OPINIÓN

Vitrina Venezuela: ¿Qué hay que impulsar primero, la producción o el consumo?

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

La viabilidad económica de un país se basa en el reconocimiento de sus fortalezas (en qué es bueno) y debilidades (en qué no podemos competir), vistas desde la neutralidad política ideológica, concentrándose en el objetivo del bienestar colectivo de las generaciones presentes con una sustentabilidad tal que se replique en las próximas generaciones.

Para leer la economía venezolana, se puede tener un par de aproximaciones:

En el primer caso, por la falta de información estadística y económica, se corre el riesgo de llegar a conclusiones equivocadas (o al menos no precisas), que lleven a una formulación de estrategia con un sentido de dirección equivocado. Por ejemplo, el caso del PIB, que tiene 5 o 6 valores diferentes y todos creíbles, pese a que son distintos.

En el segundo caso, la información es más blanda, es perceptiva y depende de la opinión y los intereses de los actores, los cuales son, a veces, la víctima, y a veces el impulsor de la variable.

Cuando se recurre a los actores, automáticamente se sale del modelo econométrico y se va al comportamiento sociológico, a cómo la gente se comporta y percibe, porque al momento de hablar de deuda externa en Venezuela, ya se están incorporando, por ejemplo, los 19.000 millones de dólares de la deuda privada externa que, cuando cambie el Gobierno, el país tendrá que reconocer.

Hay que identificar y armonizar las variables económicas, así como jerarquizarlas y priorizarlas en función del punto en que se halle la economía al momento de desarrollar el plan. Es razonable reconocer que tenemos una economía muy deprimida, con una producción petrolera en el orden de setecientos mil barriles diarios, y con un sistema de precios internos desarticulados, altamente inflacionarios, y razonablemente contenidos por el alto nivel de dolarización de nuestra economía.

No siempre está claro cuál deberá ser la variable que se atacará primero con la idea de producir un efecto en cadena sobre el resto de la economía; por ejemplo, uno podía elegir impulsar la oferta primero para que, en consecuencia, se desarrolle el consumo, o al revés, impulsar el consumo para que, como consecuencia, se desarrolle el aparato productivo.

En nuestro caso, arrancaremos con un balance acotado entre el consumo y la inversión, tratando de mantener equilibrada la oferta con la demanda, y, controlando de esa manera, la inflación estructural, que es la resultante de un déficit persistente (recesión) de oferta de bienes y servicios en el mercado; buscando el efecto multiplicador que pueda producir en el resto de las variables económicas.

Si bien a estos efectos consideramos al consumo como la variable impulsora, no hay que perder de vista que, sin generación de oferta interna, ese consumo se orientará a productos importados con la clara transferencia de la riqueza hacia productores extranjeros. Esto es importante porque debe inducir a una armonización del consumo con la producción interna, y la variable bisagra deberá ser la inversión ya sea nacional, de venezolanos repatriando ahorros en el exterior, o extranjera. Por otra parte, la diferencia entre Producto Territorial Bruto (PTB) y Producto Interno Bruto (PIB) suele ser muy pequeña en las economías estabilizadas, mientras que en la nuestra –sin números exactos por falta de información oficial- se ha ido agrandado. Hay que revertir este proceso haciendo énfasis en la promoción de recursos nacionales y en la agregación de valor.

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