OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Reflexiones sobre economía inclusiva

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Las empresas a escala nacional e internacional se encuentran en un proceso de cambio constante para garantizar su supervivencia y su competitividad. Venezuela no es la excepción y debe incorporar en los procesos económicos y generadores de riqueza a grandes contingentes humanos que aún no participan.

Se deben potenciar las fuerzas internas del país, combinando la inercia económica tradicional con principios de economía social, para disminuir las barreras a la inclusión de aquellas franjas de la sociedad que no tienen posibilidades de acceso rápido a los procesos económicos.

Está claro que en nuestro país se presentan desequilibrios importantes en cuanto a la distribución del bienestar, y que los caminos que se siguen en el intento de compensarlo no han sido exitosos. Por eso es necesaria una transformación que vaya más allá de lo económico y cubra aspectos culturales.

El proceso debe ser de abajo hacia arriba y complementar el enfoque tradicional de arriba hacia abajo.

Al ser de abajo hacia arriba y tener como objetivo alcanzar la mitad de la pirámide para complementarse con el resto de la economía (cadenas productivas y clusters o polos de desarrollo), los objetivos parecen más posibles y cuantificables. La base está constituida por las comunidades y sus potencialidades geográficas, de conocimiento y capacitación, de apoyo financiero y de ventajas comparativas (y cómo convertirlas en competitivas), en un ambiente inclusivo de amplia participación social.

Las formas participativas presentan varios ángulos, tales como economía popular, polos de desarrollo / desconcentración territorial, inclusión y contraloría social, cooperativismo y cogestión, entre otros.

Si bien el objetivo de inclusión y participación debe ser un tema de Estado, la comprensión, asimilación, internalización y ejecución estará en manos de cada empresa y de su capacidad para actuar en su zona de influencia. Los resultados deben ser visibles en el entorno inmediato de cada unidad productiva, ya sean plantas, almacenes u oficinas.

Hoy en día, la tecnología de información y la Internet se han convertido en vehículos habilitantes de mecanismos positivos de participación, los cuales pueden contribuir a crear «ambientes» virtuales que busquen un balance entre lo deseable y lo posible.

La gerencia del cambio debe convertirse en el gran impulsor de la participación vía talleres cascada, en los cuales, y según los temas, la interacción pueda llegar hasta las mismas bases de los trabajadores.

No hay que perder de vista que las empresas, por definición, no son democráticas; podrán ser más o menos participativas según el estilo gerencial y la cultura corporativa, pero, en última instancia, las decisiones que se tomen deben establecer con claridad los límites de las responsabilidades.

Recomiendo el diseño y la divulgación de una arquitectura de roles para cada empresa u organización, de forma tal que no se creen expectativas falsas (aunque sean políticamente atractivas y oportunistas) sobre lo que es y no es, lo que se puede y no se puede en términos de participación e inclusión.

El cambio será exitoso sólo en la medida en que proponga una mayor calidad de vida, un futuro mejor, y sea capaz de lograrlo; de otra forma, la sociedad en su conjunto buscará un camino para satisfacer las necesidades de un país que se busca a sí mismo y explora todas las posibilidades para encontrarse.

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