OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Qué vi, qué hice y qué no hice

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Cuando se observa lo que le ocurre a una empresa u organización, y aun a un país, tanto en lo interno, como en su entorno, una parte de la explicación hay que buscarla en el pasado; pero no con el criterio de encontrar soluciones, sino solo para revisar qué se hizo bien y qué se hizo mal.

En realidad, las soluciones están sólo en el futuro pues al pasado no podemos cambiarlo y las condiciones que había entonces eran diferentes. Casi siempre lo que nos pasa hoy de forma negativa, tiene que ver con algo que en el pasado quedó mal o no fue previsto. Y normalmente está relacionado a la falta de visión estratégica o, si la hubo, a la selección del escenario equivocado.

Hay tres preguntas que son útiles para aproximarnos al pasado: qué vi, qué hice y qué no hice.

Por ejemplo, el reconocimiento de la situación de pobreza que había en el país hace 30 años (qué vi), nos podría haber puesto en la perspectiva de que era algo que se devolvería en contra si no lo considerábamos (qué no hice) y preferimos o bien no pensar en eso, o bien posponerlo (qué hice).

Si al planificar el futuro no asimilamos la experiencia y la convertimos en cambios, estamos condenados a repetir la historia; porque hoy se ve la realidad y tenemos la capacidad de hacer las cosas correctas y tomar responsabilidad por las que no hagamos. ¿Y qué es lo correcto? Pues aquello que nos permite corregir errores y ajustar rumbos, para evitar repeticiones.

Es bueno tomar conciencia de que, dada la criticidad de nuestra realidad venezolana, y considerando nuestras expectativas de un futuro mejor y exitoso; y dado que nuestra realidad proviene de un pasado pobre en visión y planificación, ya no es más posible arreglar las cosas planificando “cambios” que signifiquen “más de lo mismo”, pues nos llevará a repetir la historia; ahora tenemos que ir más a fondo, tenemos que cambiar paradigmas.

Lo cual significa que los movimientos autoinducidos deberán ser mayores e incómodos; deberá haber cambios de mentalidad, de lógica de funcionamiento y de comprensión. Significará que, si algo no ha cambiado, entonces estará mal.

Estoy claro en que no se deben producir cambios violentos en los procesos, pues pueden alterar la capacidad operativa de las organizaciones; pero sí se puede dar un cambio violento de estrategias y comenzar a implementarlas.

Un ejemplo de algo que debe transformarse, es la toma de conciencia del sector empresario sobre el rol que tiene en la reducción de la pobreza y la inclusión social. Ya los gobiernos no tienen la capacidad de lograrlo por si solos; otros actores deben asumir responsabilidades. Hacen falta planes concretos de cada empresa en relación a su entorno directo; hacer esta tarea debe partir de su core business, de su estrategia. Y eso requiere cambios importantes en los procesos de negocio.

El presente es tan efímero, que se convierte en pasado, a veces sin darnos tiempo a hacer las cosas que debemos. La mejor manera de evitar que el presente nos sorprenda es a través de la planificación. El ciclo “pasado-presente-futuro-nuevo pasado”, puede ser virtuoso si entendemos los cambios que debemos hacer, y vicioso si no lo hacemos.

Romper un ciclo negativo requiere de autocrítica, orientación a la innovación y capacidad de cambio. Y eso es lo que nos hace falta. La inercia es la peor enemiga del progreso y la evolución.

Y estamos arrancando un año con todos los días a estrenar… un año nuevo y sin uso. Vamos a aprovecharlo.

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