OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Preservar el entorno y orientarlo al desarrollo

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Uno de los argumentos que se esgrimen para evitar la generación hidroeléctrica es el posible daño ambiental que pudiera causar. La experiencia indica que no solo no es así, sino que, en los casos selváticos, con posibilidades de minería de oro, se convierte en un regulador del río y de sus riveras, las cuales suelen ser las víctimas de la devastación producida por la minería ilegal.

El caso más concreto se encuentra en los tramos medio y alto del río Caroní, el cual, si bien es un área protegida, al envenenarse el río por el cianuro y por el mercurio, va cortando la selva hasta alejarla del cauce, rompiendo por completo el ciclo ambiental -esto puede observarse con claridad a través de Google Earth, donde se ven grandes playas y descampadas-. Una solución de protección sería la construcción de, al menos, dos plantas en el medio y alto Caroní.

La experiencia ha demostrado que estos tipos de construcción ordenan el ambiente y, automáticamente, dejan de lado la minería ilegal. Los trabajos ambientales bien hechos rescatan ríos, por lo que lo hidráulico terminará siendo un generador de energía limpia y no contaminante; además, transformará el ambiente local en un porcentaje muy bajo.

El plan del futuro debe equilibrar el ambiente con el desarrollo social. La construcción de esas plantas no solo incrementaría la producción de electricidad, sino que llevaría progreso a zonas apartadas y poco pobladas, y ayudará a los pueblos originarios a preservar su flora y fauna. Restablecerá el equilibrio socio-ambiental, ya que, junto con los trabajadores de las represas, llegarán soluciones sanitarias, educativas y tecnológicas.

En el caso de los pueblos indígenas, habrá que darles la oportunidad y la responsabilidad de incorporarse al progreso y a la civilización. Es utópico pensar que seguirán manteniéndose aislados cuando, hasta el aire que respiran ya es diferente. Tienen derecho a la salud y a la educación de calidad, por lo que queda de su parte seguir manteniendo sus tradiciones.

En momentos de necesidad, los gobiernos pueden ser capaces de sacrificar el ambiente por el flujo de la caja -y Sudamérica tiene experiencia en eso-, pero a medida que nuevas generaciones se hacen cargo, con criterio de sustentabilidad, comienzan a privilegiar el ambiente.

Hay que reconocer costos ambientales y trasladarlos al sistema económico. El concepto de sustentabilidad se ha ido enriqueciendo, incorporándole a la sustentabilidad económica, los conceptos de la sustentabilidad ambiental y, posteriormente, la sustentabilidad social.

Para que un emprendimiento pueda ser llevado adelante, debe tener rentabilidad económica, o sea, de su propia operación debe salir el repago de la inversión. A partir de allí, la viabilidad se confirma con los conceptos ambientales, los cuales podrían hacer que un emprendimiento económicamente rentable, resulte ambientalmente desaconsejable.

Esto puede entenderse mejor si al impacto ambiental se lo midiera en unidades económicas que pudieran incorporarse al cálculo de rentabilidad, revaluando su viabilidad. Al incorporarle, posteriormente, el impacto social, recién entonces se llegaría a la percepción de si el proyecto es sustentable o no.

El hecho de que una empresa no asuma formalmente los costos ambientales, representaría una pérdida potencial a largo plazo. En Venezuela, no hay manejo general de este tipo de temas, sobre todo en cuanto a los efluentes, desechos sólidos y emisiones de gas (mechúrrios).

Una de las piedras de tranca del desarrollo ambiental es la corrupción, porque solamente las empresas ambientalmente responsables están tomando cuidado de manejar sus afluentes. Normalmente no lo hacen, lo lanzan a ríos o quebradas cercanas y compran el silencio de las autoridades.

Hay que crear esa cultura ambiental, que saldrá de parte de los empresarios responsables, no con un criterio punitivo sino con un sistema de traslado de conciencia a través de la generación de incentivos. No se puede perder de vista que tanto lo ambiental como lo social saldrá de las ganancias de la empresa; no como un costo sino como inversión del accionista. La idea es que le sea retribuido al ambiente todo lo que le ofreció al accionista para obtener ganancias.

Lo ideal es que se le sea retribuido al ambiente todo lo que le ofreció al accionista para obtener ganancias. Por lo que hay que hacer un balance ambiental donde se incluyan los dividendos para el ambiente y el entorno con balances contables y retribución de capital, desarrollado por los auditores externos.

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