OPINIÓN

Vitrina Venezuela: “Privatizar es el nombre del juego”

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Los tomadores de decisiones a nivel de gobierno hasta ahora solo han recibido presión por parte de los sectores ideologizados que ven en la privatización la pérdida de poder y de privilegios y ventajas individuales, frente al bienestar colectivo; es hora de comenzar a escuchar al otro lado.

El país necesita más que nunca que el proceso de venta de las empresas públicas comience, sea exitoso, y produzca resultados que nos ayuden a salir de la crisis y del estancamiento. Porque así haya una “sensación” de despegue, lo cierto es que estamos rebotando menos que los demás países, y que estamos estancados.

A estas alturas creo que hemos aprendido que los dogmatismos a ultranza son malos. En la vida real, los blancos y negros absolutos no existen; en general nos movemos en escalas de grises. Y en lo referente a la participación del Estado en actividades industriales, comerciales y financieras, tampoco debe haber posiciones dogmáticas, aunque en la actualidad casi no haya empresas del Estado que funcionen bien… más bien todo lo contrario, siempre están en el límite de la sustentabilidad.

Lo que no se debe olvidar es que una de las razones para que haya ocurrido lo que ocurrió fue desenvolverse en un modelo de participación del Estado en actividades típicamente privadas que distorsionó, tratando de justificarse a sí misma, los principios que rigen la acción pública/de gobierno, versus los que rigen la actividad privada. Y se terminó en un modelo en el cual se les indujo a las empresas públicas todas las limitaciones de un ente de gobierno, quitándoles competitividad y oportunidades de éxito; y se le indujo al gobierno una flexibilidad peligrosa que llevó a la corrupción en ambos lados: en las empresas manejadas como gobierno y en el gobierno manejado como empresa.

Si se me permite una digresión, creo que hubo tanto de corrupción como de ineptitud, las cuales actuando simultáneamente en un modelo distorsionante público/privado, dieron como resultado un rompecabezas desarmado en el cual cada pieza cambió de lugar y hasta de forma, haciendo difícil su reconstrucción e impulsando la necesidad de un “borrón y cuenta nueva”, que es lo que realmente necesitamos ahora.

El mensaje es: hay que cuidarse más de la ineptitud que de la corrupción, pues la segunda se minimiza cuando desaparecen las condiciones, mientras que la primera puede coexistir en la toma deficiente de decisiones; las cuales pese a causar daños profundos y permanentes, no generan responsabilidades ni sanciones, ni mecanismos de detección temprana, más que el daño evidente que puede conducir a una destitución, la cual nunca deteriora una imagen ni afecta un prestigio.

Como referencia, en Venezuela tenemos un amplio espectro de actividades de negocios en manos del Estado, con empresas técnicamente quebradas y tan desorganizadas que logran sus resultados, cuando los logran, en un ambiente de crisis permanente y de asignación de culpas y responsabilidades que a su vez los inhibe de salir de un círculo vicioso. Y en ellas coexisten armoniosamente, la corrupción y la ineptitud.

Privatizar o no privatizar, sin que esto signifique todo o nada, ni todo ya, puede ser la diferencia entre ser exitosos o no.

Aun buscando un equilibrio entre la venta “salvaje” y la estatización “corrupta”, sigue siendo una cuestión de principios: o se cree o no se cree en la privatización; es difícil “medio creer” (como dice mi hijo Justo).

Sea en el nivel que sea, la única manera de privatizar bien lo que se vaya a privatizar (versus malvender o forzar una venta), es contando con una política de Estado, y apoyarse en las finanzas corporativas, los consultores gerenciales y banca de inversión, así como contar con el mercado de valores en el campo de la renta variable.

Ya sea para vender una parte o vender todo, que lo que se haga suponga una voluntad política fuerte la cual se refleje en una acción de gobierno compartida, que evite que los responsables estructurales por la privatización, tengan que luchar contra vientos y mareas para lograr resultados, y que estos no sean contra la corriente.

La experiencia interna y de otros países nos ha mostrado que cuando la privatización es una política de Estado, genera voluntad política, la cual a su vez genera la fuerza suficiente para enfrentar a la llamada “máquina de impedir”. Este caso es fácilmente identificable, pues la privatización se masifica y la cartera de privatizaciones se puede manejar como un flujo de caja positivo, en el cual puede moverse la fecha de una privatización por problemas de situación de los mercados globales, sin que el flujo ni el proceso se vean afectados.

Un aspecto importante para entender el fenómeno de la privatización, es tomar conciencia de que un Estado debería ocuparse solamente de crear el ambiente propicio para el desenvolvimiento de la actividad privada, ya sea esta lucrativa o sin fines de lucro; y en cuanto a lo lucrativo, el estado no debería involucrarse, sino que debería lograr su financiamiento solo a través de los impuestos y tasas para su manejo corriente y operativo (salud, educación, justicia y seguridad); y apalancarse con endeudamiento, solo para proyectos concretos de infraestructura.

No privatizar significa una dedicación de recursos y esfuerzos a actividades secundarias, y prácticamente garantiza continuar con el proceso de deterioro tanto de las empresas que sigan en manos públicas, como de la salud, educación y justicia; sería más de lo mismo en cuanto al deterioro sistemático del país.

Hay que considerar que una empresa pública privatizada, ya no pesa sobre el presupuesto de gastos, sino que por el contrario pasa a ser parte del presupuesto de ingresos a través de la tributación.

Debo mencionar además que el hecho de que una empresa del Estado sea superavitaria, no significa que no deba ser privatizada. Por el contrario, es la que mejor se puede vender. Sin duda, el Estado estará más liviano sin esta empresa entre sus activos, y la empresa, seguramente ganará en eficiencia al deslastrarse del peso del clientelismo político (política vieja/políticos nuevos) al que sin duda está sometida.

El éxito de una privatización está asociado al método, a la valoración y al diseño de los pliegos.

Debe crearse un estatus especial para la empresa que vaya a ser privatizada, de forma tal de congelar con una anticipación prudente, toda inversión o gasto mayor, todo cambio hacia arriba en las remuneraciones y todo endeudamiento; y en general adaptarse al concepto de “mejorar y mantener”, hasta que llegue el momento de traspasar la operación al sector privado.

Un aprendizaje importante que deberíamos tener, es que a la privatización no conviene ir con un criterio único y lineal que abarque por igual a todas las empresas sujetas al proceso. Sino que habría que ir con un criterio amplio y flexible que permita que, en cada caso, haya un método diferente y propio de privatización; una manera diferente de aproximarse al mercado de cada empresa en particular, así como un destino específico para los ingresos provenientes de cada venta.

En el caso de aproximarse linealmente al proceso, no solo estaríamos frente a un enfoque fiscalista orientado al flujo de caja, sino que muy posiblemente se presentaría la situación de buenas ventas en un caso y malas ventas en el otro: al proceso de privatización habría que entrar por la puerta de la flexibilidad y de la focalización caso a caso; todo debe ser parte de una estrategia que considere la situación de los mercados, la oportunidad, el riesgo país, las ventajas y diferenciaciones competitivas de industria, y por supuesto, la competitividad de la empresa a ser privatizada (tecnología, situación geográfica, productos y potencialidades).

En ese mismo orden de ideas, los métodos para negociar y aceptar pagos deberían ser en cada caso diferentes. La experiencia en otros países ha mostrado que en algunos casos se paga con dinero, en otros con deuda, y en otros simplemente se entrega la empresa, pues no hay quien pague por ella.

La privatización es solo una parte de una estrategia global de nación a través de la cual se busca que el estado funcione mejor y preste mejores servicios. La cual debe ser acompañada de un proceso fuerte de reducción del aparato estatal (del cual las empresas públicas son solo una parte), así como de una política económica que imponga disciplina en el gasto público, y controle la emisión monetaria.

Pese a que la privatización tiene sabor a política, no hay que olvidar que es un proceso eminentemente técnico, y que como tal debe ser manejado por técnicos, los cuales se desenvuelvan bajo el paraguas de lo político.

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La Ceiba: “A los inversionistas los espanta que todo el poder esté concentrado en un solo hombre, como en la China de Xi, en la Rusia de Putin, o en la Venezuela de Maduro”.

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Lo que no fue noticia (y debería serlo)

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…Tampoco que es importante que la apertura al mercado que está emprendiendo el gobierno de Maduro, debería ampliarse y A la velocidad y profundidad que llevamos, nos vamos a volver a estancar y hay riesgo de regresar a la “hiper” y al desabastecimiento. Una vez que se inician los cambios, la poca velocidad puede convertirse en retroceso.

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