en nuestra organización política, a los cuales podríamos atribuir una parte importante de la brecha de desarrollo entre nosotros y otros países desarrollados, con nuestra misma (o menor) antigüedad, y con las mismas oportunidades, pero que ellos supieron administrar mejor que nosotros.

El hiperpresidencialismo y el desbalance entre los diferentes poderes del Estado (tanto cuando eran tres, como cuando eran cinco), han llevado a que la política pública sea más política de Gobierno, que política de Estado, haciendo que se pierda la continuidad, y hasta que desaparezcan algunas prácticas, y según la lógica de cada gobierno, aparezcan nuevas.

La teoría del poder se construye, inicialmente, entre el que lo ejerce y el que lo acepta; un poder sin gente que lo acepte, deja de serlo, y gente que no tenga quien la guíe, se convierte en anarquía. El poder del Estado debería estar diseñado para administrar las relaciones dentro de la sociedad, buscando el bien común y la mejora colectiva. Y ese poder no estaría completo sin crear los mecanismos de retroalimentación, que indiquen que los aceptantes están de acuerdo en la manera en la que el que lo ejerce lo está haciendo.

Esperar a un siguiente proceso electoral, sin tener elementos de retroalimentación objetivos en el día a día, podría aumentar la brecha y alentar, peligrosamente, a desviaciones y distorsiones, que conduzcan a querer preservarlo y, eventualmente, a la dictadura.

Es posible que una organización política de perfil parlamentario y bicameral pudiera ser una opción para estabilizar los golpes de péndulo a los que nos hemos ido acostumbrando. Limitar, dramáticamente, los poderes del Presidente de la República, y complementarlos con el de un Primer Ministro o Presidente Ejecutivo, que sea elegido por el Congreso (Asamblea Nacional), y se mantenga en el poder sólo el tiempo en que los aceptantes del poder (a través de sus diputados), consideren que su accionar es beneficioso para todos y no solo para el grupo de poder, como ha sido en Venezuela en los últimos años.

Si nos quedáramos con el esquema tradicional, habría una tendencia al bipartidismo con inclinaciones hacia el partido único, el cual, sin duda, sería el del presidente de turno, que de esa manera cooptaría la voluntad popular y se eternizaría.

Estas reflexiones llegan en la oportunidad en que se comienzan a sentir aires de cambio. Ya sea que se logren en las próximas elecciones, ya sea que se postergue el cambio, lo cierto es que ya comenzó así en el gobierno aún no puedan aceptarlo, y no se preparen para hacerlo.

Es de esperar que algo hayamos aprendido, y no demos a nosotros mismos como sociedad, un futuro en el que salgamos del péndulo, o, al menos, limitemos la amplitud de la oscilación… no podemos pasarnos la vida a los volantazos o a las trasbuchadas… tenemos que darnos un rumbo estratégico en el que todos coincidamos, y dirigirnos hacia ahí.

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