OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Profundizar el federalismo

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

En el futuro tenemos que tener una democracia muy madura que permita a los gobernadores asumir el poder que les pertenece, pues nos encontramos ante un federalismo ahogado; aunque hay que reconocer que el país es más federal que en el pasado, cuando a los gobernadores y alcaldes los elegía el Ejecutivo Nacional.

El propósito del federalismo es romper con el centralismo y darle más poder a las gobernaciones y a las alcaldías. El sistema político les da una cierta autonomía a estas entidades, pero es solamente jurídica, porque la realidad es que la verdadera autoridad está concentrada en el Poder Ejecutivo, lo cual influye en la autonomía de la toma de decisiones que es factor clave al momento de ejecutar un plan de gobierno, ya sea que coincida o no con las ideas del poder central.

La manera en que pueda ejercerse el federalismo es a través del presupuesto fiscal. Es decir, que cada estado y alcaldía tenga variedad de fuentes de ingresos propios y no dependa solo del situado constitucional. Y que, además, cuente con un automatismo que impida la discrecionalidad en la liquidación. Por ejemplo, en esa autonomía se encuentran las garantías y las fianzas de obras públicas, así como la capacidad de endeudarse. Por supuesto, que cuanta más descentralización se ejerza, más se debe contar con fuertes esquemas de control.

Por otra parte, los préstamos de deuda externa que se hagan, tienen que pasar por una cantidad de controles que blinden la posibilidad de evolucionar, con un sistema actual bastante rígido. Las garantías del poder central para las obras públicas, en cada estado, son una muestra de esa confianza.

No se puede perder de vista que el criterio de distribución debe ser que los estados más pobres puedan recibir dinero de los estados más ricos como compensación, por lo que hay que medir la capacidad de cada región y entender sus potencialidades, con el objetivo de que puedan desarrollarse y empezar a jugar entre la generación de los ingresos propios que produzca y lo que recibe del situado.

Un antecedente que hay que tomar en cuenta fueron los casos de Lara (Barquisimeto) y Mérida, donde no solo se mostraron sus potencialidades de desarrollo tecnológico, sino que sirvió de impulsor del sector para brindar bienestar a sus habitantes.

La meta es que cada estado logre encontrar sus fortalezas y explotarlas. En su análisis, se tiene que pensar en desarrollar alguna área que no necesariamente tiene que ser la más rica.

Para lograr institucionalizar y reorganizar el estado, en un primer paso, hay que desatar los nudos relacionados con el entramado jurídico referencial, compuesto principalmente por las superposiciones, duplicaciones y vacíos, de un sistema que se volvió anárquico vía leyes habilitantes, orgánicas, competencias constitucionales, varias gacetas con o sin impacto vinculante, y llevarlo hacia un sistema jurídico coherente, consistente y confiable para los venezolanos. Un sistema que no debe depender de las voluntades individuales, ni de interpretaciones a conveniencia de los poderes de turno.

Un caso para tener en cuenta es el de las expropiaciones, nacionalizaciones e intervenciones, que no respetaron las garantías constitucionales, aseverando que sí lo hicieron. Asimismo, se constituyen en un ejemplo extensivo a muchas áreas de la actividad nacional.

Puede ser o no que sea necesario cambiar la Constitución, pero no es lo relevante; sino contar con un mapa de instrumentos que permitan una depuración como base a una reconstrucción institucional.

En un segundo paso, para recuperar el camino a la normalidad institucional, habría que volver al sistema tradicional de tres poderes, en el que ya hay suficiente experiencia y tradición, así como confianza en las garantías que su operatividad significa.

El hecho de haber incorporado al Poder Moral, con el mismo rango del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, vulnera la confianza en las rutas de resolución al abrirse opciones novedosas que no tienen ni referencia, ni benchmarks en el ámbito internacional en el que nos movemos. Aún no contamos con la madurez institucional como para inventar caminos desconocidos.

Debemos considerar algunos casos: el defensor del pueblo no debería estar dentro de ningún poder formal, según el criterio y definición de la figura del ombudsman, quien debe ser independiente en sus decisiones y no parte de un poder del Estado del que supuestamente defiende al pueblo.

El otro caso es la figura del vicepresidente ejecutivo -nombrado arbitrariamente por el presidente de la República-, quien, en caso de acefalia, toma la Presidencia de la República sin haber sido elegido por votación popular. En los sistemas tradicionales, las dos primeras opciones en la línea de sucesión son figuras de elección popular como el presidente del senado (en algunos casos coincide con el vicepresidente elegido en la fórmula presidencial) y el de los diputados.

Y el tercero en esa línea sería el presidente del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), el cual suele ser, en sistemas maduros, un cargo vitalicio nombrado con mayoría calificada de un congreso o Asamblea Nacional elegida en forma directa por el pueblo.  En nuestro caso, se hace rotar la figura del TSJ como si fuera un ministro más del gabinete.

Si tuviéramos que pensar en cambios constitucionales, la sugerencia sería migrar hacia un esquema principista donde se den las guías y valores importantes, versus las constituciones normativas como la venezolana, que compiten con las leyes que son las que deberían cambiar y no las constituciones. Esas son las cosas que deberíamos proponer.

Para que se diga que hubo un cambio de República en Venezuela, deben existir los siguientes elementos: un representante que actúe como máxima autoridad, que sus funciones las cumpla por un breve periodo, que la elección para este delegado sea a través del voto ciudadano universal, libre y secreto, y reconocimientos de ambas partes (perdedores-ganadores).

En el caso de Venezuela, cuando comenzó la etapa post Pérez Jiménez y antes de comenzar la pre-chavista, existía un gobierno civil, donde cada presidente de turno era elegido por el voto ciudadano, con todas sus características de comicios y había un reconocimiento entre los partidos participantes; para ese momento Acción Democrática y Copei.

Sin embargo, cuando el golpe contra Carlos Andrés Pérez, los venezolanos empezaron a perder confianza en las instituciones públicas, pues al realizarle un juicio al primer mandatario significaría la expulsión de su cargo. Luego, la sociedad retomaría tal credibilidad por la institucionalidad con la llegada de Hugo Chávez al poder, gracias al vacío institucional que se había generado en 1992.

Saber que estamos en democracia es casi tan importante como saber ejercerla más allá de su definición y de sus atributos. Sabemos que el sufragio es solo una parte de ella, y que se complementa con los conceptos de alternabilidad y representatividad, pues a través del voto se elige a la persona que tomará las decisiones en nombre de todos nosotros… los ciudadanos.

Y puede que ahí exista un error, pues en el ejercicio de la democracia deberían existir mecanismos que impidan que alguien se alce con el poder absoluto. Si en unos comicios nadie va a votar o la abstención es demasiado alta, tal vez tendría que repetirse hasta que, o bien alguien vote, o bien se alcance un piso de participación aceptable.

Además, implementar un proceso de quórum que nos proteja del poder absoluto de una persona o de un gobierno. Por ejemplo, si en las elecciones parlamentarias un partido gana la mayoría absoluta, tal vez se debería anular el proceso y repetirlo hasta que se logre una participación representativa. Si no, sería un indicativo de hegemonía a través de un mismo pensamiento. Es el mismo caso que presentar cinco partidos, pero con la misma ideología y objetivos.

El poder absoluto corrompe y hace que no quiera entregarse, sino permanecer eternamente. En el presente texto nos aseguramos que se acaben esas influencias, pues en la historia ya hemos visto bastantes casos sobre esto, donde los fusibles no explotan y se llega hasta el punto de colapso. Hay que crear y fortalecer los fusibles para no llegar a ese momento y evitarlo lo más que se pueda, todo con el objetivo de buscar el fin de las hegemonías.

Para que Francia gozara de la democracia que tiene hoy en día pasó por una etapa de monarquía absoluta donde, en su punto clímax, se cortó la cabeza a las personas que en ese momento tenían el poder de una forma centralizada. Al hacerlo, comenzó la transición de un modelo político a otro en el cual los fusibles saltaron mucho antes que las situaciones críticas.

Lo que ocurre en Venezuela tiene que enseñarnos que se deben crear estos fusibles para evitar problemas que afecten a todo un país, tal como está ocurriendo ahora que estamos en manos de un gobierno sin pueblo, sin credibilidad, sin capacidad de gestión (destrozó todo lo que tocó), y con altos niveles de ilegalidad y corrupción.

Quienes propongan una idea no deberían ser los mismos que tomen la decisión de llevarla a cabo. La sociedad debe encargarse y preocuparse cuando alguna de las variables en juego salga de su cauce, para corregirlo en el momento.

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